"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 11 de marzo de 2017

El día del golpe de Batista

REPLICA DE MAX LESNIK 

Un buen ejercicio para la memoria es recordar el día y momento dónde estaba Ud. al producirse un acontecimiento que por su gran trascendencia haya pasado a los anales de la historia de su país.

Y como recordar es volver a vivir, aquí va mi testimonio de lo que me viene a la memoria de aquel día 10 de marzo de 1952 cuando el entonces Senador de la republica Fulgencio Batista, rompiendo el ritmo constitucional de la nación encabezó el golpe de Estado que cambió para siempre el destino de Cuba.

En recuento breve del acontecer cubano de entonces, habría que señalar que el país se encontraba en medio de un convulso proceso electoral en el que de celebrarse las elecciones presidenciales el primero de junio de 1952 tal como estaba señalado para esa fecha, Batista hubiera hecho un triste papel de tercero, muy por debajo del candidato del gobierno Autentico el Ingeniero Carlos Hevia y bien lejos del profesor universitario Roberto Agramonte , quien según todas las encuestas de la época sería el seguro triunfador en las urnas, como heredero del fervor popular , que había dejado tras su muerte por suicidio inesperado, el líder del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos) Eduardo Chibás.

Me encontraba yo por aquellos días del mes de marzo de recorrido político por la región más oriental de la isla con vista a las elecciones presidenciales, movilizando a los cuadros de la Juventud Ortodoxa, organización juvenil del Partido de Chibás de la cual era su Secretario General Nacional. El día nueve por la mañana llegué a la ciudad de Bayamo y tuvimos una reunión de trabajo en la residencia de la familia Fornet- Ortodoxos todos ellos-contando con la efectiva labor organizativa de Ambrosio Fornet, hoy intelectual cubano de talla nacional que era el líder del movimiento juvenil Ortodoxo en la ciudad Monumento.

Al atardecer abordé un ómnibus de la empresa “Santiago-Habana” con destino directo a La Habana con una breve escala en la ciudad de Santa Clara para cambiar de chofer y “estirar las piernas”. A eso de las siete de la mañana llegamos a la terminal de ómnibus de la capital cubana. Todo parecía normal hasta que escuchamos la voz del locutor cubano Raúl Dagnerí- a quien reconocimos de inmediato- quien estaba en espera de unos familiares suyos. El famoso locutor proclamaba en alta voz- no sé si de alegría o de rabia- “Que Batista estaba en el campamento militar de Columbia y que había derrocado al Presidente Prío Socarás.

De la Terminal de Ómnibus salimos como un bólido hasta las oficinas del Partido Ortodoxo situadas en Prado 109 sin siquiera pasar por mi casa, de Morro número 53 que estaba apenas a una cuadra y media de allí. El ambiente era de indignación general entre los militantes Ortodoxos que se habían congregado en el Liceo del Partido, especialmente entre los jóvenes, que más tarde serian muchos, de ellos protagonistas destacados en el proceso revolucionario cubano, que tendría de líder al también dirigente del Partido de Chibás Fidel Castro Ruz.

¿Qué hacer?: Vino la pregunta. Allí estábamos los principales dirigentes de la Juventud Ortodoxa y había que pronunciarse de alguna manera contra la asonada militar de Batista que violaba el ritmo constitucional de la nación. Así surgió la idea de redactar un manifiesto a la nación a nombre de la Juventud Cubana. Sería el “Manifiesto Número Uno”. Pero habría que buscar UNA imprenta que se atreviera a imprimirlo.

Alguien dijo: “Por aquí por las calles Trocadero o Consulado hay una imprentica cuyo dueño es Ortodoxo y quizás él se atreva a jugársela con nosotros. Localizamos la imprenta y su propietario Emilio Jiménez, puso manos a la obra. El mismo Jiménez “paró” el texto que yo había redactado y en su máquina impresora “Pequeña Gigante”- así llamaban al artefacto impresor- imprimió los diez mil ejemplares de la tirada que a eso de la una de la tarde estaban en manos nuestras, listos los manifiestos para distribuir todos en los barrios de La Habana delante de los ojos de la policía batistiana comandada por el nuevo jefe del cuerpo el tristemente célebre Brigadier Rafael Salas Cañizares.

Vale anotar que en esa misma “Pequeña Gigante” del Ortodoxo Emilio Jiménez, se imprimió años después por gestiones de Haydée Santamaría, la primera edición clandestina de “La Historia me absolverá” el alegato histórico de Fidel en el juicio del Moncada.

Aquel manifiesto “Número Uno” de la Juventud ortodoxa lanzado a las calles de La Habana el mismo día diez de marzo de 1952 fue la primera denuncia contra la recién estrenada dictadura de Batista. Me acuerdo de ese día como si fuera hoy. Así se escribió la historia.

Les habló para Réplica de Radio-Miami su director Max Lesnik.

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