Por Lucia Lopez Coll
El mundo paralelo de las nuevas tecnologías.IPS
El auto que avanza a toda velocidad impacta a dos personas que intentan cruzar la calle por delante de un autobús. El golpe brutal lanza los cuerpos por los aires y tras una pirueta espectacular se les ve caer unos metros más adelante. Uno de ellos es alcanzado por segunda vez y arrastrado por el mismo vehículo cuando el conductor es incapaz de evitar la colisión… No, no se trata de una escena filmada en un set de cartón piedra para una película de ficción. Es la vida real y ocurre en una céntrica calle de La Habana.
Imágenes como estas llegaron a mis manos en una memoria flash, ese maravilloso invento que, a falta de otras posibilidades, se ha convertido en uno de los artilugios más socorridos entre nosotros para acceder a todo tipo de material audiovisual, incluida determinada información que no divulgan los medios. Se prestan, se venden o se alquilan documentales, series, películas y programas de toda índole que circulan libremente en soportes digitales sin la intervención de alguna institución estatal que apruebe o desapruebe sus contenidos. Asimismo el correo electrónico, a pesar de las dificultades para acceder a Internet, quizá ha devenido la vía más utilizada para transmitir información de una manera imposible de soñar entre los cubanos apenas veinte años atrás. Esta marea crece de manera prácticamente incontrolable y ante el empuje de las nuevas tecnologías, los medios de difusión oficiales pierden protagonismo, incluso cuando una buena parte de la población en la isla permanece al margen de las ventajas que supone el acceso al mundo digital y hasta se intente limitar el uso del correo electrónico como vía de comunicación de noticias.
Pero mi intención esta vez no es hablar del continente sino del contenido. Sin haber hecho una encuesta, y a riesgo de descubrir el agua tibia, casi me atrevo a asegurar con un mínimo margen de error que los materiales más buscados entre los consumidores son las películas, las telenovelas y las series de televisión. Gracias a esta ilegal pero expedita vía, se han podido ver aquí las películas que acaban de ser galardonadas con los premios Oscar, las telenovelas más lacrimógenas o series de excelente factura, desde la ya clásica The Wire, hasta la más moderna The house of cards, que todavía se emite por una cadena de televisión norteamericana.
Sin embargo el interés del público no se limita a los materiales foráneos pues también sabe disfrutar las realizaciones “made in Cuba”, especialmente aquellas que, por razones diversas y a veces misteriosas, no han sido exhibidas en los medios oficiales o han circulado de manera restringida. Este fue el caso, por ejemplo, del documental de Ian Padrón dedicado al equipo Industriales, Fuera de Liga, que alcanzó una gran difusión por esta vía hasta que su realizador consiguió que se presentara en la televisión.
Me temo que la lista de casos como este podría ser un poco extensa pero solo quisiera citar otros dos ejemplos de audiovisuales que si bien no fueron grabados con el objetivo de ser mostrados al gran público, pueden ser considerados “documentales” en el sentido más preciso del término, por cuanto constituyen testimonios de algún hecho real, que de manera ilegal y gracias a las nuevas tecnologías, también circula entre nosotros.
Como ya se desprende del inicio de este comentario, uno de los videos mencionados muestra una serie de trágicos accidentes de tránsito captados por cámaras colocadas en algunos puntos de la capital. Evidentemente se trata de un material destinado al uso de las autoridades competentes y cuyo mayor interés para alguien ajeno a ese medio es corroborar la absurda irresponsabilidad de choferes y peatones en la vía pública, que pone en peligro la seguridad de todos.
El segundo ejemplo es más interesante aún pues incluye varias grabaciones de hechos delictivos detectados por la policía en diferentes sectores de la economía del país, relacionados casi todas con casos de corrupción, estafa y tramas ilícitas ideadas para obtener dinero u otros beneficios. En no pocas situaciones se trata de personas que desde sus puestos de dirección tuvieron la posibilidad de sustraer productos y recursos, falsificar documentos, traficar influencias, así como sobornar y corromper a otros trabajadores. Y lo más curioso es que los infractores explican en sus declaraciones que pudieron actuar de esa manera debido a la falta de control real y a la relativa facilidad con la que sobornaron o implicaron en el delito a subordinados o a sus propios jefes.
La alta circulación de estas y otras grabaciones de contenido diverso es un indicador de la necesidad del público cubano de acceder a una serie de temas ausentes de los medios, y un claro aviso de que si se pretende en serio acortar las distancias entre lo que se divulga oficialmente y los sucesos de la vida cotidiana que pueden resultar de verdadero interés para la población, habrá que abrirles las puertas de los medios.
Entiendo que tal vez puedan considerarse inadecuadas, por su crudeza, las imágenes de una persona atropellada tomada de la vida real, aunque pienso en la conveniencia de aprovechar su impacto para reforzar campañas y programas que realiza la televisión con el objetivo de prevenir accidentes de tránsito. Quizá la inserción bien dosificada de estos testimonios, alejados de cualquier enfoque sensacionalista propio de un show mediático, amplificaría el alcance de esas campañas preventivas y las harían más disuasorias y efectivas en su misión de activar la percepción del peligro asociado a un comportamiento imprudente en la vía pública.
En cuanto al segundo ejemplo, es evidente su interés para cualquier cubano, por lo que también deberían hacerse públicas y su transmisión podría complementarse con una análisis profundo y valiente sobre las diversas causas que en nuestra sociedad favorecen la ejecución de este tipo de delito.
En primer lugar la ocurrencia de tales hechos no solo puede imputarse a la crisis de valores (que existe), o a la ambición personal (que no falta). Porque si realmente se quiere explicar y combatir este fenómeno no basta con atacar su manifestación más evidente, sino también sus causas. Y estas son múltiples y complejas, desde la falta de controles efectivos ya señalados, hasta la incuestionable imposibilidad de cualquier trabajador de afrontar el costo de la vida en Cuba con los actuales salarios, algo que muchas veces los impulsa a buscar soluciones que llegan a traspasar incluso los límites legales. Y si bien esta circunstancia no justifica la derivación hacia un comportamiento delictivo, sí debe considerarse entre los factores que lo favorecen.
Lo cierto es que este tipo de situación atañe por igual al panadero que vende harina “por la izquierda”, como al administrador de una tienda por departamentos cuya casa necesita reparación y no puede costear con su sueldo los materiales necesarios para realizar la obra. Tanto se ha extendido entre nosotros esa manera de afrontar la solución de los numerosos problemas cotidianos, que aquí viene como anillo al dedo la conocida frase bíblica “que tire la primera piedra aquel que esté libre de pecado”, pues quién no haya comprado en el mercado negro una bolsa de leche en polvo, habrá “resuelto” una “balita” de gas o una botella de aceite…, todos artículos de primera necesidad. La tentación, incluso, ha tocado la puerta de algunos que parecían estar cerca del bien y lejos del mal: dirigentes de la Unión de Jóvenes Comunistas, del Poder Popular y del Partido. Sobre algunos de estos casos hemos recibido una escueta noticia y de otros nos han llegado vagos rumores, pues se trata de un tema que raramente se ventila a “calzón quitado” en los medios públicos, aunque ahora empiezan a ser conocidos a través de medios alternativos como las memorias flash, correo electrónico, etc.
Con películas realizadas al margen de la industria, las impactantes imágenes de un accidente de tránsito o algunos de los operativos realizados por la policía, lo cierto es que se ha creado una suerte de circuito independiente que se consolida cada vez más con el soporte de las nuevas tecnologías y al cual permanecen ajenos por el momento los medios oficiales. Mundos paralelos que no parecen tocarse jamás. (2014)
El auto que avanza a toda velocidad impacta a dos personas que intentan cruzar la calle por delante de un autobús. El golpe brutal lanza los cuerpos por los aires y tras una pirueta espectacular se les ve caer unos metros más adelante. Uno de ellos es alcanzado por segunda vez y arrastrado por el mismo vehículo cuando el conductor es incapaz de evitar la colisión… No, no se trata de una escena filmada en un set de cartón piedra para una película de ficción. Es la vida real y ocurre en una céntrica calle de La Habana.
Imágenes como estas llegaron a mis manos en una memoria flash, ese maravilloso invento que, a falta de otras posibilidades, se ha convertido en uno de los artilugios más socorridos entre nosotros para acceder a todo tipo de material audiovisual, incluida determinada información que no divulgan los medios. Se prestan, se venden o se alquilan documentales, series, películas y programas de toda índole que circulan libremente en soportes digitales sin la intervención de alguna institución estatal que apruebe o desapruebe sus contenidos. Asimismo el correo electrónico, a pesar de las dificultades para acceder a Internet, quizá ha devenido la vía más utilizada para transmitir información de una manera imposible de soñar entre los cubanos apenas veinte años atrás. Esta marea crece de manera prácticamente incontrolable y ante el empuje de las nuevas tecnologías, los medios de difusión oficiales pierden protagonismo, incluso cuando una buena parte de la población en la isla permanece al margen de las ventajas que supone el acceso al mundo digital y hasta se intente limitar el uso del correo electrónico como vía de comunicación de noticias.
Pero mi intención esta vez no es hablar del continente sino del contenido. Sin haber hecho una encuesta, y a riesgo de descubrir el agua tibia, casi me atrevo a asegurar con un mínimo margen de error que los materiales más buscados entre los consumidores son las películas, las telenovelas y las series de televisión. Gracias a esta ilegal pero expedita vía, se han podido ver aquí las películas que acaban de ser galardonadas con los premios Oscar, las telenovelas más lacrimógenas o series de excelente factura, desde la ya clásica The Wire, hasta la más moderna The house of cards, que todavía se emite por una cadena de televisión norteamericana.
Sin embargo el interés del público no se limita a los materiales foráneos pues también sabe disfrutar las realizaciones “made in Cuba”, especialmente aquellas que, por razones diversas y a veces misteriosas, no han sido exhibidas en los medios oficiales o han circulado de manera restringida. Este fue el caso, por ejemplo, del documental de Ian Padrón dedicado al equipo Industriales, Fuera de Liga, que alcanzó una gran difusión por esta vía hasta que su realizador consiguió que se presentara en la televisión.
Me temo que la lista de casos como este podría ser un poco extensa pero solo quisiera citar otros dos ejemplos de audiovisuales que si bien no fueron grabados con el objetivo de ser mostrados al gran público, pueden ser considerados “documentales” en el sentido más preciso del término, por cuanto constituyen testimonios de algún hecho real, que de manera ilegal y gracias a las nuevas tecnologías, también circula entre nosotros.
Como ya se desprende del inicio de este comentario, uno de los videos mencionados muestra una serie de trágicos accidentes de tránsito captados por cámaras colocadas en algunos puntos de la capital. Evidentemente se trata de un material destinado al uso de las autoridades competentes y cuyo mayor interés para alguien ajeno a ese medio es corroborar la absurda irresponsabilidad de choferes y peatones en la vía pública, que pone en peligro la seguridad de todos.
El segundo ejemplo es más interesante aún pues incluye varias grabaciones de hechos delictivos detectados por la policía en diferentes sectores de la economía del país, relacionados casi todas con casos de corrupción, estafa y tramas ilícitas ideadas para obtener dinero u otros beneficios. En no pocas situaciones se trata de personas que desde sus puestos de dirección tuvieron la posibilidad de sustraer productos y recursos, falsificar documentos, traficar influencias, así como sobornar y corromper a otros trabajadores. Y lo más curioso es que los infractores explican en sus declaraciones que pudieron actuar de esa manera debido a la falta de control real y a la relativa facilidad con la que sobornaron o implicaron en el delito a subordinados o a sus propios jefes.
La alta circulación de estas y otras grabaciones de contenido diverso es un indicador de la necesidad del público cubano de acceder a una serie de temas ausentes de los medios, y un claro aviso de que si se pretende en serio acortar las distancias entre lo que se divulga oficialmente y los sucesos de la vida cotidiana que pueden resultar de verdadero interés para la población, habrá que abrirles las puertas de los medios.
Entiendo que tal vez puedan considerarse inadecuadas, por su crudeza, las imágenes de una persona atropellada tomada de la vida real, aunque pienso en la conveniencia de aprovechar su impacto para reforzar campañas y programas que realiza la televisión con el objetivo de prevenir accidentes de tránsito. Quizá la inserción bien dosificada de estos testimonios, alejados de cualquier enfoque sensacionalista propio de un show mediático, amplificaría el alcance de esas campañas preventivas y las harían más disuasorias y efectivas en su misión de activar la percepción del peligro asociado a un comportamiento imprudente en la vía pública.
En cuanto al segundo ejemplo, es evidente su interés para cualquier cubano, por lo que también deberían hacerse públicas y su transmisión podría complementarse con una análisis profundo y valiente sobre las diversas causas que en nuestra sociedad favorecen la ejecución de este tipo de delito.
En primer lugar la ocurrencia de tales hechos no solo puede imputarse a la crisis de valores (que existe), o a la ambición personal (que no falta). Porque si realmente se quiere explicar y combatir este fenómeno no basta con atacar su manifestación más evidente, sino también sus causas. Y estas son múltiples y complejas, desde la falta de controles efectivos ya señalados, hasta la incuestionable imposibilidad de cualquier trabajador de afrontar el costo de la vida en Cuba con los actuales salarios, algo que muchas veces los impulsa a buscar soluciones que llegan a traspasar incluso los límites legales. Y si bien esta circunstancia no justifica la derivación hacia un comportamiento delictivo, sí debe considerarse entre los factores que lo favorecen.
Lo cierto es que este tipo de situación atañe por igual al panadero que vende harina “por la izquierda”, como al administrador de una tienda por departamentos cuya casa necesita reparación y no puede costear con su sueldo los materiales necesarios para realizar la obra. Tanto se ha extendido entre nosotros esa manera de afrontar la solución de los numerosos problemas cotidianos, que aquí viene como anillo al dedo la conocida frase bíblica “que tire la primera piedra aquel que esté libre de pecado”, pues quién no haya comprado en el mercado negro una bolsa de leche en polvo, habrá “resuelto” una “balita” de gas o una botella de aceite…, todos artículos de primera necesidad. La tentación, incluso, ha tocado la puerta de algunos que parecían estar cerca del bien y lejos del mal: dirigentes de la Unión de Jóvenes Comunistas, del Poder Popular y del Partido. Sobre algunos de estos casos hemos recibido una escueta noticia y de otros nos han llegado vagos rumores, pues se trata de un tema que raramente se ventila a “calzón quitado” en los medios públicos, aunque ahora empiezan a ser conocidos a través de medios alternativos como las memorias flash, correo electrónico, etc.
Con películas realizadas al margen de la industria, las impactantes imágenes de un accidente de tránsito o algunos de los operativos realizados por la policía, lo cierto es que se ha creado una suerte de circuito independiente que se consolida cada vez más con el soporte de las nuevas tecnologías y al cual permanecen ajenos por el momento los medios oficiales. Mundos paralelos que no parecen tocarse jamás. (2014)
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