Por Denisse Delgado Vázquez
Las características que presenta la emigración externa cubana, sus dinámicas actuales y la diversidad de los procesos que con ellas se entrecruzan, unidas a los cambios que experimenta el país, conducen a pensar en la emigración como un fenómeno que trasciende cifras, estadísticas y gráficas. Son la subjetividad, el imaginario, la memoria, los lazos establecidos y buscados por quienes se encuentran dentro y fuera del archipiélago, más allá de las dificultades y esfuerzos para lograrlos, elementos intrínsecos de los procesos migratorios.
En estos, las redes sociales expresan múltiples relaciones interpersonales que circulan entre quienes se encuentran en territorios distintos. Estar lejos físicamente de donde se nace no significa un divorcio de las raíces. Las redes sociales vinculan a migrantes en el punto de destino con familiares, amigos y/o coterráneos en el lugar de origen.
En el contexto globalizado y globalizante en que vivimos, los recursos fluyen, la cultura viaja. Frases, hábitos, costumbres, gustos -y también disgustos-, circulan mediante símbolos, imágenes, discursos, influencias y ayudas varias, compromisos, productos, objetos, dinero… uniéndonos más allá de nuestro país de residencia.
En este sentido, los avances tecnológicos desdibujan las fronteras que delimitan a estados y territorios, pues a través de llamadas telefónicas, mensajería móvil, correos electrónicos, YouTube, Facebook, chats, foros y otros espacios online se rompen barreras que la distancia física había impuesto a la comunicación en los procesos migratorios.
De este modo, se conectan en el ámbito virtual, simultáneamente, las vidas cotidianas de personas que funcionan con husos horarios diferentes. Se comparten sentidos, y aunque las condiciones de acceso de Cuba a las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) no son ampliamente extendidas, el ciberespacio coloca una plataforma donde intercambian “los de allá y los de acá”.
Además, para quienes viven fuera de la Isla, las redes sociales online ayudan a estar al tanto, facilitan el acercamiento a las raíces, permiten transmitir sentimientos -no pocas veces contradictorios-, y expresar todo aquello que se encuentra latente en el imaginario desde la diáspora. El ciberespacio crea un entorno y provee identidad. ¿Qué elementos de mi tierra extraño al encontrarme lejos de ella? ¿Qué situaciones, imágenes, personas, lugares y costumbres quisiera llevar conmigo, grabar/fotografiar, al visitar la Isla?
El imaginario y la memoria acompañan la vida de quienes cruzan las aguas territoriales de Cuba. Este se ha convertido en un nicho de atención. Coherentemente, en la facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Habana se desarrolla una tesis de licenciatura donde se analiza el discurso de videos no profesionales colgados en YouTube sobre familias cubanas transnacionales.
Precisamente, el transnacionalismo agrega la idea de la participación diversa a través de iniciativas sociales y/o culturales, económicas, políticas, hacia la sociedad de origen y la de recepción.
Se podría mencionar, por ejemplo, el desarrollo de prácticas religiosas en la Isla donde participan cubanos que viven fuera de ella y extranjeros que la visitan concretamente para participar de estas actividades, o referir el desarrollo de dichas prácticas fuera de Cuba, con la presencia de cubanos que se desplazan hacia otras latitudes con el fin de promover su cultura.
También podría hablarse de los apoyos económicos ofrecidos por residentes en el exterior y extranjeros para el desarrollo de estas prácticas en la Isla, que en ocasiones se encuentran vinculadas con el complejo fenómeno de la mercantilización de algunas religiones.
Por otro lado, es reconocido el papel de las redes transnacionales en la reducción de riesgos asociados a la migración en el país de destino, en tanto los migrantes son ayudados por sus familiares o amigos que migraron y se asentaron con anterioridad.
La inserción laboral es más probable en territorios donde existen flujos migratorios acumulativos del pasado. Los coterráneos emigrados ayudan a su familia o amigo recién llegado a lograr relaciones directas con empleadores o dueños de negocios, recomiendan sus capacidades y cualidades. De este modo, los vínculos transnacionales constituyen redes de apoyo que reducen los costos asociados a la migración y a la inserción en el mercado laboral extranjero.
A tono con el tema laboral, a partir de las modificaciones realizadas en la Ley Migratoria de Cuba en enero de 2013, se puede percibir que más cubanos emigran con el fin de realizar trabajos temporales en el exterior, regresar a la Isla con ingresos e invertirlos en el desarrollo de negocios privados, o simplemente consumirlos, lo que se convierte en un ciclo repetitivo.
El fenómeno de la circularidad aumenta, también condicionado por el otorgamiento de doble ciudadanía -según las regulaciones migratorias de las naciones-, por lo que algunos cubanos comparten su tiempo de estancia entre dos o más países en el año.
Mediante el transnacionalismo se crean campos sociales que incluyen iniciativas económicas para potenciar las oportunidades en las áreas de origen y de recepción. Es el caso de familias cubanas con negocios privados que reciben remesas económicas de familiares y amigos residentes en el exterior para el desarrollo de sus empresas, o de inversiones cuyos beneficios y ganancias son enviados al exterior, así como informes que dan cuenta del desarrollo de la actividad.
Según el sociólogo Alejandro Portes, los migrantes mejor establecidos, que conservan su idioma, cultura y cuentan con mayor seguridad económica, tienen mayor probabilidad de participar en iniciativas a través de las fronteras, por lo que no existe una contradicción entre la integración y el transnacionalismo. Las familias funcionan como importantes redes de apoyo.
Consuelo Martín señala en su tesis en opción al grado de Doctora en Ciencias Psicológicas (Cuba. Vida cotidiana, familia y emigración) que las familias transnacionales trabajan sus lazos y los forjan de manera permanente a través de múltiples vías con el fin de reducir los efectos que la distancia impone.
Los procesos migratorios entrañan una relación en que se gana y se pierde al mismo tiempo. A la vez que provocan rupturas, establecen vínculos. El acto migratorio plantea beneficios para el migrante y para su familia, referidos a una mejoría en el nivel de vida y a la posibilidad de reunión con familiares o amigos y conocidos que se encontraban lejos; pero dibuja costos personales de variada naturaleza, que incluyen la separación de otros familiares y seres queridos. De igual modo, en la familia se produce un vacío en los roles y funciones que desempeñaba en la cotidianidad quien ha emigrado. Son modificados y se produce su reestructuración en el hogar.
Cuba es un país que no escapa al fenómeno de la globalización. Quienes se encuentran de un lado y otro del mar buscan la forma de estar en contacto. Se juntan ideas e iniciativas culturales, religiosas, prácticas económicas, lo cual es cada vez más visible.
Las dinámicas actuales requieren que la emigración sea pensada con naturalidad. Pensar, por ejemplo, en los espacios que otorgan los estados de los países implicados -o que deberían otorgar- a las familias cubanas protagonistas de los procesos migratorios, para una participación más amplia. Replantearse -una y otra vez- los derechos, roles y funciones de quienes emigran, y la posibilidad de participación directa en proyectos de desarrollo del país en el cual nacieron. Y de cara al diálogo, comprender las subjetividades diversas de quienes -y tomo prestada la metáfora de Amado del Pino- viven con dos relojes. Los tiempos actuales reclaman plantearnos a Cuba como un país transnacional.
En estos, las redes sociales expresan múltiples relaciones interpersonales que circulan entre quienes se encuentran en territorios distintos. Estar lejos físicamente de donde se nace no significa un divorcio de las raíces. Las redes sociales vinculan a migrantes en el punto de destino con familiares, amigos y/o coterráneos en el lugar de origen.
En el contexto globalizado y globalizante en que vivimos, los recursos fluyen, la cultura viaja. Frases, hábitos, costumbres, gustos -y también disgustos-, circulan mediante símbolos, imágenes, discursos, influencias y ayudas varias, compromisos, productos, objetos, dinero… uniéndonos más allá de nuestro país de residencia.
En este sentido, los avances tecnológicos desdibujan las fronteras que delimitan a estados y territorios, pues a través de llamadas telefónicas, mensajería móvil, correos electrónicos, YouTube, Facebook, chats, foros y otros espacios online se rompen barreras que la distancia física había impuesto a la comunicación en los procesos migratorios.
De este modo, se conectan en el ámbito virtual, simultáneamente, las vidas cotidianas de personas que funcionan con husos horarios diferentes. Se comparten sentidos, y aunque las condiciones de acceso de Cuba a las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) no son ampliamente extendidas, el ciberespacio coloca una plataforma donde intercambian “los de allá y los de acá”.
Además, para quienes viven fuera de la Isla, las redes sociales online ayudan a estar al tanto, facilitan el acercamiento a las raíces, permiten transmitir sentimientos -no pocas veces contradictorios-, y expresar todo aquello que se encuentra latente en el imaginario desde la diáspora. El ciberespacio crea un entorno y provee identidad. ¿Qué elementos de mi tierra extraño al encontrarme lejos de ella? ¿Qué situaciones, imágenes, personas, lugares y costumbres quisiera llevar conmigo, grabar/fotografiar, al visitar la Isla?
El imaginario y la memoria acompañan la vida de quienes cruzan las aguas territoriales de Cuba. Este se ha convertido en un nicho de atención. Coherentemente, en la facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad de La Habana se desarrolla una tesis de licenciatura donde se analiza el discurso de videos no profesionales colgados en YouTube sobre familias cubanas transnacionales.
Precisamente, el transnacionalismo agrega la idea de la participación diversa a través de iniciativas sociales y/o culturales, económicas, políticas, hacia la sociedad de origen y la de recepción.
Se podría mencionar, por ejemplo, el desarrollo de prácticas religiosas en la Isla donde participan cubanos que viven fuera de ella y extranjeros que la visitan concretamente para participar de estas actividades, o referir el desarrollo de dichas prácticas fuera de Cuba, con la presencia de cubanos que se desplazan hacia otras latitudes con el fin de promover su cultura.
También podría hablarse de los apoyos económicos ofrecidos por residentes en el exterior y extranjeros para el desarrollo de estas prácticas en la Isla, que en ocasiones se encuentran vinculadas con el complejo fenómeno de la mercantilización de algunas religiones.
Por otro lado, es reconocido el papel de las redes transnacionales en la reducción de riesgos asociados a la migración en el país de destino, en tanto los migrantes son ayudados por sus familiares o amigos que migraron y se asentaron con anterioridad.
La inserción laboral es más probable en territorios donde existen flujos migratorios acumulativos del pasado. Los coterráneos emigrados ayudan a su familia o amigo recién llegado a lograr relaciones directas con empleadores o dueños de negocios, recomiendan sus capacidades y cualidades. De este modo, los vínculos transnacionales constituyen redes de apoyo que reducen los costos asociados a la migración y a la inserción en el mercado laboral extranjero.
A tono con el tema laboral, a partir de las modificaciones realizadas en la Ley Migratoria de Cuba en enero de 2013, se puede percibir que más cubanos emigran con el fin de realizar trabajos temporales en el exterior, regresar a la Isla con ingresos e invertirlos en el desarrollo de negocios privados, o simplemente consumirlos, lo que se convierte en un ciclo repetitivo.
El fenómeno de la circularidad aumenta, también condicionado por el otorgamiento de doble ciudadanía -según las regulaciones migratorias de las naciones-, por lo que algunos cubanos comparten su tiempo de estancia entre dos o más países en el año.
Mediante el transnacionalismo se crean campos sociales que incluyen iniciativas económicas para potenciar las oportunidades en las áreas de origen y de recepción. Es el caso de familias cubanas con negocios privados que reciben remesas económicas de familiares y amigos residentes en el exterior para el desarrollo de sus empresas, o de inversiones cuyos beneficios y ganancias son enviados al exterior, así como informes que dan cuenta del desarrollo de la actividad.
Según el sociólogo Alejandro Portes, los migrantes mejor establecidos, que conservan su idioma, cultura y cuentan con mayor seguridad económica, tienen mayor probabilidad de participar en iniciativas a través de las fronteras, por lo que no existe una contradicción entre la integración y el transnacionalismo. Las familias funcionan como importantes redes de apoyo.
Consuelo Martín señala en su tesis en opción al grado de Doctora en Ciencias Psicológicas (Cuba. Vida cotidiana, familia y emigración) que las familias transnacionales trabajan sus lazos y los forjan de manera permanente a través de múltiples vías con el fin de reducir los efectos que la distancia impone.
Los procesos migratorios entrañan una relación en que se gana y se pierde al mismo tiempo. A la vez que provocan rupturas, establecen vínculos. El acto migratorio plantea beneficios para el migrante y para su familia, referidos a una mejoría en el nivel de vida y a la posibilidad de reunión con familiares o amigos y conocidos que se encontraban lejos; pero dibuja costos personales de variada naturaleza, que incluyen la separación de otros familiares y seres queridos. De igual modo, en la familia se produce un vacío en los roles y funciones que desempeñaba en la cotidianidad quien ha emigrado. Son modificados y se produce su reestructuración en el hogar.
Cuba es un país que no escapa al fenómeno de la globalización. Quienes se encuentran de un lado y otro del mar buscan la forma de estar en contacto. Se juntan ideas e iniciativas culturales, religiosas, prácticas económicas, lo cual es cada vez más visible.
Las dinámicas actuales requieren que la emigración sea pensada con naturalidad. Pensar, por ejemplo, en los espacios que otorgan los estados de los países implicados -o que deberían otorgar- a las familias cubanas protagonistas de los procesos migratorios, para una participación más amplia. Replantearse -una y otra vez- los derechos, roles y funciones de quienes emigran, y la posibilidad de participación directa en proyectos de desarrollo del país en el cual nacieron. Y de cara al diálogo, comprender las subjetividades diversas de quienes -y tomo prestada la metáfora de Amado del Pino- viven con dos relojes. Los tiempos actuales reclaman plantearnos a Cuba como un país transnacional.
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