En los últimos meses en La Habana se han reparado numerosas instalaciones, algunas, como un grupo de fuentes, con función ornamental y que han requerido esfuerzos constructivos, en algunos casos de valor patrimonial.
Hospitales han recibido reparaciones capitales y se han construido o adaptado un número importante de mercados agropecuarios/industriales, además de edificios multifamiliares.
Se han rescatado cafeterías y restaurantes, el emblemático El Cochinito entre ellos, que ofrecen variadas opciones de comestibles y en horarios aplaudibles, por todos los que en un momento necesitan comerse un pan “con algo” o quieren invitar a almorzar a su pareja o a su amigo.
Por televisión y también en vivo (en el caso de Santiago de Cuba y Granma) he sido testigo de inauguración de centros productivos, asistenciales, educacionales y de todo tipo, como la colosal tarea de rehacer el puente hecho añicos por el huracán Mathew en Baracoa.
Lo cierto es que de la punta de Maisí a San Antonio se ven construcciones que nos llenan de regocijo a aquellos que queremos el crecimiento sostenible de Cuba. Cada vez que veo una columna que se levanta o un techo que se echa, me siento feliz.
Así he estado durante los últimos meses por el trabajo en las aceras de la calle 17 del Vedado, desde D hasta Paseo. Por lo menos en esa calle no tendría que caminar por el centro, porque el buen estado de sus aceras me permitiría andar sin preocuparme de los huecos. El embullo se me ha enfriado en la medida que trascurren más semanas y rompen más tramos de aceras… sin terminar otros.
Pero, lo que me ha hecho escribir estas líneas es ver dos grandes árboles que son asesinados poco a poco en esa vía. Las fotos lo dicen: el cemento copa y se derrama seco alrededor del tronco, con raíces cubiertas por ese material constructivo (dañino para la vida vegetal).
Hablo de asesinato porque me han dicho que la mezcla puede filtrarse hasta las raíces y matarlas, y cuando no sucede eso entonces esas longevas raíces suben, y rompen la acera al cabo de unos meses de ser reparada.
¿Por qué dilapidar no solo dinero y materiales, sino el esfuerzo de constructores que bajo el sol sudan al romper lo que queda de las aceras? ¿Acaso es justo que en algún lugar del país suceda esto cuando se trata de la imperiosa necesidad de mejorar el hábitat de todos los cubanos?
El cemento derramado de esa manera chapucera (no hay otro nombre) ocurrió dos meses atrás, y he esperado pacientemente para que “alguien” se dé cuenta de esa barbaridad. No ha sucedido. Hay desidia.
Es un contrasentido que ejemplos negativos como este empañen toda una gestión a nivel nacional proyectada -a pesar de la crisis financiera que nos afecta- a elevar en nivel de vida de cubanos y cubanas.
Redacción Digital | abril 24, 2017 en 7:28 am | URL: http://wp.me/
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