Daymaris Martínez Rubio
Frente a cierto optimismo tecnológico que a ratos secuestra el debate central sobre el pleno acceso al conocimiento, Antonio Martínez, presidente de la Sociedad Cubana de Antropología Biológica, insiste en que “socializar” no solo es un verbo humanizante, sino también un antídoto contra la “robotización” que es lo que el término “informatización de la sociedad” le sugiere.
En “¿Informatizar la sociedad o socializar la informática?”, texto publicado en el blog Patria y Humanidad, Martínez se apoya en ese dilema conceptual para prevenir sobre las consecuencias de extender el “espíritu pragmático y materialista del Homo cibernéticus” al mundo de las relaciones sociales: “Se llenan las vidas de decenas de aparatos para resolver cientos de supuestas necesidades humanas y corremos el riesgo de depositar en ellos nuestra felicidad y bienestar, no solo físico, sino psicológico y moral”.
Pero, esta es solo una arista del asunto. En Cuba, donde coexisten toda clase de controversias y posiciones teóricas alrededor de las TICs y el salto a la piscina de “Internet para todos”, comienzan a ganar terreno otras miradas que intentan cerrar el círculo en las lecturas sobre ciencia, tecnología, poder y sociedad.
En un reciente taller sobre comunicación de la ciencia coordinado por la Cátedra de Periodismo Científico del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, la socióloga Isarelis Pérez mostró cómo el optimismo tecnológico (tan presente en decisiones que suelen contemplar al ciudadano solo como usuario final) no constituye un garante de equidad, y su llamado fue a superar la relación lineal e incluso reduccionista que coloca a la ciencia y la tecnología por delante de las sociedades.
Desde la urbanización basada en estrictos criterios técnicos, pasando por los transgénicos, hasta la “flamante” red de cajeros automáticos esparcidos como polen por diversos puntos de la geografía, en la Isla abundan los ejemplos del culto a la ciencia y la tecnología como “grandes benefactoras” de la humanidad.
¿El reto? Evitar simplificaciones que persisten en los programas de educación, en las formas de comunicar, pero también en casi todos los modos en que está institucionalizada la ciencia, exhortó la también secretaria de la Cátedra de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación (CTS+I) de la Universidad de La Habana.
Los (a)premios de la ACC
Si ahora mismo buscáramos un ejemplo de cómo la informatización per se no garantiza el derecho a estar informados ni obliga a los agentes socializadores al cumplimiento de sus compromisos con la ciudadanía, bastaría una rápida ojeada alsitio oficial de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC).
El repositorio dedicado a visibilizar los títulos, autores y una breve descripción de lo mejor de la investigación en Cuba no se actualiza desde el año 2013. Al pinchar sobre los años lo que aparece es esta imagen en blanco.
En los predios de una institución llamada por estatutos a “contribuir a la elevación del papel de la ciencia en la cultura nacional y a la difusión del método científico”, el apartado Reconocimientos dedicado a los Premios ACC, el más alto galardón a la investigación hecha en Cuba, permanece desactualizado hace tres años.
Lo inquietante es que semejante vacío coincida con el periodo de más encendidos debates en un escenario crucial para el diseño de la futura política científica en la Isla; el mismo foro autor de un documento programático como el “Análisis del Estado de la Ciencia en Cuba”, donde las limitaciones objetivas en el uso de las TICs y muy especialmente en la conectividad y acceso a Internet, son catalogadas como un “freno mayor al desarrollo y la efectividad de la ciencia y tecnología cubanas y a su contribución a la sociedad”. Todo un símbolo.
Para Miguel Katrib, profesor de la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana y miembro de la ACC, la más reciente evidencia de la naturaleza a ratos formal de este último escenario habría llegado con la promoción televisiva del Primer Taller Nacional de Informatización y Ciberseguridad: “En ese audiovisual no vi ni a un solo académico cubano”, dijo ante el Pleno reunido el pasado siete de marzo.
Como foro, señaló Katrib, la ACC fue excluida de un tipo de debate para el cual fue creada y, en su opinión, obstáculos en el acceso a la información habrían sido determinantes.
“Tenemos que ser capaces de crear sinergias, concuerdo…”, alegó, pero ello solo será posible cuando la inmediatez de la información permita a los académicos estar actualizados, “y podamos discutir y los decisores se sientan emplazados porque la información esté ahí, chocándoles a todos”.
“Hacer lo que haya que hacer”
La urgencia de una política inclusiva y coordinada en torno al uso de la información, la ciencia y la tecnología en tiempos de Internet, pasa hoy por una mirada colectiva que evite la simplificación en los análisis.
Con tales presupuestos, Jorge Núñez Jover, presidente de la Cátedra de Ciencia, Tecnología, Sociedad e Innovación de la Universidad de La Habana, resumió un debate sobre senderos tecnológicos e impacto social que tuvo lugar a fines de febrero en la sede cubana de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO).
“Las tecnologías no son solo artefactos”, recalcó, mientras argumentaba que un celular puede estar sometido a políticas públicas muy diferentes, que podrían estar creando mecanismos de inclusión/exclusión nada simples. Es decir, “no es solo un aparato, sino ese mundo de decisiones que son políticas también”.
Angustias, dependencia y rupturas: para buena parte de los jubilados cubanos el meteorito de la automatización sin manuales será recordado como el fin y comienzo de dos formas de vida. Foto: Tomada de www.granma.cu
Refiriéndose al tema concreto de la “informatización” de la sociedad cubana, Jover alertó sobre los peligros del enfoque economicista y la subordinación a las leyes del mercado.
“¿Para qué necesitamos la informatización?”, se preguntó. “Necesitamos la informatización para participación social, enriquecimiento del comportamiento ciudadano (…), para tantas cosas que, aun en una economía y un país con un proyecto socialista vigoroso y que ha defendido a sangre y fuego, se pueden desvirtuar por la idea de que un celular es un aparato y que lo que hace falta es el mecanismo del mercado. Y ¿qué es el mercado? Plata”.
En total sintonía, el miércoles 18 de marzo, miembros del Consejo Científico de la Universidad de La Habana pusieron sobre la mesa de discusiones el Proyecto de Política sobre Informatización con el firme propósito de ser incluidos como participantes activos y tributar al mejoramiento de un contenido lo más coherente posible con el bienestar y la equidad social para todos los cubanos.
Pedro Urra, fundador del Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas (INFOMED) e invitado especial de la ocasión, celebró la iniciativa de pronunciarse de modo concreto sobre el discurso público del vicepresidente cubano Miguel Díaz-Canel, donde se toca “por primera vez, de manera integral y con posición de principios” la postura del gobierno cubano sobre el tema específico del acceso a Internet como derecho.
Según Urra, el debate hoy es vital para ayudar en la dirección planteada por un pronunciamiento “que trata de romper con una ambivalencia, una ‘no claridad’, un ‘no posicionamiento público’, al más alto nivel sobre el tema”.
Hay, dijo, una declaración pública que supone un compromiso gubernamental con Internet para todos, pero lo preciso, subrayó, sería discutirla en otros espacios, para generar un respaldo en señalamientos y proposiciones, enriquecerla, llevarla al máximo nivel de toma de decisiones, y “hacer lo que haya que hacer para que se creen, tanto individual como colectivamente, los espacios que garanticen que las personas en sus diferentes situaciones económicas y sociales (…) tengan la posibilidad de acceder a ese derecho”.
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