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A cuatro décadas del golpe militar de Pinochet que terminó con el suicidio del presidente Salvador Allende y la utopía socialista chilena, muchos libros y reportajes recuerdan las más de 40 mil víctimas de detenciones ilegales, torturas, ejecuciones y desapariciones que dejó aquella sangrienta dictadura de 17 años. Pero hay un libro, que acaba de publicarse en español, y que cuenta uno de los capítulos más ambiciosos y poco conocidos no sólo de Chile sino en la Historia de la cibernética: el proyecto Cybersyn. Este artículo fue escrito por Ángela Precht y publicado en eldiario.es. Como complemento, sugiero la lectura del post de Andy Beckett Fernando Flores y la internet del gobierno de Allende, citado también en este artículo
Desde 1971 a 1973, un equipo de profesionales chilenos, comandados por el británico Stafford Beer, desarrolló un sistema tecnológico para poder administrar -a tiempo real- las industrias estatales del país. Con recursos escasos y creatividad ilimitada, en poco menos de un año el reducido equipo de ingenieros, diseñadores e informáticos fueron capaces de crear el prototipo que no existía en ningún otro lugar del mundo ni mucho menos a escala nacional: el proyecto Cybersyn o SYNCO, en español.
“Revolucionarios Cibernéticos. Tecnología y política en el Chile de Salvador Allende”, fue escrito por la académica americana Eden Medina mientras desarrollaba su tesis doctoral en el MIT y acaba de ser publicado en español por la editorial chilena LOM. Con más de 50 entrevistas y mucho material de archivo, Medina consigue explicar este revolucionario capítulo de la tecnopolítica y el contexto que lo hizo posible.
Beer pretende implantar su teoría de El Modelo de los Sistemas Viables (VSM, según sus siglas en inglés): así como el cerebro toma la mayor parte de las decisiones importantes y no controla todo; un sistema viable debe estar compuesto por partes con un alto nivel de autonomía. Su idea era implantar un sistema nervioso electrónico en la sociedad chilena, donde todos sus componentes estuviesen conectados entre sí por una red de comunicación nacional. A largo plazo, esto ayudaría a la igualdad. Como lo describió The Guardian, “era una suerte de internet socialista, décadas antes de su tiempo”.
Considerado uno de los padres de la cibernética y fuertemente influido por los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela, hacia 1970 Stafford Beer trabajaba como consultor internacional de alto vuelo y honorarios, conducía un Rolls Royce y vivía en una gran casa a las afueras de Londres. Sus ideas de cibernética organizacional nunca habían sido llevadas a la práctica hacia un nivel más extenso y por ello no vaciló al recibir la llamada de Fernando Flores, entonces un joven ingeniero del gobierno socialista, quien lo invitaba a aplicar sus teorías para organizar la economía estatal. “Tuve un orgasmo”, recordaría años después.
Aterrizó en 1971 en Santiago de Chile cobrando en dólares y demandando chocolates, whisky y otras excentricidades para un país que debía lidiar con escasez de alimentos y el mercado negro. Chile vivía la Unidad Popular con aquel incómodo presidente que se había convertido en el primer socialista democráticamente electo. El mismo que creía en la vía pacífica para hacer la revolución. El país estaba crispado políticamente y Estados Unidos intervenía a través de la CIA.
A pesar de la euforia inicial donde se creía hasta en lo imposible, dentro del gobierno se dieron cuenta que la ingente cantidad de minas y fábricas nacionalizadas era un desaguisado organizacional de poca eficiencia, con empresas que mantenían a sus gerentes originales y otras eran ocupadas por sus empleados.
Medina narra el encuentro entre el cibernetista y el presidente:
Desde 1971 a 1973, un equipo de profesionales chilenos, comandados por el británico Stafford Beer, desarrolló un sistema tecnológico para poder administrar -a tiempo real- las industrias estatales del país. Con recursos escasos y creatividad ilimitada, en poco menos de un año el reducido equipo de ingenieros, diseñadores e informáticos fueron capaces de crear el prototipo que no existía en ningún otro lugar del mundo ni mucho menos a escala nacional: el proyecto Cybersyn o SYNCO, en español.
“Revolucionarios Cibernéticos. Tecnología y política en el Chile de Salvador Allende”, fue escrito por la académica americana Eden Medina mientras desarrollaba su tesis doctoral en el MIT y acaba de ser publicado en español por la editorial chilena LOM. Con más de 50 entrevistas y mucho material de archivo, Medina consigue explicar este revolucionario capítulo de la tecnopolítica y el contexto que lo hizo posible.
Beer pretende implantar su teoría de El Modelo de los Sistemas Viables (VSM, según sus siglas en inglés): así como el cerebro toma la mayor parte de las decisiones importantes y no controla todo; un sistema viable debe estar compuesto por partes con un alto nivel de autonomía. Su idea era implantar un sistema nervioso electrónico en la sociedad chilena, donde todos sus componentes estuviesen conectados entre sí por una red de comunicación nacional. A largo plazo, esto ayudaría a la igualdad. Como lo describió The Guardian, “era una suerte de internet socialista, décadas antes de su tiempo”.
Considerado uno de los padres de la cibernética y fuertemente influido por los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela, hacia 1970 Stafford Beer trabajaba como consultor internacional de alto vuelo y honorarios, conducía un Rolls Royce y vivía en una gran casa a las afueras de Londres. Sus ideas de cibernética organizacional nunca habían sido llevadas a la práctica hacia un nivel más extenso y por ello no vaciló al recibir la llamada de Fernando Flores, entonces un joven ingeniero del gobierno socialista, quien lo invitaba a aplicar sus teorías para organizar la economía estatal. “Tuve un orgasmo”, recordaría años después.
Aterrizó en 1971 en Santiago de Chile cobrando en dólares y demandando chocolates, whisky y otras excentricidades para un país que debía lidiar con escasez de alimentos y el mercado negro. Chile vivía la Unidad Popular con aquel incómodo presidente que se había convertido en el primer socialista democráticamente electo. El mismo que creía en la vía pacífica para hacer la revolución. El país estaba crispado políticamente y Estados Unidos intervenía a través de la CIA.
A pesar de la euforia inicial donde se creía hasta en lo imposible, dentro del gobierno se dieron cuenta que la ingente cantidad de minas y fábricas nacionalizadas era un desaguisado organizacional de poca eficiencia, con empresas que mantenían a sus gerentes originales y otras eran ocupadas por sus empleados.
Medina narra el encuentro entre el cibernetista y el presidente:
“Allende, con formación de patólogo, inmediatamente captó la inspiración biológica detrás de modelo cibernético de Beer y con conocimiento asintió a lo largo de la explicación. Esta reacción dejó una gran impresión en el cibernético. “Le expliqué todo el maldito plan y todo el Modelo de Sistema Viable de una sola vez; nunca he trabajado con nadie que comprendiera ni una pizca de lo que estaba diciendo”. Una vez que Allende ganó una familiaridad con la mecánica del modelo de Beer, comenzó a reforzar los aspectos políticos del proyecto e insistió en que el sistema se comportase de una “manera descentralizada, con participación de los obreros y antiburocrática”. Cuando Beer alcanzó finalmente el nivel superior de la jerarquía del sistema, el lugar en el modelo que Beer había reservado para Allende, el presidente se echó hacia atrás en su silla y dijo: “Por fin, el pueblo.”La Habana y Moscú trabajaban desde hacía ya un tiempo en proyectos computacionales para controlar la economía. Pero la apuesta chilena era radicalmente diferente. En vez de dotar de más poder a las jerarquías políticas del Partido Comunista, aquí se perseguía empoderar a los obreros para la toma de decisiones. Si allí no lograba solucionarse el problema era derivado, como última instancia, a la Sala de Operaciones ubicada en la capital.
Ops Room
La Sala de Operaciones merece mención aparte. El diseño es sencillamente alucinante y su responsable fue el alemán Gui Bonsiepe, destacado miembro de la escuela de ULM (Alemania), principal deudora de la Bauhaus. Se usaron principios de la Gestalt para que la información llegara, se manejara y se entendiera de modo simple y profundo. Siete sillas giratorias dispuestas en un círculo dentro de un espacio hexagonal donde se desplegaban una pantalla llamada Futuro (donde se mostraba un simulador de la economía chilena), un esquema del VSM, pantallas de reportes de excepción en tiempo real y otra de Datafeed para la presentación de datos económicos actuales.
Muy pocos botones en el brazo de la silla demandaban un ejercicio de síntesis a los usuarios para poder manejar la información. En aquella época la mecanografía era una labor exclusiva de secretarias. Según Beer, había “que eliminar a la chica entre la máquina y el usuario”. Este hecho, para Medina, “es un recordatorio para los diseñadores de que las suposiciones de género y clase pueden afectar el diseño de un sistema tecnológico incluso cuando estamos diseñando algo para un futuro utópico”.
El proyecto Cybersyn (en inglés, sinergia cibernética), o SYNCO (en español, sistema de información y control), contaba de varias partes. Una de ellas y la que alcanzó mayores resultado fue Cibernet gracias, en parte, a que encontraron 500 máquinas de telex en una bodega militar. Con ellas pudieron desarrollar un sistema que conectara a todas las empresas nacionalizadas y poder monitorear su producción y problemas a tiempo real. Las empresas se comunicaban con la Sala de Operaciones y desde allí se conseguía saber el estado de la producción. El proyecto CHECO (Chilean Economy) pretendía modelar y predecir el sistema económico con simuladores de comportamiento que se analizaban en la Sala de Operaciones. Para ello se usó un software originalmente desarrollado para El Club de Roma.
Otra parte del proyecto fue llamada Ciberfolk, que implementaría un dispositivo en todos los hogares para que la gente opinara su acuerdo o desacuerdo con las políticas del gobierno. Ciberfolk nunca se puso en práctica más allá de experimentaciones piloto.
Muy pocos botones en el brazo de la silla demandaban un ejercicio de síntesis a los usuarios para poder manejar la información. En aquella época la mecanografía era una labor exclusiva de secretarias. Según Beer, había “que eliminar a la chica entre la máquina y el usuario”. Este hecho, para Medina, “es un recordatorio para los diseñadores de que las suposiciones de género y clase pueden afectar el diseño de un sistema tecnológico incluso cuando estamos diseñando algo para un futuro utópico”.
El proyecto Cybersyn (en inglés, sinergia cibernética), o SYNCO (en español, sistema de información y control), contaba de varias partes. Una de ellas y la que alcanzó mayores resultado fue Cibernet gracias, en parte, a que encontraron 500 máquinas de telex en una bodega militar. Con ellas pudieron desarrollar un sistema que conectara a todas las empresas nacionalizadas y poder monitorear su producción y problemas a tiempo real. Las empresas se comunicaban con la Sala de Operaciones y desde allí se conseguía saber el estado de la producción. El proyecto CHECO (Chilean Economy) pretendía modelar y predecir el sistema económico con simuladores de comportamiento que se analizaban en la Sala de Operaciones. Para ello se usó un software originalmente desarrollado para El Club de Roma.
Otra parte del proyecto fue llamada Ciberfolk, que implementaría un dispositivo en todos los hogares para que la gente opinara su acuerdo o desacuerdo con las políticas del gobierno. Ciberfolk nunca se puso en práctica más allá de experimentaciones piloto.
Cibernética versus muerte
Para la autora, Cibersyn no fue un disparate. “Partes del proyecto fueron útiles para el gobierno. La construcción de una red de télex en todo el país fue determinante durante dos huelgas generales de camioneros que desabastecieron el país. Con este red, el gobierno pudo coordinarse con las fábricas y con los trabajadores, entregar suministros, buscar vías alternativas ya que los caminos estaban cortados. Si bien no fue él elemento, sí ayudo al gobierno a sobrevivir y sortear una crisis mayor”.
Pero no cree que, dentro del contexto de la Unidad Popular, hubiera sido efectivo el proyecto que imaginaron los diseñadores: “porque en parte hay una contradicción allí de cómo modelas o predices el comportamiento de un sistema, en este caso de un sistema económico, que no tiene presidente. Cómo modelas o predices el comportamiento de una economía cuando hay tantos factores que están fuera de ese sistema sin influenciar su comportamiento. Estamos hablando de mercado negro, de intervención de Estados Unidos. ¿Cómo registras eso en un predictor económico?”.
“Necesitas otorgar mucha educación a los trabajadores para implementar algo así”, continúa Medina. “Cuando ves estos hermosos planes donde el sistema iba a ser participativo y los trabajadores iban a modelar sus propias fábricas y estarían involucrados en el uso del sistema… Eso sí necesita mucha educación al trabajador. Y cuando ves todo lo que estaba ocurriendo en la realidad en los talleres y lo que estaban haciendo los trabajadores como mantener las máquinas en funcionamiento, ingeniar maneras de administrar materias primas y suministros cuando no escaseaban. Hubiese sido mucho pedir que encima de todo este caos, hubiesen programas de entrenamiento y educación en sistemas computacionales de modelamiento de fábricas. Y creo que Fernando Flores también tuvo un comentario muy perceptivo y es que “la cibernética es un valor limitado cuando alguien te quiere matar”.
Cibersyn no consiguió salir del nivel prototipo y revolucionar la economía chilena. El 11 de septiembre de 1973, tres día después de que Allende ordenase trasladar la Sala de Operaciones al Palacio de Gobierno, éste fue bombardeado por Hawker Hunters de la Fuerza Aérea.
Medina recuerda el encuentro de los golpistas con el proyecto: “Al entrar los militares a la sala, uno preguntó: “¿Esto están usado para el control del país?”. Y un trabajador le dio una respuesta muy cibernética: “A qué te refieres por control?”. Y la conversación no avanzó mucho”. Al poco tiempo, destruyeron todo lo hecho por el equipo de Beer.
Comenzaba la era de la derecha neoliberal, que bajo el alero de Pinochet también abrían la economía chilena para la experimentación, aplicando las teorías económicas de Milton Friedman.
Muchos integrantes del proyecto se exiliaron, algunos tras sufrir persecución política. Stafford Beer regresó a Inglaterra, vendió su casa y se mudó a una pequeña cabaña en Gales sin agua potable. Renunció a muchas de sus posesiones y comenzó a vivir una vida más sencilla. Su trabajo comenzó a enfocarse a asuntos más sociales. Empezó a escribir sobre pobreza, sobre cibernética y opresión, trabajos para usar la cibernética para resolver conflictos políticos, etc.. Chile fue un punto de inflexión profundo para él.
Su influencia ha sido reconocida por figuras como David Bowie, Brian Eno y sigue siendo materia de estudio en diversas escuelas de negocios.
Pero no cree que, dentro del contexto de la Unidad Popular, hubiera sido efectivo el proyecto que imaginaron los diseñadores: “porque en parte hay una contradicción allí de cómo modelas o predices el comportamiento de un sistema, en este caso de un sistema económico, que no tiene presidente. Cómo modelas o predices el comportamiento de una economía cuando hay tantos factores que están fuera de ese sistema sin influenciar su comportamiento. Estamos hablando de mercado negro, de intervención de Estados Unidos. ¿Cómo registras eso en un predictor económico?”.
“Necesitas otorgar mucha educación a los trabajadores para implementar algo así”, continúa Medina. “Cuando ves estos hermosos planes donde el sistema iba a ser participativo y los trabajadores iban a modelar sus propias fábricas y estarían involucrados en el uso del sistema… Eso sí necesita mucha educación al trabajador. Y cuando ves todo lo que estaba ocurriendo en la realidad en los talleres y lo que estaban haciendo los trabajadores como mantener las máquinas en funcionamiento, ingeniar maneras de administrar materias primas y suministros cuando no escaseaban. Hubiese sido mucho pedir que encima de todo este caos, hubiesen programas de entrenamiento y educación en sistemas computacionales de modelamiento de fábricas. Y creo que Fernando Flores también tuvo un comentario muy perceptivo y es que “la cibernética es un valor limitado cuando alguien te quiere matar”.
Cibersyn no consiguió salir del nivel prototipo y revolucionar la economía chilena. El 11 de septiembre de 1973, tres día después de que Allende ordenase trasladar la Sala de Operaciones al Palacio de Gobierno, éste fue bombardeado por Hawker Hunters de la Fuerza Aérea.
Medina recuerda el encuentro de los golpistas con el proyecto: “Al entrar los militares a la sala, uno preguntó: “¿Esto están usado para el control del país?”. Y un trabajador le dio una respuesta muy cibernética: “A qué te refieres por control?”. Y la conversación no avanzó mucho”. Al poco tiempo, destruyeron todo lo hecho por el equipo de Beer.
Comenzaba la era de la derecha neoliberal, que bajo el alero de Pinochet también abrían la economía chilena para la experimentación, aplicando las teorías económicas de Milton Friedman.
Muchos integrantes del proyecto se exiliaron, algunos tras sufrir persecución política. Stafford Beer regresó a Inglaterra, vendió su casa y se mudó a una pequeña cabaña en Gales sin agua potable. Renunció a muchas de sus posesiones y comenzó a vivir una vida más sencilla. Su trabajo comenzó a enfocarse a asuntos más sociales. Empezó a escribir sobre pobreza, sobre cibernética y opresión, trabajos para usar la cibernética para resolver conflictos políticos, etc.. Chile fue un punto de inflexión profundo para él.
Su influencia ha sido reconocida por figuras como David Bowie, Brian Eno y sigue siendo materia de estudio en diversas escuelas de negocios.
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