Max J. Castro • 26 de agosto, 2015
MIAMI – Lo odiaban, siempre. Lo odiaban cuando él actuaba como una sombra de lo que fue antes (el senador de Illinois, y de Estados Unidos, que se había opuesto al embargo a Cuba y a la guerra de Irak, y su posición era a favor de las causas progresistas prácticamente en todos los ámbitos.) Lo despreciaban, y juraron hacer de él un presidente de un solo mandato, casi antes de haber asumido el cargo. Se burlaban incluso cuando él hizo lo imposible por encontrarse con ellos a medio camino en cuestiones de estímulo económico, atención de salud, todo. Lo calificaron de débil en política exterior y militar, a pesar de hacer lo que Bush nunca fue capaz de hacer –llevar a Bin Laden ante la justicia. Encontraron insuficiente el uso que hizo de la fuerza, no importa los cientos de ataques aéreos y de drones que autorizó. Demonizaron y obstaculizaron Obamacare, aunque él diluyera el programa para calmar su disgusto por cualquier cosa que pudiera ser mal interpretado como “socialista”.
Ellos lo odiaban por cualquier razón y sin razón. Pero señores, ¡cómo van a odiarlo ahora! Obama finalmente se ha puesto de pie, se ha quitado los guantes de seda, y ha comenzado a luchar por las cosas por las que lo elegimos. Republicanos, reaccionarios de todos los colores, tengan cuidado. Conozcan el verdadero Barack Obama.
El cambio que ha obtenido la mayor atención es la manera en que Obama se ha despojado de sus inhibiciones para denunciar la injusticia racial en Estados Unidos. Homicidios por parte de la policía de hombres negros desarmados, por supuesto. Pero también el encarcelamiento masivo de los negros y de otras minorías por delitos no violentos. Hasta ahora, se podía acusar a Obama de tratar de pasar por un tono más pálido de negro. Muchos africanos han considerado con algo de razón que él había olvidado a su comunidad. Ahora dicen que en realidad se ha convertido en el primer presidente negro.
A favor de Obama, como primer presidente negro en una nación todavía afectada por el racismo descarado y, más importante aún, por un racismo mucho más extendido, sutil y negable, un racismo que no se atreve a decir su nombre, él debe haber sentido que tenía que actuar de una manera que hiciera posible que todos los norteamericanos consideraran que él era el líder de todos y que lo aceptaran como tal. También quiso negar las armas a los demagogos de derecha para que pudieran utilizar la carta de la raza como una estratagema para descarrilar sus planes más amplios.
Desafortunadamente para Obama y el país, nada de eso funcionó. Una minoría de los enemigos, respaldada por millones y millones de dólares proporcionados por una camarilla minúscula de gente muy rica y muy de derechas, trató de hacerle imposible la vida a Obama, torpedear cada una de sus iniciativas, burlarse de cada una de sus propuestas.
Pero si recuerdo lo que aprendí de Física, para cada acción hay una reacción igual y opuesta. La política no es la física, pero tampoco es irrelevante. Era lógico que los ataques persistentes y a veces viles de la derecha contra el presidente provocaran algún tipo de reacción, incluso de este comandante en jefe sereno y compuesto. Lo estaban pidiendo. Ahora lo tienen. ¿Como les gusta?
La raza no es el único tema en el que Obama ha desafiado a la derecha, y probablemente tampoco la más importante. El acuerdo iraní atraganta a cada republicano en el Congreso y a un buen número de demócratas de la variedad israelí correcta o incorrecta, como el senador de Nueva York Chuck Schumer. Ya que mencioné a Schumer por su nombre, me parece que debo decir que nada de esto implica una sombría y mítica cábala judía. Eso debería ser evidente, ya que hay muy pocos judíos entre los republicanos en el Congreso, y el Partido Republicano como bloque es totalmente contrario al acuerdo con Irán.
Pero el acuerdo con Irán no es un hecho aislado. Los columnistas cuyo trabajo aparece en el Wall Street Journal, y que están siempre vigilantes contra cualquier desviación de la norma de la supremacía norteamericana en el mundo, se han dado cuenta. Aunque estos expertos casi siempre tienen ideológicamente razón, a veces también la tienen desde el punto de vista analítico. Una luz brillante en la niebla tóxica que impregna las páginas de opinión del Wall Street Journal recientemente opinó que el acuerdo con Irán no era solo un cambio en la política. Representa, por el contrario, una mentalidad diferente con respecto al uso de la fuerza por Estados Unidos. Es un reconocimiento cuerdo por parte de Obama que no todos los problemas, incluso en el Medio Oriente, pueden solucionarse por medio del poderío militar.
La apertura inesperada de Obama hacia Cuba parece apoyar la tesis. El discurso del secretario de Estado John Kerry en La Habana fue casi más significativo por lo que estuvo ausente que por lo que estuvo incluido. Estuvieron ausentes las palabras belicosas y el tono arrogante. Esto en gran medida fue lo enloqueció a los extremistas en este país. ¿Cómo puede Estados Unidos hablar con el gobierno cubano en igualdad de soberanía, en vez de intimidarlo y darle lecciones?
Pero lo que realmente llevó a los históricos/histéricos cubanoamericanos dentro y fuera del Congreso hasta el punto de ebullición fue que los disidentes no fueron invitados. Es razonable cuestionar esta decisión. Pero hablemos en serio. Uno no va a la casa de alguien e invita a gente hostil hacia sus anfitriones. Eso es especialmente cierto cuando esos invitados hostiles se han beneficiado, consciente o inconscientemente, de apoyo – moral, material o ambos– como parte de una estrategia para socavar a las mismas personas con las que usted está comenzando a hacer las paces.
Eso habría sido el tipo de acción agresiva que habría señalado a todo el mundo, en especial a los funcionarios cubanos desconfiados, que no había ninguna nueva política, solamente una capa de barniz sobre la anterior.
Al decir esto, quiero dejar claro que no pongo en entredicho la sinceridad o el valor de los disidentes en Cuba. Estoy seguro que la mayoría de ellos no se ven a sí mismos o desean desempeñar el papel de herramientas de los designios de Estados Unidos. Pero tampoco lo hicieron en 1961 los invasores de Bahía de Cochinos, aunque desde entonces la historia les ha enseñado que, a través de los ojos de Estados Unidos, eso es precisamente lo que eran. Hasta el día de hoy, muchos de los veteranos sobrevivientes de la 2506 se sienten amargados por esta comprensión.
En el frente interno, Obama ha actuado en serio en cuanto a la reducción de las emisiones de gases de invernadero, en especial los de las plantas eléctricas alimentadas con carbón. Su EPA (Agencia de Protección al Medio Ambiente) también está trabajando para reducir las emisiones de metano, otro de los principales contribuyentes al cambio climático. Y también a menudo habla contra la desigualdad económica.
La cuestión ahora no es acerca de las intenciones o de la determinación de Obama. La pregunta es si un Congreso dominado por el grupo más derechista de republicanos en la historia reciente le permitirá que avance un paso más.
Lo que el Partido Republicano quiere es la capitulación, por parte de Obama y de todo el mundo. Este Congreso parece decidido a anular el veto de Obama y de esa forma hacer fracasar el acuerdo con Irán, a menos que Irán se ponga de rodillas. Lo mismo vale para poner fin al embargo. Y los estados con abundante carbón gobernados por los republicanos se preparan con todos los medios necesarios para la batalla con la administración.
El hecho de que al final Obama optó por hacer lo correcto y librar el buen combate es enormemente gratificante. Pero, ¿cuánto puede hacer un hombre, incluso un presidente, en un país cada día más dominado por los plutócratas y poderosos intereses estrechos con cero interés en el futuro de la Tierra o en el pueblo que lo habita?
Foto de portada: Pete Souza, fotógrafo de La Casa Blanca.
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