"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

viernes, 5 de diciembre de 2014

The Economist presiona a Obama contra el embargo

Cubanet

La influyente revista británica arremete contra el embargo en un editorial, dice que “no sólo ha fracasado; le ha dado a los Castro una potente arma de propaganda”. Aboga por eliminar las prohibiciones de viajes a Cuba a los ciudadanos estadounidenses y por eliminar al régimen de Raúl Castro de la lista de patrocinadores del terrorismo que elabora el Departamento de Estado. “La lección de Cuba es que la presión de Washington no conduce a la democratización”, enfatiza la publicación.

Sumándose a los seis editoriales de The New York Times, por la normalización de las relaciones entre Washington y La Habana, y de un artículo del diario británico The Guardian, publicado esta semana por el columnista Seumas Milne, en el que se elogia el desempeño de Cuba y se exige el fin del embargo.

A continuación el texto del editorial de The Economist:

La pregunta cubana

Barack Obama podría aliviar el embargo, pero el Congreso puede imponer sanciones en Venezuela.

¿Después de quitarse de arriba el tema de la reforma migratoria, dará de nuevo Barack Obama órdenes ejecutivas para abordar otro tema intratable sobre el que el Congreso ha bloqueado el cambio durante décadas? Estados Unidos impuso un embargo económico a Cuba en 1960 cuando Fidel Castro empujó a los cubanos al comunismo. El embargo fue impuesto con la intención de derrocar a Fidel Castro. Hoy Castro disfruta de un retiro tranquilo en un barrio de La Habana, mientras que su hermano un poco más joven, Raúl, dirige el país.

The Economist, en uno de sus análisis políticos

El embargo no sólo ha fracasado, ha dado a los Castro una potente arma de propaganda. Todavía tiene defensores acérrimos en el Congreso, que bajo una ley de la década de 1990 es el único órgano que puede derogarlo. Aun así, Obama tiene cierto margen para cambiar la política. De hecho, en su primer mandato, levantó las restricciones a los cubanoamericanos para viajes y remesas a la isla. Hay varias razones por las que ahora podría querer hacer más.

En primer lugar, el apoyo al embargo en Estados Unidos se está desmoronando. Una encuesta nacional tomada a principios de este año por el Atlantic Council, un grupo de análisis, encontró que el 56% de los entrevistados favoreció el mejoramiento de las relaciones bilaterales, mientras que más del 60% de los latinos y los residentes de la Florida se pronunció en la misma dirección. En segundo lugar, Cuba está en sí empezando a cambiar. Según las reformas emprendidas por Raúl Castro, 1,1 millones de cubanos, más de una quinta parte de la fuerza laboral del país, trabaja en un incipiente sector privado de granjas, cooperativas y pequeñas empresas. El acceso a la telefonía móvil e Internet ha crecido. Los blogueros de la oposición, como Yoani Sánchez, aunque a menudo acosada, no han sido silenciados.

La tercera razón para la acción es que Cuba es uno de los pocos temas que une a América Latina. La región es unánime en creer que, a pesar de su régimen comunista, la Isla debe regresar a sus relaciones en las Américas. Ese consenso se encuentra detrás de la decisión de Panamá de invitar a Raúl Castro a la Cumbre de las Américas, una reunión que está prevista realizarse en abril. Las seis cumbres anteriores se han limitado a las democracias del hemisferio.

Esto deja a Obama ante un dilema. No es tanto acerca de asistir o no asistir. Él probablemente lo hará. Más bien, es si actuar desde ahora hasta entonces para detener el embargo e impedir que se convierta en un tema dominante en la Cumbre. Obama podría, por ejemplo, emitir una licencia general para que todos los estadounidenses puedan viajar a Cuba. También podía retirar a Cuba de la lista de “patrocinadores del terrorismo” del Departamento de Estado, en la que figura junto a Irán, Sudán y Siria. No hay motivos para Cuba todavía esté allí. En octubre, el Financial Action Task Force, un organismo intergubernamental, eliminó a Cuba de su lista de vigilancia sobre los países que hacen muy poco para prevenir el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo.


Las tendencias políticas de los países emergentes ha sido una constante en la influyente revista británica

Pero la administración estadounidense no ha hecho la solicitud al Departamento de Estado para eliminar a Cuba de su lista de terrorismo. Aunque Obama tiene poco que perder flexibilizando el embargo, también tiene poco que ganar. Las reformas económicas de Raúl Castro se han estancado recientemente; Raúl nunca intentó implementarlas para propiciar un cambio político. Los cubanos tampoco muestran señales de liberar a Alan Gross, un anciano contratista estadounidense que fue encarcelado por distribuir ilegalmente equipos de telecomunicaciones en la Isla. Lo quieren intercambiar por tres espías cubanos que cumplen condenas perpetuas por espiar a los exiliados de línea dura en Miami.

Sería sorprendente que Obama no tomara alguna acción sobre Cuba antes de la Cumbre. Curiosamente, el retroceso de la defensa del embargo en el Congreso puede trastocarse en sanciones contra Venezuela, que ofrece un subsidio a la isla (en forma de petróleo barato), igual al 15% de su PIB. Un proyecto de ley para negar visados y congelar las cuentas bancarias de los funcionarios venezolanos implicados en la represión de las protestas fue presentado a principios de este año, pero se ha estancado en el Senado. Una vez que la nueva mayoría republicana tome el control en enero, es probable que se apruebe. Anthony Blinken, candidato de Obama para convertirse en subsecretario de Estado, dijo a un comité del Senado el 19 de noviembre que el gobierno “no se opondría”, lo cual constituye un cambio de su posición anterior.

Para quien quiera ver cambio en Venezuela, esto es deprimente. El desplome de los precios del petróleo y la mala gestión económica están debilitando al régimen autoritario del presidente Nicolás Maduro. La cuestión crucial es asegurar que las elecciones legislativas del próximo año sean libres y justas. Las sanciones, aunque limitadas, impulsarán la disminución de la popularidad del señor Maduro y le darán una excusa para reprimir, como reconocen algunos líderes de la oposición. La lección de Cuba es que la presión de Washington no conduce a la democratización. Sería una triste ironía si el fin de un embargo inútil coincidiera con el nacimiento de otro.

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