La doble moral es, más que nada, falta de una. Viene con el oxígeno, está en nosotros como el ron y la pelota. Intoxica el Comité Central y el refugio del opositor, el palacio y la choza, esta orilla y la otra.
Es doble moral la del dirigente que asegura estar trabajando por el desarrollo del transporte colectivo pero jamás lo usa; el que dice hablar en nombre del pueblo y en verdad lo desprecia, asumiendo que sólo él sabe lo que al pueblo conviene; el que a sabiendas o por incuria exagera u oculta tramos de información para dar la impresión de que afuera todo es caos y vivimos en la mejor de las islas posibles. Lo es la del que ve cosas arriba de la mesa que no se consiguen con su salario pero prefiere no preguntar por su procedencia a la familia, creyendo ser más puro con la cabeza enterrada en la arena. Y la del que da por sentado su derecho a influir para que hijos mediocres matriculen en buenas escuelas.
Es doble moral la de la prensa cubana, llamada a ser más realista e incisiva y que no ha dicho una palabra, por ejemplo, del gran rechazo provocado en la población por los precios de los autos en venta, o de por qué Internet está igual o peor que antes del cable submarino. ¿Es que eso no constituye noticia, que el reclamo inicial venía con letra pequeña, o se trata de la pura y tradicional falta de cojones?
Es doble moral la de la prensa cubana, llamada a ser más realista e incisiva y que no ha dicho una palabra, por ejemplo, del gran rechazo provocado en la población por los precios de los autos en venta, o de por qué Internet está igual o peor que antes del cable submarino. ¿Es que eso no constituye noticia, que el reclamo inicial venía con letra pequeña, o se trata de la pura y tradicional falta de cojones?
Es doble moral la del que aplaude un discurso y no se atreve a levantar la mano y disentir, habiendo sido elegido para hacerlo. Es muy doble la del que mira a otro lado.
Es doble moral la del fundamentalista que despotrica de todo, dice que aquí nada sirve, que él no quiere nada del sistema y clama por emigrar, pero quince días antes de irse a Estados Unidos se hace un chequeo médico y se opera las hemorroides. Y luego, cuando viene de visita, aprovecha para verse la verruguita que le salió en el cuello.
Es muy doble la del emigrado que critica un acto de violencia policial en Cuba pero lo justifica en su país de adopción. Del que era rebelde aquí pero manso ante sus nuevos jefes de ultramar. Lo es la del que trata de convencerse de que los americanos tienen derecho a matar gente por ahí o encerrarla en campos de concentración en nombre de la democracia, pero arma tremendo escándalo –con faltas de ortografía- en las redes sociales porque alguien aquí estuvo preso un par de horas. Es más, tengo por doble la moral del emigrado que juzga a quien se queda en Cuba y le exige lo que él no se atrevió a hacer.
La honestidad está en veda. Todos fingen; a quien muestra coherencia entre palabra y actos hay que buscarlo candil en mano.
Ps: Acabo de ver el documental La vaca de mármol, de Enrique Colina, acerca de Ubre Blanca, ¿se acuerdan? Lo recomiendo: tiene el ingenio, la agilidad y –nunca mejor dicho– la saludable mala leche de sus clásicos Estética, Vecinos o Jau.
Es doble moral la del fundamentalista que despotrica de todo, dice que aquí nada sirve, que él no quiere nada del sistema y clama por emigrar, pero quince días antes de irse a Estados Unidos se hace un chequeo médico y se opera las hemorroides. Y luego, cuando viene de visita, aprovecha para verse la verruguita que le salió en el cuello.
Es muy doble la del emigrado que critica un acto de violencia policial en Cuba pero lo justifica en su país de adopción. Del que era rebelde aquí pero manso ante sus nuevos jefes de ultramar. Lo es la del que trata de convencerse de que los americanos tienen derecho a matar gente por ahí o encerrarla en campos de concentración en nombre de la democracia, pero arma tremendo escándalo –con faltas de ortografía- en las redes sociales porque alguien aquí estuvo preso un par de horas. Es más, tengo por doble la moral del emigrado que juzga a quien se queda en Cuba y le exige lo que él no se atrevió a hacer.
La honestidad está en veda. Todos fingen; a quien muestra coherencia entre palabra y actos hay que buscarlo candil en mano.
Ps: Acabo de ver el documental La vaca de mármol, de Enrique Colina, acerca de Ubre Blanca, ¿se acuerdan? Lo recomiendo: tiene el ingenio, la agilidad y –nunca mejor dicho– la saludable mala leche de sus clásicos Estética, Vecinos o Jau.
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