Luego de décadas sin celebrarse, en 1997, poco antes de la visita del papa Juan Pablo II a Cuba, el gobierno declaró feriado el 25 de diciembre.
La Habana, IPS, 25 dic.- Unos se reúnen en familia para celebrar; otros, reciben las llamadas de familiares que están lejos. Para unos, las fiestas son motivo de alegría, mientras no significan nada en no pocos hogares, donde derrochar en una noche no es una posibilidad. La navidad en Cuba, como el día a día, está marcada por inequidades.
Aunque la economía no está como para festejos- el crecimiento de 2,7 por ciento del Producto Interno Bruto no se refleja en la microeconomía- por estos días muchos dependientes de negocios estatales y privados- tiendas y mercados agropecuarios-, realizan las ventas ataviados con gorros de Santa Claus o Papá Noel, bajo el sol del Trópico.
“Creo que en torno a la Noche Buena, la Navidad y el Fin de Año hay sentimientos encontrados: la mayoría de las personas vive una situación económica tensa, pero a su vez tiene necesidad de celebrar y vivir un momento diferente y para eso aprovechan estas fiestas”, comenta Flora, una ama de casa, que espera ser atendida en una Casa de Cambio (Cadeca).
“No puedo pensar el celebrar, si gasto en cena mi pensión, qué me quedaría para el próximo mes. Pero lo más probable es que mi ahijada me invite a pasarla en su casa”, apunta Haydée Rojas, jubilada de 82 años.
“En mi barrio hubo música, a todo volumen, pero mis padres cuentan que en su cuadra la Noche Buena estuvo más bien silenciosa”, cuenta Rosaura Vázquez, quien aprovechó la víspera del feriado de navidad para mirar novelas en el DVD.
“Nunca he pensado en el significado de esta fecha, desde niña veo el arbolito pero nadie me lo ha explicado. Solo sé que coincide con las vacaciones de invierno y que hoy hay cena concierto de Los Ángeles (grupo musical juvenil de moda)”, dice Lisbet, de 14 años, residente en la barriada de Diez de Octubre.
Para no pocos, los más jóvenes, solo se trata de un árbol navideño con luces y adornos multicolores, pues ni siquiera conocen los antecedentes de la celebración. Estadísticas oficiales indican que más del 70 por ciento de la población cubana nació después de 1959, inicio del proceso revolucionario próximo a celebrar su 55 aniversario.
La Navidad se excluyó del calendario festivo en Cuba en 1969, cuando las autoridades estaban enfrascadas en concentrar todos los recursos y esfuerzos en una zafra azucarera que pretendía cerrar con 10 millones de toneladas.
En diciembre de 1997, el gobierno del entonces presidente Fidel Castro declaró feriado el día 25 de manera excepcional y como gesto especial hacia el Papa Juan Pablo II, quien visitó Cuba en enero de 1998. En diciembre de ese año se oficializó el carácter festivo de la fecha.
Con el regreso de las fiestas navideñas regresaron a las tiendas estatales los árboles, los anuncios alusivos a la celebración, pero no todos pudieron acceder a ellos, debido a que los precios no están al alcance de quienes reciben salarios estatales.
“Yo no sé si la gente come una cosa u otra en específico, creo que más allá de lo que haya sido tradición, cada cual hace lo que puede, no eso de pavo o cerdo, como en otros lugares”, dice un profesional de 43 años.
Por estas fechas se hacen más evidentes las inequidades que vive hoy la sociedad cubana: quien trabaja en sectores emergentes como turismo, empresas extranjeras o reciben un monto suficiente de remesas desde el exterior, tienen más posibilidades de festejar que no pocos profesionales que no acceden a las divisas, pese a cálculos que ubican en más de 60 por ciento de la población las personas que tienen acceso a moneda convertible.
Estudiosos han alertado de la agudización de las inequidades sociales en la etapa actual de la sociedad cubana, donde se mezclan desigualdades relacionadas con género, pobreza, raza, territorio y jefatura de hogar, y la necesidad de, en medio del proceso de actualización económica, atender a las poblaciones más vulnerables.
Las celebraciones alrededor del fin de año están también marcadas por los movimientos migratorios que ha vivido el país. “Mi hijo se fue y me mandó el dinerito que voy a cambiar ahora para que pudiera celebrar, pero de qué me sirve si él y mis nietos están lejos”, dice tristemente Raúl, ex trabajador de la construcción.
La Habana, IPS, 25 dic.- Unos se reúnen en familia para celebrar; otros, reciben las llamadas de familiares que están lejos. Para unos, las fiestas son motivo de alegría, mientras no significan nada en no pocos hogares, donde derrochar en una noche no es una posibilidad. La navidad en Cuba, como el día a día, está marcada por inequidades.
Aunque la economía no está como para festejos- el crecimiento de 2,7 por ciento del Producto Interno Bruto no se refleja en la microeconomía- por estos días muchos dependientes de negocios estatales y privados- tiendas y mercados agropecuarios-, realizan las ventas ataviados con gorros de Santa Claus o Papá Noel, bajo el sol del Trópico.
“Creo que en torno a la Noche Buena, la Navidad y el Fin de Año hay sentimientos encontrados: la mayoría de las personas vive una situación económica tensa, pero a su vez tiene necesidad de celebrar y vivir un momento diferente y para eso aprovechan estas fiestas”, comenta Flora, una ama de casa, que espera ser atendida en una Casa de Cambio (Cadeca).
“No puedo pensar el celebrar, si gasto en cena mi pensión, qué me quedaría para el próximo mes. Pero lo más probable es que mi ahijada me invite a pasarla en su casa”, apunta Haydée Rojas, jubilada de 82 años.
“En mi barrio hubo música, a todo volumen, pero mis padres cuentan que en su cuadra la Noche Buena estuvo más bien silenciosa”, cuenta Rosaura Vázquez, quien aprovechó la víspera del feriado de navidad para mirar novelas en el DVD.
“Nunca he pensado en el significado de esta fecha, desde niña veo el arbolito pero nadie me lo ha explicado. Solo sé que coincide con las vacaciones de invierno y que hoy hay cena concierto de Los Ángeles (grupo musical juvenil de moda)”, dice Lisbet, de 14 años, residente en la barriada de Diez de Octubre.
Para no pocos, los más jóvenes, solo se trata de un árbol navideño con luces y adornos multicolores, pues ni siquiera conocen los antecedentes de la celebración. Estadísticas oficiales indican que más del 70 por ciento de la población cubana nació después de 1959, inicio del proceso revolucionario próximo a celebrar su 55 aniversario.
La Navidad se excluyó del calendario festivo en Cuba en 1969, cuando las autoridades estaban enfrascadas en concentrar todos los recursos y esfuerzos en una zafra azucarera que pretendía cerrar con 10 millones de toneladas.
En diciembre de 1997, el gobierno del entonces presidente Fidel Castro declaró feriado el día 25 de manera excepcional y como gesto especial hacia el Papa Juan Pablo II, quien visitó Cuba en enero de 1998. En diciembre de ese año se oficializó el carácter festivo de la fecha.
Con el regreso de las fiestas navideñas regresaron a las tiendas estatales los árboles, los anuncios alusivos a la celebración, pero no todos pudieron acceder a ellos, debido a que los precios no están al alcance de quienes reciben salarios estatales.
“Yo no sé si la gente come una cosa u otra en específico, creo que más allá de lo que haya sido tradición, cada cual hace lo que puede, no eso de pavo o cerdo, como en otros lugares”, dice un profesional de 43 años.
Por estas fechas se hacen más evidentes las inequidades que vive hoy la sociedad cubana: quien trabaja en sectores emergentes como turismo, empresas extranjeras o reciben un monto suficiente de remesas desde el exterior, tienen más posibilidades de festejar que no pocos profesionales que no acceden a las divisas, pese a cálculos que ubican en más de 60 por ciento de la población las personas que tienen acceso a moneda convertible.
Estudiosos han alertado de la agudización de las inequidades sociales en la etapa actual de la sociedad cubana, donde se mezclan desigualdades relacionadas con género, pobreza, raza, territorio y jefatura de hogar, y la necesidad de, en medio del proceso de actualización económica, atender a las poblaciones más vulnerables.
Las celebraciones alrededor del fin de año están también marcadas por los movimientos migratorios que ha vivido el país. “Mi hijo se fue y me mandó el dinerito que voy a cambiar ahora para que pudiera celebrar, pero de qué me sirve si él y mis nietos están lejos”, dice tristemente Raúl, ex trabajador de la construcción.
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