"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

jueves, 23 de enero de 2014

Rebajar los precios de los productos del agro: ¿Quién le pone el cascabel al gato?

Por Lissett Izquierdo Ferrer
 Aunque algunos productores cubanos consideran que las condiciones climatológicas influyen en el aumento desmedido de los precios de alimentos como el tomate, otros señalan como causas del fenómeno la insuficiencia de insumos y las bajas producciones, esta al parecer la de mayor incidencia.

Lo cierto es que a más de un mes de haber comenzado nuevas fórmulas de comercialización de productos agrícolas en La Habana, Artemisa y Mayabeque, aún la población de la capital espera por su impacto en la disminución de los precios, pues el efecto ha sido todo lo contrario.

En aras de indagar sobre tal contradicción, la AIN visitó El Trigal, primer mercado mayorista de abasto de los alimentos del campo en Cuba, el cual abrió sus puertas desde el 18 de diciembre.

A la instalación, ubicada en el capitalino municipio de Boyeros, han llegado de lunes a viernes, de 70 a 85 camiones surtidos con variedad de productos de casi todas las provincias del país, dijo Carlos Rafael Sablón Sosa, presidente de la cooperativa que está al frente de la gestión del centro.

No obstante la competencia que debe existir, todavía no se percibe allí una distinción entre los precios, más cuando pueden concurrir con sus mercancías varias formas productivas como empresas y granjas estatales, Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS) y de Producción Agropecuaria (CPA), agricultores pequeños y la nueva figura de vendedor mayorista, solo presente en los tres territorios occidentales.

Yordanis García Silva, vendedor mayorista de la provincia de Mayabeque, tenía por ejemplo los tomates a igual suma de quienes no son intermediarios como él, pues los traen directo del surco.

“Nosotros hemos venido más de 10 veces y hasta ahora establecemos los precios según estén aquí, acorde con la oferta y la demanda”, comentó Lázaro Luis Torres Cruz, representante de la CPA 17 de Mayo, del municipio de San Cristóbal, Artemisa.

Si la mayoría de los comerciantes que asisten al mercado son pequeños agricultores y precisamente en esto consiste la diferencia con la forma de comercialización que existía en el área de la calle 114, en el municipio habanero de Marianao, donde más de la mitad eran revendedores, ¿por qué los compradores coinciden en que los precios han aumentado en correspondencia a como estaban en aquel solar yermo? ¿No debían ser los campesinos quienes fijen los montos de los productos y por ende sean más baratos?

Asombrado luego de comprar tomates a 300 pesos la caja, Yunior Navarrete Calderín, perteneciente a un punto de venta, señaló: “En 114 no había nada de organización ni existían las condiciones mínimas, pero los productos poseían mejores precios. Tal vez está influyendo el pago por el espacio”.

En tal sentido, Sablón Sosa explicó que la entrega de 120 pesos (en caso de utilizar el área del andén) no puede constituir una justificación. Hasta la fecha las cargas de los camiones han sido de tres toneladas (seis mil 600 libras) como promedio, lo cual equivale a adicionar 0, 01 centavos por cada libra respecto al precio que establecían en 114.

Para Ramón Yánez Díaz, campesino del municipio de Quivicán, Mayabeque, las bajas producciones han afectado, pues durante los últimos meses muchos se dedicaron a la siembra de frijoles y menos a cosechar el tomate. “Otro motivo -añadió- es que los insumos están muy caros”.

Resultó sintomático que los precios de ese producto variaron acorde al día de la semana. Por ejemplo, el lunes (13 de diciembre) fluctuó de 280 a 300 pesos la caja, y el viernes siguiente de 140 a 250.

Según corroboró el carretillero Juan Bautista Soler Aguilera, “por lo general a principios de semana las cosas están más caras, no así el último día”.

Luego, ¿el costo de producción no debe ser el mismo en ambas ocasiones? ¿Por qué cambian los montos de un mismo producto a solo cuatro días de diferencia?

Una cuestión contradictoria con la esencia del mercado de abasto se corresponde a las escasas ventas que se suscitan realmente de forma mayorista, aunque los precios resulten menores que en los establecimientos minoristas.

Eduardo García, de una CCS de Villa Clara, se dedica junto a otros cooperativistas a comercializar pimiento. “Es lo mismo si me compran uno o 10 sacos. El costo de producción está muy elevado, el abono es bien caro”, afirmó.

“Si toda la mercancía se adquiere al mismo valor, entonces cuando pasen los días y esta pierda calidad, los precios no podrán bajar en los puntos de ventas abastecidos aquí, pues no será factible y al final quien sale perdiendo es la población”, subrayó el presidente de la cooperativa de El Trigal.

Con respecto al funcionamiento del mercado, los vendedores y compradores entrevistados consideraron que la experiencia ha sido favorable, aunque debe mejorar en cuanto a cuestiones organizativas como aumentar el espacio del parqueo, agilizar la entrada a la instalación, y otras dificultades.

Fuera de El Trigal

Aunque en los últimos días, según informó Jorge García Trujillo, director de la Empresa Provincial de Mercado, han ascendido a 553 los establecimientos arrendados por formas productoras de La Habana, Artemisa y Mayabeque, los bolsillos de los capitalinos no han apreciado cambio alguno.

Es notable como desde el primero de diciembre -fecha que comenzó la medida en casi 300 placitas- proliferó el abastecimiento directo a los mercados habaneros por cooperativas agrícolas de esas tres provincias, en aras de eliminar las estructuras intermedias que entorpecen la dinámica de comercialización de los productos del campo y así estos lleguen a los consumidores con mayor calidad.

En un recorrido por Plaza de la Revolución, Playa y Cerro, la opinión mayoritaria de la población fue que en tales mercados ciertamente los precios están un poco más baratos, pero no todos los productos gozan de este beneficio.

“¿Por qué compro aquí? Es más económico que en otras placitas, aunque la diferencia no es abismal. Por ejemplo, la piña está a 10 pesos, igual que en los mercados de las cooperativas no agropecuarias que se surten en El Trigal”, refirió Silvio Mora Collazo, cliente fijo del punto de venta de 86, entre 13 y 13A, Playa.

Enrique Díaz Velázquez, administrador de esa unidad, explicó: “La CCS Niceto Pérez, de Güira de Melena, nos provee tres veces a la semana. Algunos productos si están más caros, pero acorde con el margen comercial que hace la cooperativa. Según el presidente los costos de producción son muy altos”.

A su vez, existen establecimientos gestionados por cooperativas no agropecuarias que tras el ánimo de adquirir también de forma directa los alimentos del campo, realizaron contratos con distintas CPA y CCS.

Tal es el caso de La Granjita, ubicada en el municipio del Cerro. Su presidenta, Emiliana Núñez Reyes, manifestó: “La posibilidad de establecer acuerdos con distintas formas productivas, de cualquier provincia del país, ha resultado un beneficio desde nuestra creación en julio de 2013, pues podemos ofertar con variedad y a menos precios”.

“Sin embargo, -prosiguió- no sé por qué a inicios de este año las mercancías han estado tan caras”.

Sobre tales razones, Lázaro Núñez, presidente de la CPA Frank País, de Alquizar, explicó que el abastecimiento de fertilizantes ha sido insuficiente. “Además, influye que las cooperativas no venden sus propios productos. Nosotros arrendamos cuatro mercados en Plaza de la Revolución, pues contamos con bastante mercancía para ello”, dijo.

Organizar la comercialización resulta necesario en la disminución de los precios de los alimentos del campo, en aras de que estos lleguen sin intermediarios, pero a todas luces se evidencia como la génesis del problema continúa en hacer producir la tierra con eficiencia, tarea tan compleja como ponerle el cascabel al gato.

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