"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Cuba: Añeja fábrica de azúcar en entorno patrimonial



Mayra Pardillo Gómez*


Trinidad, Cuba.- Fundado en el siglo XVIII, el sitio San Isidro de los Destiladeros está ubicado en el Valle de los Ingenios, Patrimonio Cultural de la Humanidad, junto al centro histórico urbano de Trinidad, centro sureña de Cuba.

En esta ciudad se lleva a cabo un proceso de restauración e investigación arqueológica sistemática. Primero el citado ingenio azucarero fue un trapiche denominado San Juan Nepomuceno y a pesar de los años transcurridos aún conserva en pie la casa-hacienda, aunque un tanto deteriorada, y la torre campanario -cuya restauración debe concluir para celebrar en enero próximo los 500 años de Trinidad.

Trinidad fue fundada en 1514 y es la tercera de las siete primeras villas asentadas en la Isla por el Adelantado Diego Velásquez, está situada a unos 360 kilómetros al este de La Habana.

En 1988 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declaró al centro histórico de la villa y al Valle de los Ingenios o de San Luis Patrimonio Cultural de la Humanidad, incluida la famosa torre-campanario que se alza en el otrora ingenio Manaca Iznaga, cerca de la casa-hacienda.

En 1827, según el Cuadro Estadístico de Vives, había 57 fábricas de azúcar en el Valle con un total de 11 mil 697 esclavos, mientras que en ese mismo año, el ingenio Guáimaro realizó la zafra azucarera más grande de su tiempo en el mundo.

FRENAR EL PASO DEL TIEMPO

En una reciente visita a la ciudad de Trinidad y al Valle de los Ingenios se ofreció la oportunidad de recorrer las ruinas arqueológicas e instalaciones del antiguo ingenio San Isidro de los Destiladeros.

En esa ocasión, Víctor Echenagusía Peña, especialista principal de la Oficina del Conservador, resaltó lo interesante de poder entrar en contacto con las huellas del pasado, entre ellos los aljibes, así como los restos de la enfermería y barracones de esclavos.

Se advierten los estragos que el implacable paso del tiempo han ejercido sobre la casa- hacienda de San Isidro de los Destiladeros, pero para rescatarla se trabajará en su estructura, mientras sus ruinas arqueológicas son estudiadas por especialistas e investigadores en los denominados Talleres de Arqueología Industrial Azucarera, que se desarrollan en este lugar desde el año 2000.

Los expertos lo consideran el complejo azucarero más completo del Valle de los Ingenios y existe el proyecto de convertirlo en el Centro de Interpretación Arqueológica.

Entre 1847 y 1854 este ingenio azucarero se caracterizó por sus continuas hipotecas.

Uno de sus propietarios fue José María Puentis. Para ese entonces contaba con 104 esclavos.

A mediados del siglo XIX el ingenio cae en una profunda crisis y la fuerza de trabajo se reduce en un 50 por ciento, contando solo con 49 esclavos de uno y otro sexo y diferentes edades, 50 yuntas de bueyes y 20 carretas.

Textos consultados aseguran que ante la inminencia de la ruina del ingenio, entre los años 1883 y 1891, es demolido y transformado en potrero San Isidro de los Destiladeros, mientras que en el siglo XX se convierte en un lugar de esparcimiento para la aristocracia trinitaria, sobre todo en el caluroso verano.

Hasta el presente han sido localizados en el Valle de los Ingenios 73 sitios arqueológicos industrial-azucareros.

"Tenía dos trenes jamaiquinos, instalada su máquina de vapor para la molienda, una casa de purga de considerables dimensiones, tierras aptas para la caña, el agua necesaria para los cultivos y el proceso fabril, incluso contaba con una represa, manantiales minero-medicinales donde daba baños curativos a los miembros de su dotación, aljibe y pozo artesano.

También contaba con destilería, almacenes, habitaciones de mampostería para los esclavos y enfermería, cementerio, torre campanario y por supuesto una hermosa casa de vivienda que incluía espacios de relativa independencia para los asuntos administrativos del ingenio, con jardín al frente".

Así era el ingenio San Isidro de los Destiladeros en su época de esplendor, según un texto consultado escrito por la investigadora Teresita Angelbello.

La casa-hacienda perdió el bello jardín de antaño y a simple vista se ven los estragos del tiempo, pero un proyecto de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Trinidad y el Valle de los Ingenios impulsa su rescate, a través de la consolidación estructural de dicho inmueble.

EL TREN JAMAIQUINO

En medio del verdor y las ruinas sobresalen las áreas destinadas a los barracones o casa de esclavos, almacén, herrería, casa de purga y casa de calderas donde se conserva uno de los llamados trenes jamaiquinos.

Quien por primera vez escucha la frase "tren jamaiquino" seguro que pensará de inmediato en ese medio de transporte, por lo general cómodo y uno de los más seguros, para trasladarse de un lugar a otro.

Y es que la tecnología fue trasladada desde Jamaica por los ricos hacendados trinitarios y se afirma que con ella se hacía un uso más racional del combustible.

Sin embargo, este tren que simulan los fogones circulares construidos con ladrillos y donde se depositaban las calderas una detrás de la otra, como si fueran vagones, tenía por finalidad la cocción del guarapo, extraído de la caña de azúcar, para engrosar los bolsillos de los ricos hacendados esclavistas.

Por sus elevados valores arqueológicos e industriales este lugar está considerado un área de investigación necesaria para interpretar una forma de producir azúcar muy diferente a la actual, desarrollado en el siglo XIX.

LA TORRE- CAMPANARIO

Muy cerca de la casa-hacienda se alza la torre-campanario, un símbolo del inicio y fin de la agotadora jornada de los esclavos africanos.

Tiene 14 metros de altura, distribuidos en tres niveles y entre sus elementos decorativos se destacan las molduras, cornisas y arcos de medio punto, dándole un toque neoclásico.

A muchos les gustará más la torre Manaca Iznaga, quizás por su atrevida mirada en busca del cielo y sus más de 40 metros de altura o por su resistencia a los embates de ciclones.

Pero sin dudas la torre-campanario de San Isidro de los Destiladeros tiene un encanto especial, sin olvidar que con sus campanadas se llamaba a los esclavos a una jornada infrahumana.

En San Isidro de los Destiladeros todavía hay mucho por descubrir acerca de su pasado azucarero y la clave está entre sus vestigios arqueológicos.

*Corresponsal de Prensa Latina en provincia cubana de Cienfuegos.

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