Sombría mañana en La Habana, y no precisamente por el clima, sino por un titular de la agencia AP tan inquietante como “A qué huelen el Che Guevara y Hugo Chávez en Cuba”, que traía la noticia de la presentación de dos perfumes en el congreso Labiofam 2014.
“Hugo” y “Ernesto” son los nombres con que se les “honra” con un perfume, señalaba la nota. ¿Cómo no ser incrédulos ante esto? ¿Cómo asimilarlo? Veía primero una burla, una “máquina”… hasta que aparecen en el texto las citas y va tomando un formato más serio y dicen los expertos químicos y diseñadores cubanos que trabajaron en su elaboración, que se espera que el aroma haga pensar en atributos como heroicidad o gallardía.
Un perfume, una esencia que pretende guardar un alma y proponerla, proyectarla, un artificio, que no está mal como artificio. Pero… no se pone al Che Guevara y a Hugo Chávez en un pomito de cosa. No se juega a la apertura con símbolos, no se sobrepone una ¿racionalidad? económica a un tejido sentimental, emocional como el que se arma en torno a la memoria de estos hombres.
“Vaya, coge tu Ernesto aquí”, bromeó alguien en las redes. La vulgarización del símbolo, la aplanadora de sentido que hace todo equivalente a todo: da igual el Che Guevara que Pitbull y así sucesivamente. El relativismo cañonero que desconoce jerarquías. Guerrilla-escenario-luces-fango-piojos-higiene-sandwich-depilación-enquépuedoayudarlo.
“Colocado sobre la piel, “Ernesto” es más amaderado y dulce con un dejo refrescante, mientras “Hugo” tiene un olor más suave, a frutos tropicales y se percibe menos penetrante”. Surrealismo. Caos. Sentido común acribillado.
“Van a ser perfumes muy atractivos, pero el nombre para nosotros significa (también) mucho”, dijo Isbel González, vicepresidente de investigación y desarrollo de Labiofam, a la vez que mostraba los dos pequeños frascos. Eso sí, con la esperanza de que “algún día se pondrán en botellas más elegantes y se etiquetarán llamativamente para ser colocadas en los estantes de las tiendas”. Y que conste que también el nombre significa mucho, ya al pasar.
Mario Valdés, el bioquímico al frente del proyecto, dice sin empacho a AP que “Fue un reto grandísimo”. “Son esencias obtenidas a partir de productos naturales y elaboradas por una firma comercial, que es Robertet de Francia”, y a las cuales Cuba les aplicó tecnología propia para lograr la fijación.
Las reacciones ante la noticia van desde la indignación hasta la sátira. Muchos, en ejercicio de un conveniente sentido del humor, que hace que toda actitud diferente pase por una sobredimensión de las cosas, o un rechazo condenado; en cambio, la risa queda como propia de la frescura del experimentado, la serenidad del ya esto lo conozco, sé cómo termina, lo que toca es reírnos y pasarla bien. Digo yo, si la risa sigue como va, un día nos van a abrir una sombrilla en el ojo y nos vamos a orinar de carcajadas.
Misteriosamente, transcurrió al menos un año y medio en que mucha gente estuvo al tanto de esta incursión en la perfumería con valores pretendidamente ideológicos. Los laboratorios se dan cobertura anotando que la decisión de los nombres se apoyó en una encuesta a 122 personas, y la consulta a las familias de ambas personalidades. (Que ya no les pertenecen solo a ellas).
Llegado este punto, solo queda exigir que estos frascos no lleguen a una vidriera de tienda, parte de una oscura estrategia comercial que indiscrimina y profana, invitando tácitamente: Perfúmese de líder popular, héroe o guerrillero, entre en la onda de la izquierda.
Solo me queda el silencio, y cercenarme los órganos olfativos, dijo un amigo en Facebook esta mañana.
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