Eileen Sosin Martínez
Durante el año que termina la economía cubana ha debido jugar con pocas fichas, tanto así que el incremento del PIB resultó inferior a lo planificado, para alcanzar finalmente solo 1,3 por ciento. El dato confirma la tendencia a la desaceleración manifiesta desde años atrás. Este comportamiento debe revertirse en 2015, pues se calcula crecer hasta 4 por ciento.Omar Everleny
Omar Everleny, profesor e investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), explica que aumentar el ritmo de los cambios, junto a la eficiencia y la reanimación de sectores productivos, resultan condiciones necesarias en la ruta hacia ese resultado.
El 2014 se previó como un año duro, sin embargo las cifras han estado incluso por debajo de lo estimado ¿Cómo podemos leer este fenómeno?
La economía cubana ha mostrado, en los últimos cuatro años, tasas de crecimiento cada vez menores. Aquí intervienen factores productivos, como que no se cumplió el plan de la zafra, las construcciones no tuvieron la eficiencia adecuada, no se cumplieron los plazos de inversión… Siguen existiendo problemas de insumos, tanto para el sector estatal como el no estatal.
Nos enfrentamos ahora a un aumento del 1,3 por ciento, a cuatro años de implementación de una serie de cambios, que yo diría que son profundos, aunque no han dado los resultados esperados. Creo que este bajo crecimiento demuestra que aún es insuficiente el ritmo de implementación de muchas medidas.
Un factor importante es el tema del estímulo al trabajador, porque aunque estén los recursos, no se trabaja con eficiencia, pues no se ve la relación entre los resultados de la empresa y el beneficio personal. Me parece que es vital, es imprescindible trabajar fuertemente en ese estímulo. No es que el salario no aumente, pero si los precios se incrementan en la misma medida, hay una pérdida del poder adquisitivo. Podemos decir que el salario real está actualmente a menos del 30 por ciento del de 1989.
A pesar de esta tendencia a la baja, el plan para 2015 implica un salto significativo. ¿Cuán objetiva resulta la meta del 4 por ciento?
En mi opinión ese es un crecimiento loable si se cumplen los argumentos que están detrás. Es decir, el estado ha definido que los recursos se van a dirigir a reanimar sectores productivos como la industria manufacturera; y se van a incrementar las importaciones de materia prima, lo cual se puede relacionar después con un aumento de las exportaciones.
También se van a incrementar las inversiones, se ha planteado un crecimiento de 22 por ciento en la industria azucarera, 4 por ciento en la agricultura, 15 por ciento en la construcción, 12 por ciento en las manufacturas… Suponiendo que realmente se logren esas cifras, podemos entender que sí se cumple ese 4 por ciento para el PIB.
El estímulo al trabajador sigue siendo un problema fundamental, no se ve la relación entre los resultados de la empresa y el beneficio personal / Foto: Rolando Pujol.
Pero hay que mantenerlo, y superarlo, este es un país que debe crecer entre 5 y 7 por ciento. Y esos incrementos tienen que estar aparejados con la productividad del trabajo: hay que crecer con eficiencia, y para eso, el trabajador tiene que estar estimulado, porque al final se va a traducir en una mejoría de su nivel de vida.
Una vez que se permita importar más desde Estados Unidos, habría que ver cuál es el límite de esas importaciones, qué productos tenemos en Cuba, competitivos y con calidad, que dé más negocio producirlos aquí y no traerlos del exterior.
No hay país que crezca si no invierte, y las tasas de inversión de Cuba son muy pequeñas, por debajo de la mitad de América Latina. Esa es una meta para superar la descapitalización y las cuestiones de infraestructura.
¿En cuáles sectores usted recomendaría mayor velocidad de transformación?
Estoy a favor de la gradualidad, pero esa gradualidad puede tener dos velocidades: una alta y una media, y yo diría que debemos acelerar más la velocidad que hemos tenido hasta ahora.
Creo que la fase experimental demora mucho las decisiones. A mi juicio, no se trata de hacer cosas nuevas, trabajando a otra velocidad los resultados se verían más rápidamente, que es lo que pide la población.
Diría que hay sectores que pueden avanzar más que otros, pero en cualquier esfera que se trate, la velocidad no puede ser esta. Hay cambios más técnicos, que llevan relación con otros factores, por ejemplo, la dualidad monetaria. Ese es un tema que a nadie le cabe duda que hay que solucionarlo, pero para eso hace falta tener determinado respaldo financiero; y con una economía que crece poco, no podemos pedir que sea una transformación que se acelere ya. Pero es una medida que hay que tomar.
El tema de la planificación sigue despertando contradicciones. En su opinión, ¿cuánto afecta actualmente este mecanismo? ¿Cuáles potencialidades reales tiene la planificación en un escenario diferente y cambiante?
En el mundo todas las economías que han avanzado lo han hecho planificadamente. Pero la planificación no puede ser vertical, rígida, que afecte una determinada producción. O sea, no puede haber empresas que cumplan su plan al cierre de noviembre, y debido a eso no puedan seguir produciendo.
La planificación tiene que ser flexible, distinta a la establecida en estos momentos. No digo que no deba planificarse: en una etapa de escasos recursos, hay que planificarlos; pero de manera diferente, de modo que ayude a la empresa, no que le ponga trabas.
Los cambios en la empresa estatal han sido tímidos, en contraste con su presencia preponderante en la economía. A su juicio, ¿cuáles deberían ser los siguientes pasos?
Desde mi punto de vista, primero, un gerente cubano debe operar como gerente y no como administrador de recursos. Creo que el directivo de una organización tiene definido todo lo que tiene que hacer, se le da poco margen de acción.
Las empresas cubanas deben tener la facilidad de importar directamente, tiene que quitárseles ciertas restricciones que existen. Por muy eficiente que sea una entidad, si el estado no le pone la materia prima cuando y como la requiere, el atraso ya no corresponde a la empresa, sino al estado. Pero el empresario no tiene decisión sobre eso.
Me parece que la empresa cubana tiene muchas ataduras que no tiene el sector no estatal, que ha avanzado mucho más. No puede ser que el sector no estatal tenga salarios cuatro o cinco veces por encima del área productiva. Entonces hay que hacer excepciones, y a aquellas entidades que exporten y tengan resultados positivos, se les puede pagar el salario que esté en correspondencia con eso, y no esperar a hacer una medida muy general.
¿Cómo podríamos evaluar la evolución del sector cuentapropista durante este año?
El comportamiento hasta hoy ha sido ascendente, pero no creo que vaya a seguir al mismo ritmo en el futuro. Primero, porque sigue limitado el número de actividades. Uno de los activos fundamentales del país es la fuerza de trabajo altamente escolarizada, sin embargo un gran por ciento en los oficios está referido a manualidades.
Luego, hay que lograr, de una vez y para siempre, resolver el tema de la materia prima. El cuentapropista no puede comprar en el mercado minorista, porque eso genera escasez de productos. Además, si van a competir con el estado, que sea en igualdad de condiciones. Es decir, no puede haber una gastronomía estatal que reciba los insumos a un precio, y el privado reciba otro precio, minorista. Al final se pueden igualar las diferencias mediante los impuestos.
El estado debe utilizar mucho más los instrumentos económicos. Creo que ha habido una pequeña confusión, que es asociar el socialismo con el estado. Para que una empresa sea socialista no necesariamente tiene que ser estatal.
¿En qué estado se encuentran actualmente las cooperativas no agropecuarias?
Hay muchas cooperativas urbanas, de la construcción por ejemplo, que necesitan madera, andamios, camiones, grúas, y no las tienen porque no está en el plan. Se estableció la resolución que las autoriza, pero, lamentablemente, cuando se ve el aporte de esas cooperativas a la economía en general, su participación todavía es pequeña.
Este año termina con 326 cooperativas solicitando, y 500 que ya están aprobadas. Se demora mucho la implementación. Una de las carencias de las cooperativas es que no existe una institución que las represente. Cada una, de acuerdo con su actividad, se relaciona con un ministerio. Entonces, el Ministerio de la Construcción aprueba las cooperativas que le van a servir de competencia a las empresas constructivas.
Otro temas que me parece fundamental es el excesivo nivel de aprobación. Tiene que haber una escala intermedia de decisión: una cooperativa del municipio Remedios no tiene por qué llegar al Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros. Creo que deben tomarse más decisiones a niveles provinciales, más cerca de la realidad, donde puedan comprobar si esa cooperativa va a ser eficiente.
¿Esas figuras pueden funcionar como catalizadores económicos? ¿Qué haría falta para ello? ¿Ayudaría, por ejemplo, reconocerlas expresamente como pequeñas y medianas empresas?
Nos trabamos, pudiéramos decir, en temas más ideológicos y políticos. Una “paladar” no es un trabajador por cuenta propia. Le seguimos dando esa categoría, pero un negocio que tenga 25 empleados, ya es una microempresa. Si se le da la posibilidad de contar con personalidad jurídica, tendría muchas más facilidades y el estado podría aplicarles reglas más claras.
Hoy los emprendimientos siguen beneficiándose de servicios como electricidad, teléfono, agua, a los precios que paga la población. Si fuera una empresa podría tener otras regulaciones. No se trata de legislar las microempresas, sino de reconocer las que existen, y que se les pueda dar otro tratamiento.
Hay 477 mil personas en la actividad por cuenta propia, pero no todos son dueños de negocios, ahí aparece mucho la figura del trabajador contratado, no hay que confundirse. Y otro detalle: está definido, legislado, que el sector estatal puede adquirir bienes y servicios del sector no estatal, sin embargo en todos los casos no funciona. Hay muchas cooperativas que se quejan porque cuando van a una empresa estatal, no les aceptan sus productos, o no les pueden vender determinado insumo porque no está en el plan.
El comportamiento de las importaciones y exportaciones tampoco ha variado sustancialmente. En materia de descentralización, racionalidad, control, desconcentración… ¿qué acciones resultan indispensables en estos momentos?
Estoy a favor del control, de la planificación. No obstante, a pesar de los problemas con las divisas, también hay un círculo vicioso: en la medida en que se permita exportar, no solo a las grandes empresas, sino a todo aquel que pueda aportar algún ingreso al país, al final se van a ver los resultados.
Existe un monopolio del comercio exterior, son 8 o 9 empresas que importan todos los recursos del país. Al principio del período especial, cuando la situación económica estuvo más tirante, se descentralizó el comercio exterior. Hubo fallos, sí, pero hoy estamos en mejores condiciones de permitir que las empresas tengan estímulos para exportar, que no los tiene porque la parte burocrática se le hace tan agobiante, que prefieren no exportar para no buscarse problemas. Pero hay muchos productos que Cuba podría ofrecer hacia el área del Caribe.
El tema de las importaciones es vital, insisto: yo le daría el permiso de importar a las empresas, cooperativas, con sus recursos. Podría permitirse a un campesino importar un tractor si lo puede pagar. No importa que no tenga divisa, él la va a buscar. Hay que considerarlos como actores, a veces se les da ese papel, pero en la práctica siguen funcionando como en el pasado. Creo que la reinserción internacional de Cuba necesariamente pasa por resolver el problema del comercio exterior de bienes.
Un año después de estar funcionando la Oficina de la Zona Especial de Desarrollo Mariel y la Terminal de Contenedores de ese puerto, ¿cómo podríamos ponderar sus resultados hasta ahora? ¿Cabe esperar efectos notables a corto plazo?
Realmente Mariel va a ser una gran solución. Sin embargo un puerto no puede estar aislado de la economía interna, porque un puerto mueve mercancía, pero si no se produce, no se utilizan todas sus potencialidades.
Ha habido lentitud en la aprobación de negocios en la Zona. Aprobar una empresa no significa que ya esté produciendo bienes y servicios para exportarlos el año que viene, pero hay que empezar, creo que hay que acelerar esas decisiones. También se piensa más en las compañías grandes, y parece que las pequeñas no hacen falta. En mi opinión no importa el tamaño, lo que hace falta es que haya empresas.
Mariel abre una gran oportunidad, va a atraer mucha fuerza de trabajo, que a su vez necesitará lugares donde vivir. Cuando se tiene una zona dinámica –y no ha sucedido solo en Mariel, analicemos la migración interna de Cuba- mucha gente empieza a moverse hacia allá, es un comportamiento normal, porque es donde hay más oportunidades.
Desde su punto de vista, ¿cómo podemos valorar el desempeño de la inversión extranjera durante los casi seis meses con la Ley 118?
Con la Ley 118 tampoco se ha aprobado ninguna empresa, he podido hablar con algunos empresarios y se quejan de que todavía las expectativas no se han cumplido, y las decisiones son muy lentas. Ahora puede cambiar todo, porque muchas empresas no venían por temor a no poder comercializar con Estados Unidos después. Pero esta sería la gran oportunidad de Cuba para acelerar la suscripción de los negocios.
No basta con una ley, el entorno macroeconómico tiene que cambiar. Las compañías que llegan a un país tienen que utilizar materias primas nacionales, ¿tenemos materias primas nacionales, cooperación entre las empresas, la infraestructura de telecomunicaciones adecuada? Son temas que hay que resolver, y ya va pasando el tiempo.
Hasta el momento varios empresarios emigrados han mostrado interés por invertir en el país. A partir de las últimas noticias respecto a las relaciones con Estados Unidos, ¿qué escenario podemos prever en este sentido?
No hay que modificar la ley, el texto permite considerar extranjero al que vive fuera de Cuba, y con recursos obtenidos en el extranjero. Ya hay empresas norteamericanas o cubanoamericanas que han mostrado interés por estar en Cuba, y han sido compañías que no han tenido una posición muy dura con Cuba. Creo que en este escenario se modificaría todo.
Sin embargo, creo que también deben darse más posibilidades al inversionista nacional. Es verdad que necesitamos capital fresco, pero en paralelo podemos accionar hasta agotar todas las posibilidades nacionales.
En cuanto a las propiedades confiscadas al principio de la Revolución, el asunto de las indemnizaciones, creo que ahí las decisiones hay que pensarlas un poco más. Ahora, yo estaría a favor de que vengan los capitales del lugar que provengan. En países como China y Vietnam los principales montos llegaron de los emigrados, se les dio las mismas facilidades que a un inversionista nacional.
¿Está Cuba preparada para este posible entorno de mayor turismo, negocios y relaciones comerciales con Estados Unidos?
No creo que estemos preparados. Aunque hemos tenido más de 25 años de turismo, hay muy buenas instalaciones, tenemos muy buen sol y playa, existen dificultades con los negocios extrahoteleros, con el estado de nuestras redes y carreteras… Diría que tenemos que trabajar, ahora sí, intensamente en ese sentido: pidiendo créditos, aceptando empresas de infraestructura. A través de la inversión extranjera tenemos que llegar a estos proyectos, que el estado los permita, pero siempre con control.
Ahora, fríamente, no se puede pretender que, en menos de uno o dos años, el país esté preparado para ver a Estados Unidos de forma diferente, son muchos años de relaciones muy tensas. Hay que crear confianza mutua, y eso no se hace de la noche a la mañana. Creo que debe haber un período de empezar a destrabar pequeñas cosas.
Pero será positivo para ambos países, para Estados Unidos significa una mejoría respecto a América Latina, por el prestigio que tiene Cuba en el área, y en las coordinaciones de todos los organismos de integración: CELAC, UNASUR, ALBA. Ahí podría haber una situación donde ganemos todos.
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