Cuando finalmente el Malecón se seque, quedando (aparentemente) despejada la vía para llegar caminando a EEUU, comprobaremos que a las 12 millas de lo que fue la orilla cubana, en efecto no habrá una lancha guardacostas pero sí un todoterreno o un jeep anfibio tratando de detener la entrada ilegal. La ley ya no será de pies secos y mojados sino de pies secos y húmedos, porque los oficiales de emigración impedirán su entrada a quienes tengan al menos un grano de arena en las extremidades o cierto olorcito a corales y algas delatoras.
Cuando se seque el Malecón (vieja imagen con la que Jacob Forever destronó a esa otra de “cuando la rana críe pelos”, que a falta de concepto usamos los cubanos para representarnos la eternidad) y el sector económico privado se fortalezca en la isla, comprobaremos que en los negocios capitalistas habrá malos tratos, impuntualidades y falta de rigor, que son características que los cubanos asociamos a la empresa estatal socialista y que son, en verdad, cuasi indelebles formas de nuestra manera de ser y hacer.
Cuando se seque el Malecón y se levante el bloqueo/embargo, comprobaremos que muchas de las escaseces materiales en las despensas cubanas persistirán; a lo mejor porque los contenedores se quedarán abandonados en los puertos o porque, digamos, la reestructurada Secretaría del Comercio Exterior no cumple los contratos en tiempo y en forma. Lo que ya no es responsabilidad del imperialismo sino, nuevamente, de nuestra forma de ser y hacer.
Cuando se seque el Malecón (por evaporación o filtración) y Cuba logre inscribir un equipo de pelota en las Grandes Ligas, comprobaremos que una parte de los cubanos simpatizarán con el nuevo team, otros con la novena de Miami, pero que la mayoría le seguirá yendo, como siempre, a los Yanquis de New York.
Cuando se seque el Malecón y nadie recuerde ya al nieto de Díaz-Canel ni al nieto de Díaz-Balart, descubriremos que las diferencias que existen entre los cubanos que residen en la isla y los que viven en el sur de Florida son mayores que las que hoy camuflamos bajo el debate castrismo-anticastrismo.
Cuando se seque el Malecón, entonces sí, los cubanos empezarían a reconocer sus grandes virtudes y defectos; esos que la querella política en torno a la Revolución de 1959 y la sociedad de ella emergida, no permite apreciar en su real magnitud.
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