Por Carmen Esquivel*
La Habana (PL) Hace 53 años, bajo presiones estadounidenses, la OEA expulsó a Cuba de su seno y, aunque en 2009 revirtió esa decisión, el país mantiene su negativa a retornar al organismo hemisférico, tema que resurge en vísperas de la Cumbre de las Américas.
Muchas son las razones para el no regreso, pero pueden resumirse en el papel que durante décadas ha desempeñado la Organización de Estados Americanos como plataforma de Washington para agredir, ocupar y expoliar a los pueblos de América Latina y el Caribe.
De ahí que el intelectual, político y diplomático cubano Raúl Roa García (1907-1982), conocido como el Canciller de la Dignidad, la calificara como el "Ministerio de Colonias" de Estados Unidos.
La OEA surgió en 1948, durante la Conferencia Internacional Americana celebrada en Bogotá, y una de sus primeras acciones fue aprobar una resolución que avalaba la "intervención colectiva regional" en Guatemala en 1954.
Aquella agresión mercenaria, organizada por Washington, tenía como objetivo derrocar al gobierno de Jacobo Arbenz y poner fin a la llamada Primavera de la Democracia, durante la cual se aprobaron la Ley de Reforma Agraria y otras medidas de beneficio popular.
Con el silencio o el beneplácito de la OEA tuvieron lugar los bombardeos contra ciudades cubanas en los primeros años del triunfo de la Revolución de 1959 y la invasión mercenaria a Playa de Girón en 1961, orquestada también por el gobierno norteamericano.
El 3 de enero de 1962 Estados Unidos rompió relaciones con Cuba y ese mismo mes, el día 31, la OEA aprobó una resolución que excluyó a la nación caribeña del sistema interamericano.
La historia del papel nefasto desempeñado por la Organización de Estados Americanos en la región es larga.
En el seno de la entidad la Casa Blanca logró la aprobación, por un estrecho margen, de una resolución que le permitió intervenir en República Dominicana en 1965 para impedir el triunfo del movimiento popular constitucionalista.
Con su anuencia o complicidad tuvo lugar también la agresión a la pequeña isla de Granada 1983 o la invasión a Panamá en 1989.
"La OEA tiene una historia que recoge toda la basura de 60 años de traición a los pueblos de América Latina", señalaba el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, en una de sus reflexiones, publicadas en abril de 2009.
En junio de ese mismo año la Asamblea General de la organización, celebrada en San Pedro Sula (Honduras), resolvió eliminar la vergonzosa resolución que en 1962 expulsó a Cuba de ese foro.
Habían pasado casi cuatro décadas, la situación en América Latina y el Caribe era diferente y se contaba en la región con gobiernos más comprometidos con sus pueblos y con un mayor sentido de independencia.
El gobierno cubano afirmó en aquella ocasión que el acuerdo de la cita de Honduras de dejar sin efecto la resolución constituía un desacato incuestionable a la política seguida por Estados Unidos contra su país desde 1959.
La Habana, sin embargo, ratificó que no regresaría a ese organismo, el cual desempeñó un activo papel a favor de la política de hostilidad de Washington, oficializó el bloqueo y estipuló la obligatoriedad de que los países miembros rompieran relaciones con la nación caribeña.
El tema vuelve a la palestra a raíz de la VII Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en Panamá el 10 y 11 de abril, y donde Cuba participará por primera vez.
Pero la posición del país caribeño sigue siendo la misma. Cuba apuesta por los nuevos mecanismos de integración como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, la Unión de Naciones Sudamericanas o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Fortalecer, expandir y armonizar esos organismos y agrupaciones, es el camino escogido por Cuba; no la peregrina ilusión de regresar a una organización que no admite reforma y que ya fue condenada por la historia.
*Editora jefa de Prensa Latina
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