Iroel Sánchez
Un artículo publicado originalmente en el sitio OnCuba (“La sociedad civil y el debate“, de Fernando Ravsberg) ha generado un grupo de réplicas y contrarréplicas desde distintos espacios de la web alrededor de la participación cubana en los Foros paralelos a la Cumbre de las Américas en Panamá.
La verdad sobre lo sucedido ha ido aflorando, escrita por varios de los participantes cubanos que estuvieron del lado contrario a la “sociedad civil” construida por EE.UU. que allí se intentó presentar.
Un artículo publicado originalmente en el sitio OnCuba (“La sociedad civil y el debate“, de Fernando Ravsberg) ha generado un grupo de réplicas y contrarréplicas desde distintos espacios de la web alrededor de la participación cubana en los Foros paralelos a la Cumbre de las Américas en Panamá.
La verdad sobre lo sucedido ha ido aflorando, escrita por varios de los participantes cubanos que estuvieron del lado contrario a la “sociedad civil” construida por EE.UU. que allí se intentó presentar.
Tal vez haya quien crea innecesario volver sobre el tema porque ya el que igualó terroristas y asesinos con miembros de las instituciones y organizaciones que se ha dado el pueblo cubano a lo largo de su lucha por la independencia nacional y la justicia social ha abandonado su tesis inicial para terminar hablando de sí mismo. Pero me seduce que nuestro gran periodista se intente transformar de fiscal en árbitro de los cubanos, lamentando que no haya “respuestas” -las comillas son de Fernando Ravsberg- a quienes jamás han equiparado -como sí hizo él- patriotas con mercenarios y terroristas, ni han reclamado un diálogo con estos últimos en paralelo al sostenido por los gobiernos deCuba y Estados Unidos. Son esos dos los aspectos esenciales que se le rebatieron a Ravsberg, desataron las réplicas a su primer texto y es perfectamente comprobable que ninguna de las personas que este menciona en la tercera parte de su saga para intentar escudarse tras ellas ha expresado compartirlos. Sobra decir que, a diferencia del extraño polemista, los mencionados por Ravsberg tampoco arrastran una historia de servicios a la quinta columna que EE.UU. ha tratado de construir en Cuba a base de dinero y tecnología.
Como ha dicho el joven Yosvani Montano, lúcido estudiante con apenas 22 años, Ravsberg “mantiene su papel de Juez inaccesible y no contesta ni una sola de las réplicas objetivas, sólidas, que suscitó su primer texto”. Pero ya que este intenta diluir la cada vez más obvia y derrotada intención con que comenzó su ataque contra los revolucionarios cubanos que asistieron a Panamá, ignora los testimonios de destacados intelectuales y jóvenes periodistas allí presentes, deja sin responder las incómodas preguntas que le dirigiera Montano, y ahora llama abiertamente a pelearnos entre patriotas, deseo recordar un fragmento de la iluminadora intervención de Fernando Martínez Heredia con el título “Cuba, EE.UU. y el mundo de los contratos” en una polémica anterior sobre The New York Times que he citado antes y se ajusta como un guante al debate en curso, y a su principal protagonista y editor del medio de comunicación desde el que se inició esta disputa:
“En todo sistema de dominación desarrollado cada uno tiene su esfera, sus maneras y su función. Que yo sepa, nunca ha mostrado alguna simpatía por la sociedad que tratamos de edificar en Cuba, pero puedo admitir que forma parte del sector educado de nuestros enemigos. Eso, sin embargo, no lo hace menos peligroso: puede ser un vehículo mucho más eficaz que los medios de comunicación que hacen el trabajo sucio, si se trata de confundirnos, dividirnos, ponernos a pelear alrededor de nuestros males y deficiencias, y de sembrar desconfianza y cizaña entre nuestros amigos de la América Latina, el Caribe y los propios EE.UU.”
Cito también tres fragmentos de textos recientes que, sin haber sido generados directamente al calor de esta polémica, sí considero tributan a su comprensión.
“…los medios se han convertido en agentes de intervención política, por tanto, utilizan sus contenidos para servir a su objetivo político. Las siguiente inmoralidad es que, encima, se presentan como informadores y neutrales; y, además, como todos los grandes, pertenecen a importantes emporios empresariales, defienden el mismo modelo ideológico y económico.”
(…)
“Esa corrección [política] se refleja en otro mito absurdo del periodismo moderno: la equidistancia. Siguiendo el modelo de periodismo declarativo, los periodistas recogen un testimonio y el de la posición contraria, y así creen que informan. Es estúpido pensar que la verdad se encuentra entre dos testimonios opuestos. El periodista debe buscar la verdad y contarla, no limitarse a presentarnos las diferentes versiones para que las audiencias se queden sin saber quien miente. No se puede decir que, según lo afganos, la bomba de la O.T.A.N. cayó en la celebración de una boda y, según la O.T.A.N., cayó en una reunión de terroristas. El periodismo nació para que nos contaran dónde cayó esa bomba. Pero con esa forma de actuar el periodista y el medio queda bien con todos los grupos de poder que, en última instancia, es lo que les preocupa.”
(…)
“Es absurdo pensar que un medio de comunicación privado, cuya propiedad es de una empresa privada, de unos accionistas privados, vaya a ser independiente. Para empezar, según las propias leyes del mercado, un directivo empresarial tiene la obligación de lograr el máximo beneficio para sus accionistas. Eso incluye a los directivos de una empresa de comunicación, por lo que pondrán al servicio de ese objetivo el medio de comunicación.”
Rafael Cruz Ramos en “Las puntas de la culebra“:
“Hay quienes están dispuestos a decir con su nombre y sus dos apellidos, con su dirección y sus ojos, con su cara y su badajo en riesgo: yo apoyo a Fidel, a Raúl, a la Revolución socialista, soy antimperialista y que salga el sol por donde salga.
“Hay otros que tapan sus infidelidades, mientras escriben crónicas a la libertad, gente que espera a ver qué va a pasar, y se hacen con sus discursos bien intencionados, de una puerta trasera para cuando “la revolución se venga abajo”, mientras cobran sus críticas en una moneda tan dura como sus juicios.
“Hay quien levanta el librito rojo con la misma dignidad que Maiakoski, sabe que por eso no le otorgarán visa, y hasta puede ser que lo anoten en las listas de los excluibles, Y si “esto se cae” lo pueden ir a sacar de su casa con los recién estrenados agentes policiales según el anuncio de “3 días de libertad para matar”. Pero no le importa.
“Hay otros que juegan a las máscaras o a tocarles los huevos al tigre sabiendo de antemano es fuerte pero no asesino. No corren otro riesgo que la mirada torva de un paisano, al que se le puede acusar sin reparo de “burócrata, anclado en el pasado, que no quiere evolucionar” y muchos insultos de moda.”
Hibrahím Hidalgo en “El Manifiesto de Montecristi en la guerra de pensamiento”
“En estos tiempos, algunos se presentan como confundidos, en sus nada ingenuas aspiraciones de convertirse en los primeros beneficiarios de una revolución cubana rendida ante el imperio, cuyo más alto representante ha expresado, con meridiana claridad, la vigencia de los objetivos sempiternos de la oligarquía avasalladora del norte, que intentará alcanzarlos con nuevos métodos, nuevas vías, nuevos recursos. Resulta obvio: el enemigo continúa enfrente, y tiene las condiciones para dar una imagen de espera paciente: ha dejado caer sus semillas y espera que germinen. La revolución carece del recurso del tiempo ilimitado, y cada patriota se apresta a defender lo que estima justo. No son estos días y noches apacibles. Sólo quienes miran a las nubes, desde la comodidad de la ausencia de angustiosas necesidades materiales, pueden permanecer impasibles, a la espera de que el derrumbe de sus sueños los sorprenda. Pero quienes echamos “pie a tierra con la patria revuelta”, no esperamos por consignas vacías o alharacas patrioteras inoperantes, sino que, con el ideario y el ejemplo de Martí afirmamos, como este: “A un plan obedece nuestro enemigo: el de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan. […] ¡Juntos, y adelante!”.
Testimonios de intelectuales y jóvenes periodistas cubanos sobre lo ocurrido en Panamá que Ravsberg ha ignorado:
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