Nouriel Roubini, a professor at NYU’s Stern School of Business and Chairman of Roubini Global Economics, was Senior Economist for International Affairs in the White House's Council of Economic Advisers during the Clinton Administration.
NUEVA YORK – Los últimos datos económicos de la eurozona sugieren que la recuperación pudiese estar cerca. ¿Qué está impulsando la recuperación? ¿A qué obstáculos se enfrenta? Y, ¿qué se puede hacer para sostenerla?
Las causas inmediatas de la recuperación no son difíciles de discernir. El año pasado, la eurozona estuvo al borde de una recesión de doble caída. Cuando la eurozona recientemente cayó en una deflación técnica, el Banco Central Europeo, finalmente, apretó el gatillo para impulsar una flexibilización agresiva y puso en marcha una combinación de flexibilización cuantitativa (incluyendo compras de bonos soberanos) y tasas de interés negativas.
El impacto financiero no se hizo esperar: de manera anticipada a la flexibilización monetaria, y después de su inicio, el euro cayó fuertemente, los rendimientos de los bonos en el núcleo y la periferia de la eurozona cayeron a niveles muy bajos, y los mercados de valores comenzaron a recuperarse de manera robusta. Esto, junto a la fuerte caída de los precios del petróleo, impulsó el crecimiento económico.
Otros factores también están ayudando. La flexibilización del crédito por parte del BCE otorga, efectivamente, subsidios a los préstamos bancarios. El arrastre fiscal proveniente de la austeridad será menor este año, ya que la Comisión Europea está actuando de manera más indulgente. Y, el inicio de una unión bancaria también ayuda; tras las últimas pruebas de resistencia y revisiones de la calidad de los activos, se determinó que los bancos tienen mayor liquidez y más capital para prestar al sector privado.
Como resultado de estos factores, se ha reanudado el crecimiento de la eurozona, y recientemente los rendimientos de los instrumentos de renta variable de la eurozona han superado a los de los instrumentos estadounidenses. El debilitamiento del euro y las medidas agresivas del BCE pueden, incluso, detener la presión deflacionista en el curso de este año.
Sin embargo, una recuperación más robusta y sostenida aún enfrenta muchos desafíos. Para empezar, los riesgos políticos podrían descarrilar el progreso. Se tiene la esperanza de que Grecia permanezca dentro de la eurozona. Pero las difíciles negociaciones entre el gobierno liderado por Syriza y la “troika” (el BCE, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional) podrían causar un accidente involuntario – llamémoslo un “accidente griego” – si no se llega en el transcurso de las siguientes semanas a un acuerdo sobre la financiación del país.
Por otra parte, Podemos, un partido de izquierda que se encuadra dentro del molde de Syriza, podría llegar al poder en España. Además, los partidos populistas anti-euro de la derecha y la izquierda están desafiando el primer ministro italiano Matteo Renzi. Y, Marine Le Pen del ultraderechista Frente Nacional muestra buenos resultados en las encuestas con miras a las elecciones presidenciales francesas que se celebrarán el año 2017.
La lentitud en la creación de empleos y el crecimiento de los ingresos puede continuar avivando la reacción populista contra la austeridad y la reforma. Incluso el BCE estima que la tasa de desempleo de la eurozona continuará en un nivel del 9,9% en el año 2017 – muy por encima del promedio del 7,2% que se tenía hace siete años, antes de la crisis financiera mundial. Además, la fatiga en la periferia debido a la austeridad y la reforma se ha visto igualada por la fatiga que causa el rescate en el núcleo de la eurozona, lo que a su vez incrementa el apoyo que ganan una serie de partidos anti-euro en Alemania, los Países Bajos y Finlandia.
Un segundo obstáculo para la recuperación sostenida es la mala vecindad que tiene la eurozona. Rusia está cada vez más firme y agresiva con relación a Ucrania, los países bálticos, y hasta con los Balcanes (mientras que las sanciones contra Rusia han causado daños a muchas economías europeas). Asimismo, se podría decir que el Medio Oriente arde en la puerta de al lado: los recientes ataques terroristas en París y Copenhague, como también los ataques contra de los turistas extranjeros en Túnez son un recordatorio para Europa sobre que cientos de yihadistas que fueron criados en los propios países europeos podrían regresar a casa después de combatir en Siria, Irak, o en otros lugares y podrían lanzar nuevos ataques.
En tercer lugar, mientras que las políticas del BCE mantienen los costos de endeudamiento más bajos, la deuda pública y privada en los países de la periferia, como proporción del PIB, es alta y aún sigue creciendo, porque el denominador del ratio de la deuda – es decir, el PIB nominal – apenas está en aumento. Por lo tanto, la sostenibilidad de la deuda continuará siendo un problema para estas economías en el mediano plazo.
En cuarto lugar, la política fiscal sigue siendo contractiva, porque Alemania continúa rechazando lo que le sugiere un creciente coro de consejos sobre que debería emprender un estímulo a corto plazo. Por lo tanto, un mayor gasto alemán no compensará el impacto de la austeridad adicional en la periferia o el importante déficit que se anticipa emerja del plan de inversión a tres años y por un monto de €300 mil millones (USD325 mil millones) que presentó el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
En quinto lugar, las reformas estructurales aún se están produciendo a un ritmo muy lento, frenando el crecimiento potencial. Y, si bien las reformas estructurales son necesarias, algunas medidas – por ejemplo, la liberalización del mercado laboral y las restructuraciones de las pensiones – pueden aumentar la tasa de ahorro de la eurozona y por lo tanto, pueden debilitar aún más la demanda agregada (como ocurrió hace una década en Alemania después de sus reformas estructurales).
Por último, la unión monetaria de Europa continúa siendo incompleta. Su viabilidad a largo plazo requiere que en el transcurso de un período de tiempo se desarrolle plenamente la unión bancaria, la unión fiscal, la unión económica y finalmente una unión política. Pero el proceso de mayor integración europea se ha estancado.
En caso de que la tasa de desempleo de la eurozona sigua siendo demasiado elevada hasta finales del año 2016, la inflación anual se mantenga muy por debajo del objetivo del 2% del BCE, y las políticas fiscales y las reformas estructurales ejerzan un arrastre a corto plazo sobre el crecimiento económico, la única jugada disponible podría llegar a ser continuar con la flexibilización cuantitativa. Sin embargo, la continua debilidad del euro – alimentada por estas políticas – está avivando el crecimiento del superávit de cuenta corriente de la eurozona.
De hecho, a medida que el euro se debilita, las cuentas de la balanza de pagos de los países de la periferia han oscilado desde el déficit al equilibrio y, ahora de manera incremental, se desplazan hacia mostrar excedentes. Alemania y el núcleo de la eurozona ya mostraban grandes excedentes; en ausencia de políticas para impulsar la demanda interna, esos excedentes simplemente han aumentado aún más. Por lo tanto, la política monetaria del BCE atraerá una forma de actuación que tenga como objetivo creciente el empobrecimiento del vecino, lo que conducirá a tensiones monetarias y de comercio exterior con Estados Unidos y otros socios comerciales.
Para evitar este resultado, Alemania debe adoptar políticas – como ser un estímulo fiscal, un mayor gasto en infraestructura e inversión pública y un crecimiento más rápido de los salarios – que impulsarían el gasto interno y reducirían el superávit externo del país. A menos que, y hasta que, Alemania se desplace en esta dirección, nadie debería apostar hasta el pellejo a que habrá una recuperación más sólida y sostenida en la eurozona.
Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.
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