Por Ángel Guerra Cabrera
El Estado Plurinacional de Bolivia es uno de los pocos en América Latina y en el mundo, donde los derechos humanos son defendidos, respetados y perfeccionados por el Estado con una visión integral. Esos derechos no son vistos como el mero trámite formal de depositar el voto en cada elección sino como una activa participación de los ciudadanos y las organizaciones indígenas y populares tanto en los procesos electorales, como en general, en la decisión cotidiana de los asuntos públicos. Además, el Estado boliviano no limita el concepto de derechos humanos a los derechos políticos, sino los extiende a los económicos, sociales y culturales, tutelando su cumplimiento en la práctica como veremos más adelante.
El presidente Evo Morales se caracteriza por cumplir a cabalidad sus promesas a los electores. No es por eso sorprendente que tras nueve años en el cargo haya sido reelecto por tercera vez consecutiva con alrededor del 60 por ciento de votos, además de haberse sometido a un referendo revocatorio en 2008 donde fue confirmado con más del 67 por ciento. Evo, por consiguiente, ha derrotado la idea convencional de que el ejercicio del poder desgasta a los líderes.
En Bolivia antes de que Evo y el MAS conquistaran la presidencia y el legislativo una exigua minoría opulenta excluía, oprimía y negaba el derecho a vivir con respeto a su cultura ancestral y tradiciones a aymaras, quechuas y otros pueblos indios que forman la mayor parte de la población. Las empresas públicas creadas por la revolución de 1952, que eran orgullo nacional, habían sido privatizadas por los gobiernos neoliberales mediante escandalosos negocios urdidos entre los viejos y nuevos oligarcas y las compañías transnacionales.
En relación a estos cruciales problemas Evo sigue cumpliendo lo que prometió en su primera campaña electoral hace diez años pues son objetivos cuya plena realización requiere tiempo. Sus compromisos básicos con los bolivianos fueron: rechazo a las políticas neoliberales y al “libre” comercio, nacionalización e industrialización de los hidrocarburos como detonante del desarrollo económico y social, y convocatoria a una Asamblea Constituyente que propiciaría la refundación del Estado. El nuevo Estado buscaría la erradicación del colonialismo interno y sería plurinacional, reconociendo así la diversidad de la nación boliviana y abriendo los cauces para la participación de los sectores indígenas y populares.
Todo ese programa y mucho más ha sido puesto en marcha con resultados verdaderamente admirables, aunque, para llevarlo a cabo el gobierno del MAS ha debido enfrentar graves planes subversivos dirigidos por la embajada de Estados Unidos, que llegaron al intento de golpe de Estado.
La nacionalización de los hidrocarburos y la redistribución de su renta ha hecho posible que Bolivia reduzca la pobreza en un 25 por ciento y la pobreza extrema en un 43 así como subir el salario mínimo en un 87.7 por ciento. El presupuesto de salud, que en 2005 era de 195 millones de dólares había llegado en 2012 a 600 millones, con una sensible disminución de la mortalidad infantil y materna. De acuerdo con datos de 2012, médicos cubanos habían atendido gratuitamente 58 millones de consultas, realizado 33 mil partos y 134 mil cirugías no oculares; y operado de la visión a 650 mil bolivianos y bolivianas a través de la Operación Milagro. El analfabetismo ha sido erradicado y la escolarización básica es casi universal. El país marcha hacia la industrialización de los hidrocarburos y a convertirse en potencia energética.
Estos datos prueban la falsedad de quienes afirman que los logros sociales bolivianos se deben a los altos precios del petróleo pues si fuera así, otros países, como México, habrían alcanzado resultados semejantes. Basta con comparar el alza astronómica del salario mínimo en Bolivia y su estancamiento por décadas en México.
La Paz, cuya política exterior se subordinaba totalmente a la de Washington, ha pasado a ser un actor político regional e internacional de primera línea, que ostenta la presidencia pro tempore del G77 más China y habla con voz propia en los foros internacionales. Primer país en proclamar los derechos de la Madre Tierra o Pacha Mama y en enarbolar la filosofía andina del “buen vivir”, Bolivia tiene un papel de liderazgo mundial en la lucha contra el cambio climático, la más trascendental de todas las tareas que tiene por delante la humanidad.
Twitter: @aguerraguerra
El presidente Evo Morales se caracteriza por cumplir a cabalidad sus promesas a los electores. No es por eso sorprendente que tras nueve años en el cargo haya sido reelecto por tercera vez consecutiva con alrededor del 60 por ciento de votos, además de haberse sometido a un referendo revocatorio en 2008 donde fue confirmado con más del 67 por ciento. Evo, por consiguiente, ha derrotado la idea convencional de que el ejercicio del poder desgasta a los líderes.
En Bolivia antes de que Evo y el MAS conquistaran la presidencia y el legislativo una exigua minoría opulenta excluía, oprimía y negaba el derecho a vivir con respeto a su cultura ancestral y tradiciones a aymaras, quechuas y otros pueblos indios que forman la mayor parte de la población. Las empresas públicas creadas por la revolución de 1952, que eran orgullo nacional, habían sido privatizadas por los gobiernos neoliberales mediante escandalosos negocios urdidos entre los viejos y nuevos oligarcas y las compañías transnacionales.
En relación a estos cruciales problemas Evo sigue cumpliendo lo que prometió en su primera campaña electoral hace diez años pues son objetivos cuya plena realización requiere tiempo. Sus compromisos básicos con los bolivianos fueron: rechazo a las políticas neoliberales y al “libre” comercio, nacionalización e industrialización de los hidrocarburos como detonante del desarrollo económico y social, y convocatoria a una Asamblea Constituyente que propiciaría la refundación del Estado. El nuevo Estado buscaría la erradicación del colonialismo interno y sería plurinacional, reconociendo así la diversidad de la nación boliviana y abriendo los cauces para la participación de los sectores indígenas y populares.
Todo ese programa y mucho más ha sido puesto en marcha con resultados verdaderamente admirables, aunque, para llevarlo a cabo el gobierno del MAS ha debido enfrentar graves planes subversivos dirigidos por la embajada de Estados Unidos, que llegaron al intento de golpe de Estado.
La nacionalización de los hidrocarburos y la redistribución de su renta ha hecho posible que Bolivia reduzca la pobreza en un 25 por ciento y la pobreza extrema en un 43 así como subir el salario mínimo en un 87.7 por ciento. El presupuesto de salud, que en 2005 era de 195 millones de dólares había llegado en 2012 a 600 millones, con una sensible disminución de la mortalidad infantil y materna. De acuerdo con datos de 2012, médicos cubanos habían atendido gratuitamente 58 millones de consultas, realizado 33 mil partos y 134 mil cirugías no oculares; y operado de la visión a 650 mil bolivianos y bolivianas a través de la Operación Milagro. El analfabetismo ha sido erradicado y la escolarización básica es casi universal. El país marcha hacia la industrialización de los hidrocarburos y a convertirse en potencia energética.
Estos datos prueban la falsedad de quienes afirman que los logros sociales bolivianos se deben a los altos precios del petróleo pues si fuera así, otros países, como México, habrían alcanzado resultados semejantes. Basta con comparar el alza astronómica del salario mínimo en Bolivia y su estancamiento por décadas en México.
La Paz, cuya política exterior se subordinaba totalmente a la de Washington, ha pasado a ser un actor político regional e internacional de primera línea, que ostenta la presidencia pro tempore del G77 más China y habla con voz propia en los foros internacionales. Primer país en proclamar los derechos de la Madre Tierra o Pacha Mama y en enarbolar la filosofía andina del “buen vivir”, Bolivia tiene un papel de liderazgo mundial en la lucha contra el cambio climático, la más trascendental de todas las tareas que tiene por delante la humanidad.
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