Resumen:
El trabajo busca actualizar el monto y la estructura de gastos de la familia cubana urbana. Tiene como antecedente un cálculo similar realizado para el año 2005. La situación del 2011 solo coincide con la del 2005 en que el salario promedio sigue mejorando. Mas por el contrario, la canasta de productos racionados ha ido menguando su papel en el consumo. Ambos movimientos persiguen dos propósitos: descargar el presupuesto del Estado de subsidios injustificados y garantizar que la fuente de todo aumento salarial sea la productividad. ¿Cómo queda la familia cubana urbana salario-dependiente después de estas determinaciones?
El presente trabajo pretende acercarse al monto y la estructura de gastos de familias urbanas pensionadas y salario-dependientes, en 2011. Tiene como antecedente otro realizado en 2006,[1] por las mismas autoras, cuyo objetivo fue evaluar las medidas implementadas entre 2000 y 2005,[2] consistentes en la elevación de salarios y pensiones, el incremento de la cantidad de alimentos racionados, y la eliminación o reducción de subsidios a bienes y servicios.
Ocho años más tarde, en medio de la implementación de los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, se imponía actualizar aquellos cálculos con el propósito de contrastar ambos momentos.
La situación de 2011[3] solo coincide con la de 2005 en que el salario promedio continúa incrementándose, pero esta vez solo para aquellos directamente vinculados con la producción y exportación de bienes y servicios, mediante el sistema de pago por resultados.[4] Un elemento nuevo es que el papel de la canasta de productos racionados se ha limitado cada vez más en los hogares cubanos. Ambas determinaciones tienen dos propósitos: descargar el presupuesto del Estado de subsidios injustificados y garantizar que la fuente de todo aumento salarial sea la productividad. ¿Cómo queda entonces la familia urbana que depende de los salarios y las pensiones?
Estimación de gastos
Para aprehender la estructura de gastos se desarrolla un método de cálculo basado en la construcción de un presupuesto básico para un hogar de tres personas,[5] durante un mes. Esa composición sociodemográfica es variable en cuanto a sus integrantes, por lo que fijamos cinco de las posibles estructuras: dos adultos en edad laboral y un anciano (pensionado y sin pensión); un adulto en edad laboral, un menor y un anciano (pensionado y sin pensión); dos adultos en edad laboral y un menor.
Estos tipos de familias, por supuesto, tienen ingresos disímiles y realizan gastos distintos en cuanto a alimentación, en dependencia de los accesos diferenciados a fuentes subsidiadas. Otros costos pueden emerger por la presencia de un anciano que requiera cuidados más rigurosos, pero sin una investigación específica al respecto resulta imposible capturar esos detalles.
Entre los gastos básicos por hogar se han considerado aquellos que posibilitan acceso a las condiciones esenciales de vida: alimentación, ropa y calzado, productos de higiene y aseo, medicamentos, y servicios de energía eléctrica, transporte, agua y gas. Por la singularidad de la política social cubana no es preciso incluir los de educación y salud —como se sabe, estos se ofrecen de manera gratuita. Tampoco se incluye el alquiler de la vivienda, pues la mayoría de la población habita en casas propias.
Sobre los gastos en alimentación se tomaron en cuenta dos variantes: la primera parte del consumo calórico y proteico promedio para la población cubana en el año 2008, que fue de 3 285 kcal y 83 g al día por habitante;[6] la segunda, de los requerimientos calóricos y proteicos promedio —aproximadamente 2 400 kcal y 72 g de proteína per cápita al día—, según lo prescrito por el Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos y la composición etaria de nuestra población.[7]
Es preciso completar, en ambas variantes, los aportes que ofrecen los alimentos garantizados mediante el racionamiento, el consumo social y la alimentación pública, con las compras en los diferentes espacios de mercado existentes en el país. Tal completamiento se ha realizado a través de los productos que más se venden en los mercados agropecuarios en correspondencia con los hábitos alimentarios de los cubanos, y que proveen los mayores aportes calóricos: arroz, frijoles, carne de cerdo y viandas (papa,[8] boniato y plátano). Como el cálculo únicamente se ha limitado a completar el consumo de energía alimentaria, quedan excluidos artículos tan importantes para la salud como las frutas y las hortalizas, así como las grasas visibles,[9] y los condimentos, que son relativamente más caros.
A partir de los precios promedio del mercado agropecuario para el año 2011,[10] se determinó un gasto per cápita mensual en alimentación, para los tipos de hogares analizados, de entre 289 y 335 pesos (CUP). Ello ha sido, fundamentalmente, consecuencia del incremento de precios y contrasta con el resultado de 228 a 250 CUP, obtenido en el año 2005.
En la segunda variante, los gastos per cápita eran de 117 a 161 CUP al mes en 2005, mientras que en 2011 estaban entre 135 y 174 CUP.
Para estimar los costos en ropa y calzado, se ha partido de la adquisición anual de dos mudas de vestir en el caso de los adultos y tres en el de los niños, así como de un par de zapatos para cada grupo. Para 2011, se ha incluido la obtención de ropa interior. En 2006, estas compras se valoraron tomando como base los precios en el mercado estatal de prendas recicladas, para el vestuario, y en el artesanal, para el calzado.[11] Estos gastos, distribuidos proporcionalmente entre los meses del año, fueron para 2005 de 91-93 CUP; para 2011 ascendieron a 121-123 CUP. Este supuesto se ha mantenido, incluso cuando en 2011 casi no existían establecimientos que expendieran este tipo de artículos en moneda nacional, lo que resultaba en costos mayores.
En cuanto a los productos de aseo y limpieza, se tuvo en cuenta la adquisición mensual de jabón de baño, de lavar y pasta dental (que ya salieron de la distribución racionada), así como desodorante, detergente y champú. Para 2005 se gastó con ese propósito entre 82-83 CUP, y para 2011, entre 110-111 CUP.
Lo gastado en medicamentos y artículos ópticos, por su parte, se ha calculado a partir de las compras mensuales per cápita, según las ventas de estos artículos reportadas en las ediciones del Anuario Estadístico de Cuba de 2004 y 2011. Los resultados fueron 11-12 CUP y 18-19 CUP, respectivamente.
Para la estimación del gasto de energía eléctrica por hogar, en 2005 se utilizó el consumo promedio correspondiente al primer trimestre de 2006[12] que, de acuerdo con las aumentadas tarifas eléctricas —en aquel momento—, reportó un monto de 17 CUP. Tal cifra se considera subestimada ya que el consumo puede ser sustancialmente mayor durante el segundo y tercer trimestre del año, época de altas temperaturas del verano, por lo que se elevan las erogaciones del hogar debido al carácter progresivo de las tarifas. Para 2011, el cálculo se hizo a partir del reporte del Anuario Estadístico de Cuba sobre el gasto de electricidad anual en los hogares. Se obtuvo un aumento promedio mensual hasta 29-30 CUP.
Respecto de los servicios de agua y gas se han aplicado las tarifas fijas vigentes por consumidor para usuarios que no tienen metrocontador de agua y para usuarios del servicio de gas manufacturado, respectivamente.
En cuanto al servicio de transporte, se tomó en consideración solo los trabajadores que usan el público regular (tarifa de 40 centavos) los días laborales. Este gasto puede ser inferior si se dispone de servicio de transporte obrero, pero también mayor si se utiliza el de refuerzo (tarifa de 1 peso), la variante de ómnibus de 5 pesos, o el de autos de alquiler privado (taxi de 10 pesos). Los resultados oscilan entre 19 y 38 CUP, según la actividad de los miembros del hogar.
Los otros servicios comprenden aquellos de naturaleza técnica o manufacturera (reparación de equipos electrodomésticos, tintorería y lavandería, reparación de muebles y calzado, sastrería y atelier, entre otros) y de atención personal (barbería y peluquería, entre los más importantes). Se incluyen en la canasta a partir del gasto per cápita que corresponde a lo reportado para su circulación minorista en el Anuario Estadístico de Cuba: 3-4 CUP en 2004 y 9-10 CUP en 2011.
En total, se estimó un pago mensual, por hogar, para la variante con consumo de alimentos, equivalente al reportado como aparente en 2005 y 2008 (3 356 y 3 285 kcal diarias, respectivamente). Los resultados fueron gastos generales en un rango de entre 929 y 1 003 CUP en 2005, que significan un per cápita al mes de 309 a 334 CUP. En 2011 estas cifras totales por familia ascendieron a 1202-1344 CUP; 400-448 CUP per cápita. En la variante de 2 400 kcal, esos gastos oscilan entre 606 y 735 CUP, con un per cápita de 202 a 245 CUP en 2005. Para 2011 e igual estimación, aumentaron a 743-862 CUP por hogar y 247-288 CUP per cápita.
Aproximación a la estructura de gastos
Partiendo de los estimados propuestos en la sección anterior, la estructura resultante por destino (véase Tabla 1) evidencia que la mayor parte del gasto se concentra en la alimentación, pues abarcó entre 62% y 74%, en 2005, y entre 59-74%, en 2011.
Tabla 1. Estructura estimada para los gastos básicos (%).
* Consumo calórico promedio diario per cápita de la población cubana en el año 2005.
** El mismo indicador en 2008.
Fuente: Elaboración propia a partir de ONE, «Consumo de alimentos 2005», 2006; «Consumo de alimentos 2008», 2009; ONE, Anuario Estadístico de Cuba 2005, 2006; ONE, Anuario Estadístico de Cuba 2011, 2012; ONEI, «Ventas en el mercado agropecuario. Indicadores seleccionados, enero-diciembre de 2011», 2012; y estimaciones.
Los productos de otra índole aparecen en segundo lugar con una participación entre 19% y 28%, y los servicios básicos en tercero, con 6% y 10% en 2005. En 2011 estas proporciones oscilaron entre 20%-31% y 5%-9%, respectivamente.
Los resultados relacionados con el protagonismo de los alimentos en los gastos de la familia pueden ser contrastados con los referidos en el estudio realizado por Ángela Ferriol, Maribel Ramos y Lía Añé, en 2004,[13] en el que se publican algunas cifras obtenidas por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) en su Encuesta sobre la Situación Económica de los Hogares, de 2001: 66,3% de los costos totales de la población de La Habana correspondieron a alimentos y bebidas, y solo 33,7% a los restantes gastos de consumo. El escenario prácticamente no ha variado en los últimos años, lo que muestra la inelasticidad de la estructura de los gastos de las familias analizadas en este estudio.
Otra arista del problema es la capacidad de acceder a estos bienes y servicios a través de los ingresos familiares. Para lograr un acercamiento a esta cuestión se ha tomado en cuenta el ingreso promedio de los tipos de familia seleccionados, suponiendo que ellos provienen de la relación laboral de sus miembros con el Estado o que se benefician de la seguridad social garantizada a los otrora trabajadores; es decir, se parte del salario promedio de los trabajadores y la pensión media correspondientes a los años 2005 y 2011.
En cuanto a la canasta que tiene un componente básico en el consumo de alimentos equivalente a las calorías promedio de la población cubana en los años 2005 y 2008, se presentaron déficits de ingresos en todos los casos examinados. En el año 2005, estas carencias fueron de 21 CUP —en el caso de las familias con dos trabajadores y un pensionado— hasta 345 CUP —familias con un trabajador y un pensionado— y 532 CUP —familias con solo un trabajador. En 2011, y siguiendo el mismo esquema de los tipos de familias, oscilaron entre 185 CUP hasta 498 CUP y 747 CUP, respectivamente.
En todos los casos, fue posible un consumo equivalente a la variante de las 2 400 kcal, con la excepción de las familias con un solo miembro trabajador, para las que el déficit sobrepasa los 70 CUP —e incluso llega hasta 257 CUP— en 2005, y alcanza 71-321 CUP en 2011.
Debido a que el gasto en alimentos es el de mayor impacto, resulta pertinente detenerse en las peculiares características de la distribución alimentaria en Cuba.
La canasta racionada de alimentos —a la que todos los cubanos tienen acceso— no satisface completamente los requerimientos nutricionales promedio —aunque sí para los menores de 7 años. Existen otras fuentes que también se subsidian —como el consumo social, la alimentación pública y el autoconsumo—, pero no todos pueden acceder a ellas; de manera que, en dependencia de la posibilidad de obtenerlas o no, habría que recurrir en mayor o menor medida a los espacios mercantiles, lo cual repercute de forma considerable en el nivel y composición del gasto por alimentos de la familia.
Para ilustrar esto, se ha estimado cuáles serían los gastos en alimentación per cápita, según la distribución de alimentos por fuente subsidiada (véase Tabla 2). Para completar el gasto en los espacios mercantiles se han aplicado los precios vigentes en el mercado agropecuario. Estas estimaciones se realizaron para 2005 —según información ofrecida por la ONE—[14] y para 2011 —considerando un consumo per cápita equivalente al del año 2008 y con los precios vigentes en 2011.
Las familias con acceso a alimentos a través de la producción para autoconsumo se encuentran en una situación muy ventajosa, porque mediante ella se garantiza un equivalente superior a 25% del requerimiento nutricional medio y a precios relativamente bajos. Sin embargo, esta no es la situación de la mayoría de las familias urbanas.
Tabla 2. Gasto en alimentos y su composición según acceso a fuentes subsidiadas (%). Fuente: Elaboración propia, ONE, «Consumo de alimentos 2005», 2006; «Consumo de alimentos 2008», 2009; ONEI, «Ventas en el mercado agropecuario. Indicadores seleccionados, enero-diciembre de 2011», 2012; y estimaciones.
La potencial adquisición de alimentos por alguna otra fuente subsidiada, además de la asignación racionada, resulta determinante en cuanto al gasto por ese concepto. Sobre la importancia de estas erogaciones ya se ha hecho referencia en trabajos previos, así como sobre la persistencia de altos precios en los espacios de mercado, como consecuencia de su imperfecto diseño.[15] Son problemas que exigen pronta solución.
En el mercado agropecuario, por ejemplo, persisten limitaciones que influyen sobre la competencia y su eficiencia. Entre ellas destacan: la marginalidad de la oferta, debido a las reglas para el acceso legal de los concurrentes; la falta de mercados de insumos que permitan ampliar la producción y la oferta; la descapitalización del sector productor de alimentos; la colusión tácita entre los agentes de este mercado a causa, entre otras, de la escasez de servicios de transporte de carga.
En resumen, las estimaciones logradas pusieron de manifiesto que aun con los incrementos implementados en salarios y pensiones en 2005, resultaba muy difícil para las familias cuyos ingresos procedían exclusivamente de estas fuentes, asumir gastos por encima de los considerados como básicos —por ejemplo, los destinados a compras de equipamiento y otros enseres para el hogar, el pago de servicios a privados (reparación de equipos, transporte, cuidado de niños, enfermos o ancianos, y otros cuya provisión por el Estado es insuficiente), la adquisición de libros no escolares y el entretenimiento.
Para el año 2011 este escenario se complejizó aún más al combinarse la contracción de los productos racionados —que ahora deben ser adquiridos en los mercados de «oferta y demanda»— con el aumento de precios de otros productos y servicios, situación que no mejoró incluso con el incremento en los salarios y pensiones medios (véase Tabla 3).
Tabla 3. Gastos de consumo e ingresos promedio mensuales por hogar (en CUP). Fuente: Elaboración propia a partir de ONE y ONEI, obs. cits., y estimaciones.
Consideraciones finales
Cuando se realizó este cálculo en 2006, se recordaba la intervención del entonces presidente del Banco Central de Cuba, Francisco Soberón, en la sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular de diciembre de 2005, sobre la dificultad de los asalariados para cubrir sus gastos básicos:
Al trabajador que vive de su salario se le crea una situación difícil, pues el dinero que recibe puede ser mucho para comprar los productos normados. Sin embargo, no es suficiente para acceder a mercancías que también les resultan necesarias, pero que se venden a precios de mercado.[16]
Luego de haber actualizado la estructura de gastos de las familias urbanas dependientes de los salarios y las pensiones para el año 2011, se puede afirmar que ese planteamiento se seguía ajustando a la realidad cubana.
Más adelante, también expresaba:
Cobra singular importancia que los sistemas de distribución de bienes y servicios vinculen clara y directamente el estándar de vida con el esfuerzo que realice cada cual desde el puesto que ocupe en nuestra estructura económica.[17]
Ambas aseveraciones quedan recogidas en los Lineamientos de la política económica y social correspondiente al acápite del empleo:
Asegurar que los salarios garanticen que cada cual reciba según su trabajo, que este genere productos y servicios con calidad e incremento de la producción y la productividad, y que los ingresos salariales tengan un reflejo efectivo en la satisfacción de las necesidades básicas de los trabajadores y su familia.[18]
En el año 2005 se había implementado una serie de medidas cuyo propósito fue comenzar a rescatar el papel del salario y revertir la situación descrita.[19] Sin embargo, ocho años más tarde, la realidad se había hecho más compleja. A esta situación se refirió el presidente Raúl Castro en su intervención durante la clausura del XX Congreso de la CTC:
El actual sistema salarial no se corresponde con el principio de distribución socialista [...] el salario no satisface todas las necesidades del trabajador y su familia, lo que genera desmotivación y apatía hacia el trabajo, influye negativamente en la disciplina e incentiva el éxodo de personal calificado hacia actividades mejor remuneradas con independencia del nivel profesional requerido.[20]
Resulta imprescindible enfatizar que la situación descrita en este trabajo se circunscribe a grupos de familias cuyos ingresos están vinculados al sector estatal de la economía. La problemática referente a la insuficiencia de ingresos para asumir gastos indispensables para llevar una vida decorosa puede no tener lugar en núcleos familiares con acceso a fuentes de ingreso superiores (lícitas o no). La aún imperfecta e insuficiente[21] ampliación del trabajo por cuenta propia, por ejemplo, ha permitido a un grupo de individuos mejorar sustancialmente su captación de ingresos.
Ahora bien, la problemática pudiera ser mucho más crítica si se consideran niveles de consumo no tan mínimos, y si alguno o algunos de los miembros del núcleo han quedado sin empleo como resultado del proceso de disponibilidad laboral.
En el discurso antes referido, el Presidente anunció el inicio de una reforma salarial que comenzará por beneficiar a los trabajadores del sector de la salud, actividad que aporta los mayores ingresos en divisas al país a través de la exportación de servicios médicos. Esta medida da cumplimiento al Lineamiento 171[22] que deja claro que la nueva reforma salarial se diferenciará de las aplicadas en el pasado, cuando se incrementaba el nivel general de salarios para todos los sectores de la economía, de manera simultánea, independientemente de su desempeño económico.
Otras medidas en el marco del proceso de Actualización del modelo económico y social cubano, que buscan atenuar el déficit de ingresos de parte de los trabajadores, han sido la apertura de líneas de crédito con fines diversos como, por ejemplo, la adquisición de bienes de consumo duraderos, o de materiales para la construcción o reparación de viviendas, y el pago de los servicios asociados. También se otorgan subsidios con tal propósito a los hogares de bajos ingresos.
Finalmente, ya que Cuba se ha propuesto la construcción de una sociedad socialista, en la cual el hombre debe constituir el sujeto y objeto del desarrollo económico y social, rescatar el principio socialista de distribución no constituye una opción, sino una necesidad apremiante.
Citas.
[1]. Véase Anicia Esther García Álvarez y Betsy Anaya Cruz, «Política social en Cuba, nuevos enfoques y programas recientes», en CD Publicaciones 2006-2007, Centro de Estudios de la Economía Cubana, La Habana, 2007, pp. 37-43.
[2]. Véase José Luis Rodríguez, «Se ha iniciado una nueva etapa de la Revolución. Informe sobre los resultados económicos del 2005 y las perspectivas económicas y sociales para el 2006, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular», Granma, La Habana, 23 de diciembre de 2005.
[3]. En el momento en que se redactó este trabajo la estadística disponible llegaba hasta 2011. El Anuario Estadístico de Cuba de 2012 no muestra cambios notables en la situación descrita en 2011.
[4]. Recientemente, se implementó un incremento salarial a los trabajadores del sector de la salud, que es la actividad de servicios que mayores ingresos genera al país por concepto de exportaciones. Véase Raúl Castro, «Hemos efectuado un magnífico Congreso obrero, que sienta pautas para el futuro del movimiento sindical cubano», discurso de clausura del XX Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba, 22 de febrero de 2014, disponible en www.granma.cu/discursos-raul/2014-02-22/hemos-efectuado-un-magnifico-con....
[5]. Promedio de personas en los hogares en Cuba según el Censo de población y viviendas de 2012; véase Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), «Características de las viviendas», tabla V.9, epígrafe 5, La Habana, 2014, disponible enwww.one.cu/PublicacionesDigitales/FichaPublicacion.asp?CodPublicacion=25....
[6]. ONE, «Consumo de alimentos 2008», La Habana, 2009. Este es el último reporte publicado al respecto por esta oficina. Disponible en www.one.cu/PublicacionesDigitales/FichaPublicacion.asp?CodPublicacion=10....
[7]. Cálculo realizado a partir de los requerimientos nutricionales por grupos de edades contenidos en Lorenzo Lam, «El consumo normado en Cuba», ponencia presentada al VIII Fórum de la ANEC, La Habana, 2003; y de la composición de la población cubana por grupos de edades contenida en ONE, Anuario Estadístico de Cuba 2011, La Habana, 2012, disponible en www.one.cu.
[8]. En el cálculo del año 2011, desaparecen algunos alimentos de la distribución normada: papa, chícharos y chocolate con leche (comercializado como Chocolé).
[9]. Grasa contenida en productos tales como el aceite, la manteca, margarina y mantequilla.
[10]. Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), «Ventas en el mercado agropecuario. Indicadores seleccionados, enero-diciembre de 2011», La Habana, 2012, disponible en www.one.cu/PublicacionesDigitales/FichaPublicacion.asp?CodPublicacion=2&....
[11]. Se fijaron los siguientes precios, todos en CUP: pantalón de hombre, 75; camisa de hombre y blusa de mujer, 35; ropa de niño, 15 la muda; zapatos de hombre y niño, 240; zapatos de mujer, 180.
[12]. Véase Fidel Castro Ruz, «Discurso en el acto por el Día de los Trabajadores», Plaza de la Revolución, 1º de mayo de 2006, disponible en www.cuba.cu/gobierno/discursos/2006/esp/f010506e.html (consultado el 28/7/2014).
[13]. Ángela Ferriol, Maribel Ramos y Lía Añé, «Reforma económica y población en riesgo en Ciudad de La Habana» (Reporte de investigación correspondiente al programa «Efectos sociales de las medidas de ajuste económico sobre la ciudad. Diagnósticos y perspectivas», Instituto Nacional de Investigaciones Económicas (INIE)-Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE-ONE), enero de 2004), Cuba: Investigación Económica, n. 1-2, La Habana, 2006, pp. 2-82.
[14]. ONE, «Consumo de alimentos 2005», La Habana, 2006, disponible en www.one.cu.
[15]. Véase Anicia Esther García Álvarez y Betsy Anaya Cruz, «Destinos de la producción agropecuaria en Cuba y su impacto en el acceso al consumo», CD Publicaciones 2006-2007, Centro de Estudios de la Economía Cubana, La Habana, 2007.
[16]. Francisco Soberón, «El socialismo no es para los cubanos una opción coyuntural», Juventud Rebelde, La Habana, 25 de diciembre de 2005, disponible en www.jrebelde.cu/2005/octubre-diciembre/dic-23/cuba_intervencion_index.html.
[17]. Ídem.
[18]. Véase Partido Comunista de Cuba, Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución (Resolución del VI Congreso del PCC), junio de 2011, disponible en www.congresopcc.cip.cu.
[19]. Véase Anicia Esther García Álvarez y Betsy Anaya Cruz, «Política social en Cuba, nuevos enfoques y programas recientes», ob. cit.
[20]. Raúl Castro Ruz, ob. cit.
[21]. Véase Anicia Esther García Álvarez, Camila Piñeiro Harnecker y Betsy Anaya Cruz, «Reestructuración del empleo en Cuba: el papel de las empresas no estatales en la generación de empleo y la productividad», CD Seminario anual sobre economía y gerencia, Centro de Estudios de la Economía Cubana, La Habana, 2011.
[22]. Lineamiento 171: «Incrementar los salarios de manera gradual, dirigidos inicialmente a las actividades con resultados más eficientes y a la labor de aquellos trabajadores que aportan beneficios de particular impacto económico y social», Lineamientos de la política…, ob. cit.
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