¿Cómo podemos quejarnos de la falta de un periodismo más crítico y autocrítico, como tantos han hecho, y ahora caerle en pandilla a Fernando Ravsberg que, con su visión personal y comprometida de décadas viviendo en Cuba, desbarata constantemente la distorsión que comete buena parte de la prensa mundial con nuestra realidad? Considero un error enorme enfilarle los cañones a Ravsberg, por contar lo que ve desde su percepción personal.
Si la Revolución ha sido capaz de reconocer sus fallas, si revolucionarios de la talla de Fidel y el Che nos dieron innumerables veces la lección de volverse contra nuestros errores ¿qué significa el linchamiento de un periodista crítico?
Señores, volvamos a leer, asimilemos los discursos de nuestro Presidente, Raúl Castro.
Con perdón de los abnegados compañeros que puedan justificar los gritos de ¡r por él!; quitándome el sombrero ante los insignes académicos que a lo mejor sin darse cuenta inflan la guillotina; respetando muchísimo a intelectuales de grandes méritos y similares responsabilidades, me parece que este ataque simultáneo contra Ravsberg puede parecer campaña, reminiscencias de quinquenios grises y parametraciones, acto de repudio innecesario y contraproducente, además de injusto.
¿Realmente se hizo una divulgación correcta de las actividades colaterales de la Cumbre de Panamá? ¿Todos los aspectos de lo sucedido fueron bien mostrados y debidamente analizados? Yo estuve allí y sinceramente no me creo con toda la información. Ese bendito elegido que la tiene, que la organice y la publique, por favor.
Más allá de las imprecisiones que pueda haber en el escrito sobre la confrontación de la sociedad civil enviada por La Habana y la fletada por Miami, el compañero Ravsberg ha dicho lo que muchos piensan. No caigamos en la simpleza de creer que todo lo que se dice desde afuera es falso, automáticamente. Lo falso, lo artero es la razón que mueve a algunos a decir, los matices que a veces se subrayan, pero alguna que otra vez se pueden escuchar cosas que nos pican, sobre todo si están basadas en evidencias.
En tales circunstancias, demasiado a menudo aparecen injurias y chirridos, cuando lo que más falta hace es serenidad, lucidez para no caer en actitudes que son trampas a la inteligencia, y que los fabricantes de obtusos saben convertir en banderolas a imitar, incluso en otros ámbitos, para complicarlo todo más.
Otra cosa que quiero señalar es que demasiado a menudo, para ponerle correctivos a Ravsberg, clara o veladamente se señala su nacionalidad, como si tal cosa fuera una impedimenta. Ojo con el nacionalismo a ultranza. Espero que nunca olvidemos que Nuestra América no es una frase retórica, sino sangre de un mismo cuerpo que corre por nuestro continente, por nuestra Historia, con la hermandad como fundamento y destino.
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