"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

martes, 6 de enero de 2015

El 17D: secuencias y consecuencias (IV)

Con el fin de seguir contribuyendo a la comprensión de la relación Estados Unidos-Cuba, Temas sometió a un selecto grupo de investigadores de ambas orillas este breve cuestionario, dirigido a estimar los desafíos del 17D y sus posibles secuencias, a corto y mediano plazos. Se inicia la publicación de esta serie en Catalejo, el blog de Temas, el 5 de enero, vísperas del aniversario 54 de la ruptura de relaciones diplomáticas. Con la intención de ampliar su alcance internacional, el contenido de esta serie comenzará a editarse también en inglés en los próximos días.


Carlos Alzugaray Treto
Analista político. Miembro del Equipo Editorial deTemas.

¿Cuál es el significado de las nuevas políticas entre los Estados Unidos y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Qué próximos pasos serían claves?

Hay que significar, ante todo, la propia negociación que condujo a los anuncios de ambos presidentes el 17-12. A pesar de producirse entre dos antagonistas cercanos y asimétricos, cuyo conflicto se ha enconado a través de los años, llevó a un resultado de “ganar-ganar”. Es decir, ambas partes lograron los resultados que se querían, para lo cual no titubearon en hacer concesiones mutuas.

Tanto los dos mandatarios como sus equipos negociadores encontraron una solución creativa y práctica al problema de la liberación de prisioneros, lo que constituía un obstáculo aparentemente infranqueable. Esto es remarcable.

En cuanto al núcleo duro de lo acordado, que es un viraje radical en las relaciones, hubo no solo creatividad y realismo, sino audacia. Siempre se supuso que el restablecimiento de relaciones diplomáticas sería el punto de llegada de un largo camino. Las dos partes han comenzado al revés, lo que analizado con más detenimiento facilita la formalización de acuerdos importantes en temas que no son controversiales. Esto creará un clima favorable para acometer los temas de peso, que son muy controversiales.

Lo decisivo es que, de un golpe, los Estados Unidos han reconocido la legitimidad del gobierno cubano —de eso se trata cuando se restablecen relaciones diplomáticas—, lo que posibilita avanzar en cualquier negociación que sea del interés nacional cubano. Por otra parte, las medidas anunciadas por el presidente Obama, aunque no eliminan el mal llamado “embargo”, le quitan considerable presión a la economía cubana y abren una grieta en el bloqueo que podría ampliarse a medida que se avanza.

Desde el punto de vista norteamericano, Obama puede ahora ir a la Cumbre de las Américas en Panamá en abril del 2015 con el asunto cubano resuelto. No hay duda que le gana espacios a los Estados Unidos en la región.

Los próximos pasos, a mi manera de ver, deben concentrarse en aprovechar esta ventana de oportunidad para avanzar en temas donde no hay duda que los intereses nacionales de ambos países no son antagónicos.

Obama es el primer presidente que ha dicho públicamente que las sanciones contra Cuba deben ser levantadas. Ni siquiera Carter tuvo una posición tan clara. Este es un cambio fundamental en la ecuación y en la correlación de fuerzas alrededor del tema dentro de los Estados Unidos. El Ejecutivo puede encontrar aliados en el Congreso entre los senadores y representantes de Estados que se beneficiarían económicamente. Pero el camino es largo y los obstáculos políticos significativos.

El ejercicio de la política en los Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?

Ambos presidentes han comenzado el difícil proceso de desterrar de la cultura política en los dos países los estereotipos con los cuales una mayoría de la ciudadanía ha visto al otro. Para la mayoría de los cubanos, los Estados Unidos son una potencia imperialista que ha estado tradicionalmente opuesta a la independencia nacional y por tanto, todo lo que venga del vecino norteño debe ser visto con desconfianza. Para la mayor parte de los norteamericanos, el gobierno cubano o “de los Castro” es una horrible dictadura comunista que constituye un peligro latente para los Estados Unidos. Estos estereotipos generan desconfianza e impiden avanzar hacia relaciones civilizadas.

Este paso es el primero en el largo camino que debe conducir a la construcción de espacios en los cuales prevalezca la confianza mutua y la voluntad de cooperar en beneficio recíproco. Estos espacios ya los hay. Pero son insuficientes. De lo que se trata es de institucionalizarlos por vía de acuerdos formales, lo cual se hacía imposible sin relaciones diplomáticas.

Debe avanzarse en todo lo que se pueda y para ello seguir el ejemplo de ambos presidentes y sus equipos negociadores: con diligencia y creatividad, identificar todo lo que nos pueda beneficiar en lo económico, político, cultural, educacional, deportivo y científico. A Obama le quedan dos años y no es descartable que en las elecciones del 2016 gane un candidato opuesto a la normalización.

¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?

Prefiero llamarle “relaciones interamericanas”. Quizás este término forme parte de los estereotipos que tenemos que vencer. Los pasos dados por ambos presidentes, y subrayo ambos, marcan una transformación radical de las relaciones interamericanas, definidas como la relaciones entre los países latinoamericanos y caribeños y los norteamericanos de origen anglosajón, los Estados Unidos y Canadá. Para la izquierda latinoamericana y caribeña se presenta un desafío importante. Este conflicto de más de medio siglo forma parte del imaginario de resistencia de las fuerzas populares. Ahora vemos que los Estados Unidos son capaces de cambiar su política hacia la más vieja de las revoluciones progresistas del continente. ¿Cómo lo interpretamos?

La primera reacción que ya se ve, incluso en Cuba, es la de decir que nada ha cambiado y que la lucha continúa, pero bajo nuevas formas.

El análisis alternativo, al que me adhiero, parte del criterio de que lo sucedido es síntoma de que los Estados Unidos están cambiando y se debe aprovechar ese cambio en función de nuestros intereses. Recordemos lo sucedido cuando Roosevelt, Kennedy y Carter adoptaron cambios positivos en las relaciones con la región: la política del Buen Vecino, la Alianza para el Progreso y la defensa de los derechos humanos.

Los Estados Unidos están en franco proceso de sobredimensionamiento imperial. No dejarán de comportarse como lo que son, pero no olvidemos que no es un “actor racional único”. Ante su pérdida de poderío, un sector de la élite del poder viene cambiando su comportamiento internacional. También hay el peligro de otro sector que sigue abogando por políticas unilaterales y coactivas, como el bloqueo. Los Estados Unidos no van a desaparecer como país. Pretender que no tengan un papel importante en las relaciones internacionales es utópico. Debemos ayudar al proceso de readecuación, sin dejar de resistir comportamientos unipolares y agresiones.

¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

Una cuestión clave en la supervivencia de la especies y yo diría que de las naciones, es su capacidad de adaptación al cambio. Como el cambio es lo único permanente en la vida social, la adaptabilidad debe ser nuestro norte.

Me permito citar al presidente Obama en la parte final de su alocución: “El cambio es duro, en nuestras propias vidas y en las vidas de las naciones. Y el cambio es aún más duro cuando llevamos el peso de la historia en nuestros hombros. Pero hoy estamos haciendo estos cambios porque es lo correcto que hay que hacer”.

Para una situación tan inesperada como esta no hay cómo prepararse. Si difícil es alistarse para una eventual guerra, mucho más lo es para una súbita declaración de paz.

Más allá de que el conflicto básico entre Cuba y los Estados Unidos continuará bajo otras formas, se trata de una etapa radicalmente distinta. Lo más importante para los cubanos es adaptarse rápidamente a esta situación. Se abren oportunidades, y ha de aprovechárselas siempre que se enfoquen con una nueva mentalidad más abierta y proactiva. Aunque no hay oportunidad sin riesgo, los riesgos en este caso son menores.

Ciudadanos e instituciones han de hacer una reflexión profunda y bien pensada y actuar ágilmente en todo aquello que sea evidentemente favorable al interés nacional, que podría definirse como el de aprovechar las circunstancias económicas, comerciales y financieras sin concesión alguna en el tema de nuestra independencia, autodeterminación y seguridad. Lo más riesgoso es que sean los Estados Unidos los que unilateralmente impongan los temas, tiempos y profundidad de eso que llamamos “normalización”, que implica mucho más que una simple transformación de las actuales Secciones de Intereses en Embajadas.

No debemos temer el acercamiento a los norteamericanos y tenemos que entenderlos mejor. Martí, en su momento, escribió: “Es preciso que se sepa en nuestra América la verdad de los Estados Unidos. Ni se debe exagerar sus faltas de propósitos, por el prurito de negarles toda virtud, ni se ha de esconder sus faltas, o pregonarlas como virtudes”.

Una conclusión evidente es que, en la medida que la presión económica sobre Cuba se reduzca, por las medidas de Obama, será posible avanzar aún más rápido en la actualización del modelo en ciertas esferas, como lo son los de las telecomunicaciones y de las actividades bancarias. Por suerte, el levantamiento total del bloqueo será un proceso lento y paulatino, lo que permitirá también una adaptación gradual,como la que convendría al interés nacional.

Creo que a este caso, es aplicable algo que el presidente Raúl Castro dijo al referirse a los éxitos de la política exterior cubana en el 2014:

“El reto que tenemos por delante los cubanos es muy grande: hay que situar la economía a la altura del prestigio político que esta pequeña isla del Caribe ha conquistado gracias a la Revolución, al heroísmo y a la capacidad de resistencia de nuestro pueblo”.

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