"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

martes, 8 de octubre de 2013

Vivir del cuento o el cuento para vivir

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Por  Niurka Alfonso Baños / Cubarte


Vivir del cuento o el cuento para vivir
Para nadie es un secreto que cada día la población entre las edades de 60 y 75 años aumenta en nuestro país y, según los estudios de los especialistas.
Cuba ocupa el sexto lugar en la lista de naciones con elevado índice de envejecimiento. Hasta los niños ya saben que dentro de algunos años va a haber más “abuelitos” que niños para jugar y no dudo que haya alguno que no entienda el porqué de la gran aceptación de un programa cuyos protagonistas sean dos viejitos y que las cosas que hacen y dicen sean motivo de risa.

Es por eso que pensé mucho para escribir este artículo pues Vivir del cuento es el programa que encabeza el hit parade de la TV cubana, y decir cualquier palabra que empañe la buena acogida del espacio puede ser no entendida. No importa, al final para gustos se han hecho los colores...

Me apuro en aclarar que no pretendo ser aguafiestas de nada y mucho menos de una cita humorística tan bien lograda tras un intenso y loable trabajo del equipo del programa. Sus emisiones, unas más que otras, han ganado aceptación entre los cubanos quienes cada lunes se aprestan a estar listos justo después del Noticiero Nacional de Televisión (NTV) —por el canal Cubavisión—, para ver el nuevo rollo en que Chequera mete a Pánfilo. Y qué decir de los cubanos lejos de Cuba, el sitio digital You Tube contempla buena cantidad de programas como para garantizar que nadie se lo pierda y se conserve.

Dos actores caracterizados como viejitos nos hacen pasar media hora entretenida con cuestiones nada bobas ni superficiales. Tras los personajes tan bien concebidos de Pánfilo y Chequera hay un texto excelente que expone parte de las vicisitudes de la existencia cotidiana que gira alrededor de ellos. En medio de la cordura de uno y la ingenuidad del otro sobrellevan la vida. Es interesante la manera jocosa con que han sido tratados los achaques, las pensiones, las limitaciones y carencias, las diferencias sociales, la “lucha” y  hasta la muerte en cada una de sus salidas al aire. Es un verdadero reto escribir guiones semanales en los que “las cosas de viejos” sean tan cuidadosamente tratadas y sutilmente criticadas si el objetivo es hacer reír a una teleaudiencia y, dentro de ella, a los propios ancianos.

Pero el caso es que en conversaciones con amigos no todos dan el visto bueno al programa; lo ven como una burla a sus necesidades y a la forma de vida de la cual no se va a escapar nadie. Y es que todos no son Pánfilo y Chequera, y estoy segura que el anciano que se ríe es porque se ve reflejado en las situaciones de los personajes y eso es motivo de risa; pero el vivir solo, con una casa en mal estado, pendiente de lo que viene por la libreta y que no sane una úlcera para poder tener leche de dieta no siempre garantiza una sonrisa, ni mucho menos una risotada. Cabe entonces repetir eso que se dice de que la realidad siempre va a ser mucho más rica y desgraciadamente, ya es bastante la carga de llegar a viejo —o mejor— de saber llegar a viejo con la  mejor medicina: buen ánimo, optimismo y mente positiva.

Pongámonos en el lugar de los ancianos con enfermedades que exigen cuidado, los ancianos encamados, los que se aferran al trabajo por ayudar con la economía de la casa y los que con el dinero que manda el hijo o los hijos “de afuera” —si es que lo mandan—  tratan de comprar manos y compañía… así estamos viviendo y no nos queda otra. Mas no puedo negar que cuando me siento a ver Vivir del cuento me río con cierta pena; prefiero pensar que las cosas serán diferentes cuando entre en la tercera edad. Para ese entonces, ¿seguiremos riéndonos de nuestras tragedias? No lo dudo, mas no quisiera que los mismos problemas de Pánfilo y Chequera me hagan reír por muy bueno que sea para la salud.

Es por eso que disfruto más la idea de que el programa me aporte un cuento para seguir viviendo en medio de tantas dificultades, pues aunque las soluciones no están al doblar de la esquina la avalancha de envejecimiento está asomada. Por supuesto que no está  dicho todo, cualquier colega puede venir con otra historia, ¡otra historia!

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