Escrito por Pablo Soroa Fernández
La captura durante 2012 de siete ejemplares adultos de almiquí (Solenodon cubanus) en la meseta del Toldo, en el Parque Nacional Alejandro de Humboldt (PNAH), ha sido el saldo más significativo de una investigación iniciada en los albores del presente siglo en esa importante área protegida, que comparten las provincias orientales de Guantánamo y Holguín.
Expertos internacionales consideran esa “redada”, de las que fueron “víctimas” cuatro machos y tres hembras, como un acontecimiento ornitológico de trascendencia, tal vez el más importante de esa rama durante los años transcurridos de la actual centuria, ya que se vincula a los primeros estudios in situ sobre los lugares frecuentados por ese animalito de hábitos sigilosos y nocturnos, hasta hace poco considerado extinto para la ciencia.
Efecto de las indagaciones fue la conclusión de que los hábitats del almiquí evaluados ( pluvisilvas de baja altitud, la submontaña, y de montaña) cuentan con excelentes condiciones físicas para garantizar su protección y conservación, y augurarle larga vida por ahora, de ahí que, luego de su cautiverio de dos días –con fines investigativos- fueran devueltos a su medio natural.
El optimismo es unánime en los participantes en la indagación, en la cual se involucraron la Unidad de Servicios Ambientales (UPSA) del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) en Guantánamo, y las universidades de Tsukuba, Hokkaido, y de Educación de Miyage, todas de Japón, país que se incorporó al proyecto durante el año anterior.
El Máster en Ciencias Gerardo Begué, subdirector técnico de la UPSA y precursor de la iniciativa, aclaró a la AIN que la parte nipona ha aportado tecnología y el conocimiento de sus integrantes sobre la ornitofauna mundial.
Aclara el entrevistado que las entidades nacionales mencionadas, junto al Instituto de Ecología y Sistemática del CITMA y a la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, anteceden en casi dos décadas a los foráneos en la pesquisa de ese mamífero placentario, fósil viviente que habita, además, la vecina isla de la Española, donde se le conoce como soledononte (Solenodon paradoxus).
De acuerdo con la propia fuente, el interés de la ciencia por conservar ambas especies, en peligro crítico de extinción, solo es igualado al que suscitan el Carpintero Real (Camphepilus principalis) y el gavilán caguarero o Chondrohierax wilsonii, el primero de ellos avistado por última vez, en la pasada década de los 80, en Cupeyal del Norte, uno de los sectores del propio Parque.
En la zona también fueron detectadas evidencias referidas a la probable presencia de un mayor número de este mamífero endémico cubano, mientras otro resultó filmado por una cámara trampa.
Esos hitos insinúan la probable recuperación de las escasas poblaciones reportadas hace medio siglo.
En ese lapso muy pocos “individuos” se habían ofrecido a la lente de las cámaras o a la pupila de transeúntes, investigadores y de los campesinos de estos intrincados parajes, localizados a más de un millar de kilómetros al este de La Habana.
Para dar una idea del progreso experimentado en la más reciente incursión, baste decir que entre 2000 y 2011 sólo se habían atrapado dos almiquíes (en 2003 y 2004, respectivamente) y el segundo de ellos huyó de la trampa antes de ser estudiado.
Pero el diminuto prófugo (35,5 cm de la cola al hócico, y entre 500 y 715 gramos de peso), está en apuros, a merced de mamíferos mucho más poderosos que él, como el gato salvaje (Felis catus L), uno de los cuales cayó en una trampa montada para su presunta víctima, y otros depredadores como el majá de Santamaría (Epicrates angulifer), la lechuza (Tyto alba), y las ratas negras (Rattus ratuus L) , sin contar con la letalidad de los incendios forestales y los cazadores furtivos.
La ciencia cubana y japonesa llevan a cabo loable y humana labor para preservar al huidizo mamífero, puesto que, como sentenció la ornitóloga Jennifer F.M. Horne, la mayoría de las personas se sienten incómodas al pensar en cualquier muerte y mucho más en la extinción de una especie - algo que un día puede ocurrir a la humana- e interpreta como indulto el hallazgo de una especie que se suponía extinta”.
Ojalá que logre su indulto el tan buscado insectívoro, cuyos antepasados se remontan al cretáceo tardío: entre 97 y 66 millones de años atrás, que todavía persiste en estar con nosotros, y cuya saliva puede atesorar, según algunos científicos, valores biomédicos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por opinar