Tanto intelectuales como cibernautas señalan que las comunidades acogieron de muy buen grado las hoy prohibidas salas de cine 3D.
Diversas voces instan a que las autoridades dialoguen con la ciudadanía antes de tomar decisiones de ese tipo.
La Habana, 11 nov.- Múltiples reacciones de intelectuales circulan, en la web y vía correo electrónico, en defensa de las salas privadas de cines en tercera dimensión (3D), desde que las autoridades decretaron el cese inmediato de la exhibición cinematográfica y los juegos computacionales en el trabajo por cuenta propia.
“Las prohibiciones constituyen cierres que niegan todo camino al diálogo, tanto en el presente como en un futuro situado a distancia razonable”, valoró el escritor Víctor Fowler, en un mensaje dirigido a la no gubernamental Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), el estatal Instituto Cubano del Libro, Ministerio de Cultura e Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos.
“Préstese atención a la fuerza que en la nota oficial cobra el adverbio ‘nunca’”, apuntó el también crítico y ensayista sobre la medida del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, divulgada el 2 de noviembre, en la “Nota informativa sobre el trabajo por cuenta propia”, por el oficial diario Granma.
Fowler señaló, en el texto recibido por la Redacción de IPS Cuba el 5 de noviembre, que, “si bien cualquier Estado tiene el derecho y la obligación de regular y normar las actividades económicas que en el territorio que abarca son realizadas, ninguno lo tiene para decidir (y esto es de lo que principalmente trata el conflicto) cuál debe de ser el consumo cultural de sus nacionales”.
En ese punto, la reflexión del museólogo y curador Abelardo Mena, publicada en el blog Cine cubano, la pupila insomne, analizó que “se trata, en el fondo, de una discusión sobre los modelos de gobernabilidad y/o educación social”. Para él, siguen chocando el método impositivo con el “dialógico”.
Mena instó a que este tipo de debate se salga de los ámbitos intelectuales y se muestre lo que piensan todo tipo de personas, sobre todo las voces más comunitarias.
Por su parte, el crítico de arte Gustavo Arcos estimó que el asunto amerita “un debate que debe hacerse ya y en todos los espacios o medios posibles”.
“También debe escucharse la voz de los afectados. Conozco algunos y sé que tienen cosas que decir e incluso propuestas que hacer”, aportó.
A juicio de Arcos, “debe existir alguna regulación o disposición tributaria para los que deseen dedicarse a estos menesteres. Según el Estado, lo estaban haciendo bajo una figura (Operador de equipos de recreación infantil) que no los comprendía. Bueno, la dinámica del mundo real te indica que debes crearla. Si la actividad prolifera y tiene éxito e impacto social, por algo será”.
Para este teórico de los medios audiovisuales, “el extraordinario impacto social que estos locales (salas 3D) han producido, debe ser motivo de reflexión, no de olvido y silencio. Es preocupante, como un grupo de personas con sus iniciativas ha sido capaz de poner en jaque al Estado que cuenta con una fuerza financiera, poder administrativo y recursos, mil veces mayor”.
Igualmente, el profesor del Instituto Superior de Arte cuestionó: “¿Qué alternativas sustentables y viables ha creado el aparato del Estado para el consumo popular o comunitario de imágenes audiovisuales? Nuestras salas de cine y video apenas existen. Las que funcionan no ofrecen propuestas atractivas y la calidad de exhibición es bastante lamentable”.
Mientras, el crítico de cine Juan Antonio García Borrero sostuvo que, si la administración de las salas cinematográficas pasara a manos de los particulares, “centros como estos podrían contribuir a reforzar ese escenario de legalidad al que aludíamos antes, además de convertirse en verdaderos gestores de políticas culturales comunitarias, donde se fomente el equilibro en las ofertas públicas, y se cuide el legado de la tradición cinematográfica, hoy en verdadero peligro de extinción”.
El autor del blog Cine cubano, la pupila insomne instó a no perder de vista su propuesta de “las Tres ʻDʼ del Futuro Audiovisual en Cuba”, que son: “Democracia que permita incluir todo tipo de ideas; Debate constante y transparente que contribuya a que ganemos en claridad; y Diversidad que garantice la satisfacción de la mayor cantidad de expectativas”.
Por su parte, el escritor y traductor Rodolfo Alpízar envió un mensaje electrónico el pasado 9 de noviembre, donde citó la Carta Magna de la nación caribeña.
Basado en la máxima ley, apuntó “que prohibir esta o aquella manifestación cultural, en virtud de que gusta o no gusta a este o aquel grupo de funcionarios, es extralimitar los límites constitucionales. Por tanto es ilegal”.
Asimismo, lamentó que “pocos intelectuales cubanos se han manifestado respecto a las recientes prohibiciones. Ni aprueban, ni desaprueban: callan”.
En tanto, el profesor universitario Pedro R. Noa opinó que “el cierre de las salas 3-D en el país es una demostración de que los cambios a que se aspiran, para la cinematografía cubana, extendida a lo audiovisual, no parecen estar dispuestos a tocar todo el andamiaje industrial”.
“Considero que, más para bien que para mal, los cines particulares en 3-D se inscribieron en la realidad audiovisual cubana actual como un elemento de cambio, al igual que lo hicieron, en su momento, los productores independientes. Ambos son frutos de los nuevos tiempos que está viviendo la nación y de los defectos de instituciones que no han sabido o no han podido evolucionar con la agilidad que se reclama”, valoró.
“Pensarlos como aliados y no enemigos, sería un paso muy serio y seguro en los cambios que toda la comunidad audiovisual cubana”, propuso.
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