No parece arriesgado afirmar que Capital in the Twenty-First Century [El capital en el siglo XXI], la obra magna del economista francés Thomas Piketty, será el libro de economía más importante del año (y tal vez de la década). Piketty, posiblemente el mayor experto mundial en desigualdad de rentas y patrimonio, hace algo más que documentar la creciente concentración de la riqueza en manos de una pequeña élite económica. También defiende de forma convincente el argumento de que estamos volviendo al “capitalismo patrimonial”, en el que las altas esferas de la economía están dominadas no solo por los ricos, sino también por los herederos de esa riqueza, de modo que el nacimiento tiene más importancia que el esfuerzo y el talento.
Por supuesto, Piketty reconoce que todavía no hemos llegado a eso. Hasta ahora, la opulencia del 1% superior de Estados Unidos se ha debido principalmente a los sueldos y las primas de los ejecutivos más que a las rentas procedentes de las inversiones y más aún que a la riqueza heredada. Pero seis de los diez estadounidenses más ricos son ya herederos, más que emprendedores hechos a sí mismos, y los hijos de la élite económica de hoy parten de una posición de inmenso privilegio. Como señala Piketty, “el riesgo de un giro hacia la oligarquía es real y da pocos motivos para el optimismo”.
Así es. Y si quieren sentirse aún menos optimistas, piensen en las actividades a las que se dedican muchos políticos de Estados Unidos. Puede que la incipiente oligarquía de EE UU todavía no esté completamente formada, pero uno de nuestros dos principales partidos políticos parece entregado a defender los intereses de la oligarquía.
A pesar de los desesperados intentos de algunos republicanos por fingir que no es así, la mayoría de la gente se da cuenta de que el Partido Republicano actual pone los intereses de los ricos por encima de los de las familias corrientes. Sin embargo, sospecho que hay menos gente que se dé cuenta de hasta qué punto el partido defiende las rentas de la riqueza por encima de las nóminas y los salarios. Y el predominio de los rendimientos del capital, que puede heredarse, sobre los salarios —el predominio de la riqueza sobre el trabajo— es el fundamento del capitalismo patrimonial.
El predominio de los rendimientos del capital es el fundamento del capitalismo patrimonial
Para ver de lo que hablo, empecemos por las políticas y propuestas políticas reales. Todo el mundo sabe que George W. Bush hizo todo lo que pudo por bajarles los impuestos a los muy ricos, que las rebajas destinadas a la clase media que aprobó básicamente eran una estrategia política para ganar más votos. Lo que es menos sabido es que las mayores rebajas fiscales beneficiaron no a los que cobraban sueldos muy altos, sino a los que no tenían oficio ni beneficio y a los herederos de las grandes fortunas. Es cierto que el segmento tributario superior sobre la renta se redujo del 39,6% al 35%. Pero el tipo impositivo más alto sobre los dividendos bajó del 39,6% (porque tributaban como rentas ordinarias) al 15%, y el impuesto sobre el patrimonio se suprimió por completo.
Algunos de estos recortes fiscales se revocaron durante el mandato del presidente Barack Obama, pero la cuestión es que la gran campaña de reducción de la presión fiscal de la época de Bush consistió principalmente en bajar los impuestos que gravaban los rendimientos del capital. Y cuando los republicanos reconquistaron una de las cámaras del Congreso, inmediatamente presentaron un plan —la “hoja de ruta” del representante Paul Ryan— que instaba a la eliminación de los impuestos sobre los intereses, los dividendos, las plusvalías y las propiedades inmobiliarias. Según ese plan, alguien que viviese únicamente de las rentas no tendría que pagar ningún impuesto federal.
Esta parcialidad de la política en favor de los ricos se ha visto reflejada en una parcialidad de la retórica; a menudo, los republicanos parecen tan concentrados en elogiar a los “creadores de empleo” que se olvidan de mencionar a los trabajadores estadounidenses. En 2012, el representante Eric Cantor, líder de la mayoría republicana de la Cámara de Representantes, estuvo en boca de todos por conmemorar el Día del Trabajo con una publicación en Twitter que ensalzaba a los empresarios. Y más recientemente, Cantor les recordó a los asistentes a una concentración del Partido Republicano que la mayoría de los estadounidenses trabajan para otros, lo que explicaba, al menos en parte, por qué tenían tan poco éxito los intentos de poner de relieve el supuesto menosprecio de Obama hacia los empresarios. (Otra explicación es que Obama no ha hecho tal cosa).
Los ingresos de las empresas cada vez están más concentrados en manos de unos pocos
De hecho, no es solo que la mayoría de los estadounidenses no posea una empresa, sino que los ingresos de las empresas y los rendimientos del capital están cada vez más concentrados en manos de unos pocos. En 1979, el 1% de las familias más ricas representaba el 17% de los ingresos empresariales; en 2007, el mismo grupo obtenía el 43% de los ingresos empresariales y el 75% de las plusvalías. Pero este pequeño grupo de élite recibe todo el cariño del Partido Republicano y la mayor parte de su atención política.
¿Por qué está pasando esto? Bueno, tengan en cuenta que los hermanos Koch se encuentran entre los 10 estadounidenses más ricos, al igual que los cuatro herederos de Wal-Mart. Las grandes fortunas sirven para comprar una gran influencia política, y no solo mediante contribuciones a las campañas. Muchos conservadores viven dentro de una burbuja intelectual de comités de expertos y medios de comunicación cautivos que, en última instancia, está financiada por unos cuantos megadonantes. No es de extrañar que quienes están dentro de la burbuja tiendan a dar por hecho, instintivamente, que lo que es bueno para los oligarcas es bueno para Estados Unidos.
Como ya he insinuado, las consecuencias pueden parecer cómicas a veces. Lo que sí hay que recordar, sin embargo, es que la gente de dentro de la burbuja tiene mucho poder, y lo emplea para defender a sus patrocinadores. Y la deriva hacia la oligarquía continúa.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel 2008
© 2014 New York Times Service
Traducción de News Clips
Por supuesto, Piketty reconoce que todavía no hemos llegado a eso. Hasta ahora, la opulencia del 1% superior de Estados Unidos se ha debido principalmente a los sueldos y las primas de los ejecutivos más que a las rentas procedentes de las inversiones y más aún que a la riqueza heredada. Pero seis de los diez estadounidenses más ricos son ya herederos, más que emprendedores hechos a sí mismos, y los hijos de la élite económica de hoy parten de una posición de inmenso privilegio. Como señala Piketty, “el riesgo de un giro hacia la oligarquía es real y da pocos motivos para el optimismo”.
Así es. Y si quieren sentirse aún menos optimistas, piensen en las actividades a las que se dedican muchos políticos de Estados Unidos. Puede que la incipiente oligarquía de EE UU todavía no esté completamente formada, pero uno de nuestros dos principales partidos políticos parece entregado a defender los intereses de la oligarquía.
A pesar de los desesperados intentos de algunos republicanos por fingir que no es así, la mayoría de la gente se da cuenta de que el Partido Republicano actual pone los intereses de los ricos por encima de los de las familias corrientes. Sin embargo, sospecho que hay menos gente que se dé cuenta de hasta qué punto el partido defiende las rentas de la riqueza por encima de las nóminas y los salarios. Y el predominio de los rendimientos del capital, que puede heredarse, sobre los salarios —el predominio de la riqueza sobre el trabajo— es el fundamento del capitalismo patrimonial.
El predominio de los rendimientos del capital es el fundamento del capitalismo patrimonial
Para ver de lo que hablo, empecemos por las políticas y propuestas políticas reales. Todo el mundo sabe que George W. Bush hizo todo lo que pudo por bajarles los impuestos a los muy ricos, que las rebajas destinadas a la clase media que aprobó básicamente eran una estrategia política para ganar más votos. Lo que es menos sabido es que las mayores rebajas fiscales beneficiaron no a los que cobraban sueldos muy altos, sino a los que no tenían oficio ni beneficio y a los herederos de las grandes fortunas. Es cierto que el segmento tributario superior sobre la renta se redujo del 39,6% al 35%. Pero el tipo impositivo más alto sobre los dividendos bajó del 39,6% (porque tributaban como rentas ordinarias) al 15%, y el impuesto sobre el patrimonio se suprimió por completo.
Algunos de estos recortes fiscales se revocaron durante el mandato del presidente Barack Obama, pero la cuestión es que la gran campaña de reducción de la presión fiscal de la época de Bush consistió principalmente en bajar los impuestos que gravaban los rendimientos del capital. Y cuando los republicanos reconquistaron una de las cámaras del Congreso, inmediatamente presentaron un plan —la “hoja de ruta” del representante Paul Ryan— que instaba a la eliminación de los impuestos sobre los intereses, los dividendos, las plusvalías y las propiedades inmobiliarias. Según ese plan, alguien que viviese únicamente de las rentas no tendría que pagar ningún impuesto federal.
Esta parcialidad de la política en favor de los ricos se ha visto reflejada en una parcialidad de la retórica; a menudo, los republicanos parecen tan concentrados en elogiar a los “creadores de empleo” que se olvidan de mencionar a los trabajadores estadounidenses. En 2012, el representante Eric Cantor, líder de la mayoría republicana de la Cámara de Representantes, estuvo en boca de todos por conmemorar el Día del Trabajo con una publicación en Twitter que ensalzaba a los empresarios. Y más recientemente, Cantor les recordó a los asistentes a una concentración del Partido Republicano que la mayoría de los estadounidenses trabajan para otros, lo que explicaba, al menos en parte, por qué tenían tan poco éxito los intentos de poner de relieve el supuesto menosprecio de Obama hacia los empresarios. (Otra explicación es que Obama no ha hecho tal cosa).
Los ingresos de las empresas cada vez están más concentrados en manos de unos pocos
De hecho, no es solo que la mayoría de los estadounidenses no posea una empresa, sino que los ingresos de las empresas y los rendimientos del capital están cada vez más concentrados en manos de unos pocos. En 1979, el 1% de las familias más ricas representaba el 17% de los ingresos empresariales; en 2007, el mismo grupo obtenía el 43% de los ingresos empresariales y el 75% de las plusvalías. Pero este pequeño grupo de élite recibe todo el cariño del Partido Republicano y la mayor parte de su atención política.
¿Por qué está pasando esto? Bueno, tengan en cuenta que los hermanos Koch se encuentran entre los 10 estadounidenses más ricos, al igual que los cuatro herederos de Wal-Mart. Las grandes fortunas sirven para comprar una gran influencia política, y no solo mediante contribuciones a las campañas. Muchos conservadores viven dentro de una burbuja intelectual de comités de expertos y medios de comunicación cautivos que, en última instancia, está financiada por unos cuantos megadonantes. No es de extrañar que quienes están dentro de la burbuja tiendan a dar por hecho, instintivamente, que lo que es bueno para los oligarcas es bueno para Estados Unidos.
Como ya he insinuado, las consecuencias pueden parecer cómicas a veces. Lo que sí hay que recordar, sin embargo, es que la gente de dentro de la burbuja tiene mucho poder, y lo emplea para defender a sus patrocinadores. Y la deriva hacia la oligarquía continúa.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel 2008
© 2014 New York Times Service
Traducción de News Clips
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