La Habana, diciembre 2017: “te agradezco lo que hiciste hace más de veinte años”.
Mercedes, Uruguay, años 90. Cuando Paloma se apareció al entrenamiento de su equipo de voleibol con una camiseta de Mireya Luis hubo revuelo, algarabía y felicidad. Teníamos en las manos la camiseta de una ya campeona olímpica y mundial. Claramente decía “Luis” esa camiseta de la selección cubana que había viajado a Uruguay.
La selección cubana de voleibol se paseaba por el mundo derrochando victorias. Títulos y más títulos y en los puntos difíciles todos sabíamos que si la pelota llegaba a las manos de Mireya Luis el puntaje cubano sería seguro. La televisión nos deleitaba con las “Morenas del Caribe”.
La niña adolescente Paloma había nacido en Cuba y emigró a Uruguay. Allí comenzó a practicar voleibol en el equipo del Sindicato Papelero, del Centro Papelero Mercedes. Apenas comenzó a integrarse se destacaba por sus aptitudes y su actitud de liderazgo.
Claro que teníamos simpatía por la selección de volei de Cuba. Regalaban calidad en todo juego y además nos representaban a todos los latinoamericanos. Era la lucha nuestra. El desafío frente a los poderosos. La rebeldía. Por eso todos queríamos que Cuba ganase y que la pelota viajara al “4”, aquel sitio al borde de la cancha.
La Habana, diciembre 2017. Mireya había llegado a Cuba y ya partía para Nicaragua donde también presentaría su libro. Las horas estaban contadas. La entrevista no podría ser. Traté de localizarla...
“Estoy en Cuba con visa de periodista y quería solicitarte una entrevista. Pedro, el sub director de Radio Habana, Cuba ha estado llamándote pero no podíamos localizarte, no estabas en Cuba”. Mireya lo recordaba. La camiseta que había dado a René para su hija en Uruguay. Con bonitas palabras, con amabilidad, con contactos establecidos, dialogamos, pero entrevistar a Mireya no fue posible. Queda para otra ocasión, nos dijimos.
La camiseta de la Luis se exhibió durante meses en el local sindical uruguayo. Protegida, cuidada como un tesoro, era el orgullo del momento. Contagiaba responsabilidad por lo que se estaba haciendo.
Tri campeona olímpica, también bi mundial y más títulos para ser embajadora de su país y demostrarle al mundo el potencial de un pueblo. Ese pueblo que sabía que por aquel borde de la cancha, por el “4”, aparecería Mireya volando alto para golpear con tanta seguridad. Brazos al cielo. La victoria.
Aquella niña adolescente cubana jugó al voleibol varios años en campeonatos locales y nacionales. Llego a ser la capitana de la selección de Uruguay en un Campeonato Sudamericano Estudiantil, en Asunción del Paraguay.
Luis también fue capitana de las Morenas del Caribe. Diez y ocho años hermanándose con la gloria, llevando sonrisas a un pueblo que pasaba momentos difíciles. La camiseta 4 cubana desaparecía de las imágenes... la pelota se subía alto a su posición y tomando impulso desde fuera de la cancha; de repente aparecía la reina volando altísimo, castigando cual latigazo la pelota. Única, inigualable, la mejor de la historia.
“Pues bueno, Mireya, la entrevista me importaba, sí, pero más quería agradecerte aquel gesto que nos trajo felicidad”. La Reina del Volei nos despidió con suma cortesía, deseando poder llegarse a Uruguay o a España en cualquier momento, para hablar de volei o para presentar su libro. Cual embajadora del deporte olímpico que lo es.
Con pequeños gestos también se hace Revolución.
Federico Marotta.
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