"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

martes, 20 de agosto de 2013

Historia y consecuencias de una depredación ecológica

 

Por Pausides Cabrera Balbi
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Ideado y promovido por el Comandante en Jefe Fidel Castro en 1967, el Jardín Botánico Nacional (JBN), abarca aproximadamente 600 hectáreas localizadas al sur de La Habana.

Abierto al público en 1984, y adscrito a la Universidad de La Habana (UH), esta institución educativa, científica y recreativa, se erige en centro expositivo natural donde se muestra una amplia gama de la flora nacional, así como del resto de los trópicos del planeta.
 
Durante 1969, allí fueron plantadas alrededor de 22 mil especies forestales cubanas, así como de América, Asia, Australia y África, arbolado que prosperó y creció lozano por casi cuatro décadas… hasta que el despiadado pillaje irrumpió en el verde entorno.
 
Las primeras huellas de la depredación en el Jardín Botánico Nacional (JBN), datan de 2008. A partir de tal fecha, las fechorías se hicieron frecuentes, hasta alcanzar alarmante clímax entre 2010 y 2011.
 
El impacto ocasionado a la Naturaleza por los maleantes es patente en lo que fue un tupido bosque de caobas africanas (Khaya senegalensis), donde la fresca y prolongada sombra que podía disfrutarse hace unos años, hoy constituye un intermitente paisaje de claroscuros repleto de tocones.
 
Alberto Díaz Pérez, director de aseguramiento del JBN, refiere que durante una de las brutales talas ilícitas -acaecidas todas en horas de la madrugada-, desde su puesto a más de un kilómetro de distancia, un custodio escuchó el ronronear de una motosierra e informó a otros guardianes del parque. Más al intentar acercarse a la escena del suceso, fueron recibidos con disparos de armas de fuego.
 
En diciembre del pasado 2011, un grupo de ciudadanos fueron juzgados por el Tribunal Provincial de La Habana, y condenados a penas entre ocho y 10 años de privación de libertad, por el delito de Hurto continuado, con causas agravantes.
 
Para Ángela Teresita Leiva Sánchez, directora general del JBN, entre las causas propiciatorias de los lamentables hechos primó el robo paulatino de alrededor de 11 kilómetros de la cerca perimetral que resguardaba el coto, como la insuficiencia de agentes para la seguridad y protección del lugar.
 
La también profesora titular de la UH señala que, por encima del valor comercial de la madera preciosa robada, está el daño ecológico, ya que estas especies que alcanzan hasta 30 metros de altitud, reducen la concentración atmosférica de dióxido de carbono, a la par que aportan oxígeno, contribuyen a la infiltración de las lluvias hacia las cuencas subterráneas, y propician la existencia de decenas de aves e insectos.
 
Leiva Sánchez reconoce que actualmente la institución pudo reponer los kilómetros de cerca robada y además está circundada por largos tramos de muros de piedra, rejas y sólidos paneles prefabricados que impiden al paso de vehículos hacia el interior. Pero manifiesta que, aún no se cuenta con la cantidad requerida de vigilantes para garantizar la seguridad de tan vasto ámbito.
 
Pero más allá de las leyes y de la propia justicia, por encima de cualquier figura jurídica tipificada y recogida por el Código Penal, las transgresiones cometidas provocaron daños patrimoniales tan perdurables que merecieron condenas comparables al crimen cometido.
 
En la floresta del Jardín Botánico Nacional, sobre tocones de las que fueron esbeltas caobas africanas, cercenadas por cortes de sierra, florecen hoy nuevos retoños. Para volver a caminar bajo sus follajes y disfrutar de la oxigenante sombra que regalarán desde 30 metros de altura… habrá que esperar más o menos hasta 2050.

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