"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 3 de mayo de 2014

Las distorsiones aumentan la paranoia sobre la inflación


Por: Paul Krugman Premio Nobel Economía


He estado pensando en cómo hablamos –o no hablamos– de la conveniencia de los objetivos de inflación baja.

Como señalaba recientemente, el informe Perspectivas Económicas Mundiales del Fondo Monetario Internacional expone unos argumentos convincentes a favor de aumentar el objetivo por encima del 2%, pero evita decirlo de una forma tan explícita, y recurre a unos eufemismos en clave. Mientras tanto, la paranoia de la inflación es en gran parte partidista. En mis notas para una reciente clase en Princeton (pueden verlas aquí: bit.ly/1iU9Qd8), hice una lista de las personas que firmaron una carta abierta de 2010 a Ben Bernanke, el por aquel entonces presidente de la Reserva Federal, en la que advertían de la “devaluación” del dólar por la relajación cuantitativa; es evidente que todas las personas de la lista son republicanos muy comprometidos, y también hay algunas personas con la ideología adecuada pero que no tienen credenciales profesionales relevantes. (¿William Kristol y Dan Senor son expertos monetarios?)

Entonces, ¿qué está pasando aquí? Permítanme insinuar que, en el fondo, es un asunto de clases. La política monetaria no es realmente neutral desde el punto de vista tecnocrático y político; la inflación moderada puede ser buena para el empleo, especialmente si estás tratando de eliminar un exceso de deuda, pero es mala para el 0,1% de los estadounidenses más ricos. Y ese hecho acaba ejerciendo una enorme influencia sobre la discusión.
Déjenme empezar con un misterio histórico, o más bien un misterio sobre cómo se recuerda la historia. A lo largo del reciente debate sobre política monetaria en EE UU hemos oído advertencias apocalípticas sobre Zimbabue, Weimar y todo eso, pero también alusiones constantes a la década de 1970. Mi bando del debate ha hecho hincapié en explicar por qué esta situación no se parece en nada a la década de 1970. Pero háganse una pregunta diferente: ¿cómo se ha llegado a considerar a la década de 1970 la peor de las épocas?

Sin duda no fue una buena época, pero las épocas realmente malas para las familias trabajadoras normales fueron las grandes recesiones, que se produjeron durante el gobierno de Reagan, hasta cierto punto de George H.W. Bush y, sobre todo, después de la reciente crisis financiera. Piensen en lo raro que es, teniendo en cuenta esta historia, que la gente en 2010 o 2011, en plena catástrofe, dijese, “¡Cuidado, si no somos cautos esto podría convertirse en la década de 1970!” (añadan una música siniestra).

Pero había personas para las cuales la década de 1970 fue realmente la peor de todas las épocas, a saber, los propietarios de activos financieros. ¿Y a quién le importan mucho los activos financieros y no demasiado las rentas del trabajo? Al 0,1% que, según una investigación de los economistas Emmanuel Sáez y Gabriel Zucman, “solo” recibe aproximadamente el 4% de los salarios totales, pero posee más del 20% de la riqueza y seguramente una proporción mayor de activos financieros.

La economista Carmen Reinhart ha sostenido convincentemente en el pasado que los países muy endeudados normalmente eliminan su deuda en gran parte a través de la “represión financiera”, manteniendo los tipos de interés bajos mientras reducen una parte de la deuda. El caso es que, aunque esto parezca malo, no lo es realmente para la inmensa mayoría de la gente.

A Gran Bretaña le fue mucho mejor con la represión financiera después de la Segunda Guerra Mundial de lo que le fue con la ortodoxia después de la Primera. Pero existe un grupo pequeño, pero influyente, al que, de hecho, le perjudica la represión financiera: una vez más, el 0,1%.

Ahora bien, no creo que el 0,1% y sus defensores se estén acariciando los bigotes a escondidas y se estén riendo disimuladamente de cómo están usando la ilusión de una política sensata para enriquecerse a costa del 99%. Los hermanos Koch ni siquiera tienen bigote.

Pero creo que el verdadero conflicto entre lo que es bueno para los oligarcas y lo que es bueno para la economía está teniendo, indirectamente, un poderoso efecto que distorsiona el debate.

Traducción de News Clips.

© 2014 The New York Times.

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