Fernando Ravsberg, abril 30, 2015
Algunos amigos opinan que debo terminar con este debate sobre la actuación de la sociedad civil en Panamá pero desde mi óptica no tengo derecho a finalizar un intercambio de opiniones que iniciamos entre varios y al que se han ido sumando otros.
Si alguien se lleva otra impresión será porque, lamentablemente, mi nombre aparece casi en todos los textos de “respuesta”. Como si el debate fuera solo conmigo, ignoran a importantísimos intelectuales cubanos que han expresado sus opiniones.
Curiosamente no hay “respuestas” a lo escrito por Silvio, Amaury, Orrio, Gómez Barata, Harold Cárdenas,Arboleya o Aurelio Alonso, entre otros. Es lamentable porque omitiendo esa diversidad de pensamiento se pierden análisis muy interesantes.
Un joven colega de la TV cubana, Javier Ortiz, se pregunta en las redes sociales: “¿Por qué todo esto me parece una cruzada contra Fernando Ravsberg y no un debate real sobre la participación de la sociedad civilde Cuba en la Cumbre de Panamá?”
Aquí se debatió, además, sobre el derecho a opinar diferente y expresarlo públicamente, sobre que es lasociedad civil en Cuba, sobre la nueva estrategia de EEUU y la respuesta cubana, sobre el papel de la prensa y también sobre la forma de hacer política.
La repercusión que tuvo mi post y su mayor mérito reside en recoger, escribir y publicar lo que muchos cubanos pensaban, esos criterios que la prensa nacional ignora para mantener la falsa unanimidad, que ya critican hasta los máximos miembros del gobierno.
Normalmente los debates en la sociedad civil cubana se inician con una convocatoria que “viene de arriba”. Foto: Raquel Pérez Díaz
No se puede culpar a mis colegas cubanos, muchos de ellos difieren de la “versión oficial de los hechos”. El problema no está en los periodistas sino en quienes dirigen la prensa, con torpes recetas que proyectan una pésima imagen mediática de Cuba.
Pero lo más interesante de esta experiencia es que el debate se mantuvo en general con buen nivel, salvo en un solo caso que no merece mención. Si alguien intentó convocar a una “cruzada digital” fracasó porque el ciberespacio se llenó de matices y criterios diversos.
En estos días me invitaron a una fiesta en la que se encontraba uno de los jóvenes que escribió un apasionado texto apoyando a la delegación cubana en Panamá. Conversamos, nos reímos, los demás nos hicieron bromas y seguimos pensando diferente.
En lo personal viví este debate sin mayores presiones, conversé en esos días con autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores sobre otros asuntos y, por supuesto, tocamos el tema. Me dieron sus puntos de vista de forma respetuosa.
Estoy convencido de que si hubo cierta tensión no se debió al tema en cuestión ni a las posiciones encontradas sino a la falta de entrenamiento en el debate, cuando este surge de manera horizontal y espontánea, sin una orden de “arriba”.
En debates anteriores se han tocado temas mucho más sensibles y la gente se expresó con total crudeza. Pienso sobre todo en el del 2007, cuando 5 millones de cubanos reunidos en asambleas expusieron, a “calzón quitado”, sus críticas al modelo.
La gente habló de los bajos salarios, de la dualidad monetaria, de la alimentación, del problema de la vivienda, del transporte y de la falta de lugares de diversión. Sobre ese cimiento se inició el proceso de cambios económicos, que aún hoy se está desarrollando.
Mi percepción es que la nación cubana tiene ya la madurez suficiente para abandonar la unanimidad y sostener su unidad en la diversidad de criterios. En ese sentido creo que se ha avanzado durante la última década pero es apenas el comienzo de un proceso sin fin.
Como expresara el poeta Antonio Machado, se hace camino al andar. Vendrán nuevos debates y nos volveremos a encontrar pero todos, o casi todos, ya habremos aprendido, que pensar diferente y debatir no tiene por qué convertirnos en enemigos.
La sociedad civil cubana ya tiene madurez para sostener su unidad en la diversidad de criterios. Foto: Raquel Pérez Díaz
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