
1975, XIX, 449: “Notas. Sobre la oratoria”.
“Si el hombre hubiera llegado ya a ser Dios, que por esto tengo el ir purificando su conducta, y generalizando sus facultades hasta confundirse con la inmensidad, generadora y generalizadora, si a esto hubiese llegado el hombre: ¿qué es el hablar? Me preguntaría. Y yo le diría: volar. Pero como no somos todavía más que desventurados pavos reales, y el plumaje variado del alma no alcanza a cubrir la deformidad de nuestros pies, que nos atan a la tierra, analogía inmensa, como las raíces a los árboles, las orillas al mar y los márgenes al río, si me pregunta qué es hablar, yo diré: es una función divina que se cumple honrosamente. Es una fuerza superior que se expresa con fuerzas humanas. Es una celestialidad imperfecta que necesita, para obrar sobre los hombres, amoldarse a ellos y estudiarse en ellos. De aquí el profundo estudio necesario. El modo de dominar a los espíritus, el más seguro y honrado, es el de hacerse entender que se les conoce. Se tiene un involuntario respeto hacia el que penetra en nuestra alma. Y el respeto va aparejado a la obediencia, inferioridad todavía necesaria para el buen gobierno de estos imperfectos mundos”.
1975, XIX, 450: “Notas. Sobre la oratoria”.
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