Por Carlos Miguélez Monroy
Cada día circulan más de 1.000 millones de coches, camiones, autobuses y otros vehículos terrestres en el mundo. Algunas proyecciones sitúan en 2.200 millones el número de coches para 2050, con una población estimada en 9.000 millones de habitantes si no se toman medidas drásticas de planificación familiar en los países empobrecidos y en los emergentes. La mayor parte de los nuevos conductores se situarían en países como China, India, Brasil y México, aunque la tendencia no conoce fronteras.
Este aumento se debe a la falta de infraestructuras alternativas en el transporte de mercancías. El mercado interno de grandes países aún depende de grandes camiones. Parte de esa necesidad podría cubrirse con redes ferroviarias que ya existen o con nuevas, lo que un ahorro a largo plazo y una reducción en el impacto medioambiental.
Aumenta la producción y la compra de vehículos también por la falta de planificación en las grandes ciudades. Muchas personas se desplazan solas en su coche para ir a comprar fruta, pan o leche, cuando se podría tener las necesidades básicas a distancias que puedan recorrerse a pie. Los servicios de reparto a domicilio que han proliferado en algunas ciudades también se podrían reforzar con sistemas organizados por horas y por zonas.
En muchas carreteras se puede ver a gente que “se traga” sola los embotellamientos hacia y desde su trabajo, después de un largo día. El padre, la madre, los hijos que van y vienen para cumplir con sus obligaciones, lo que explica tantos coches en propiedad en muchas familias. Todo esto implica gastos en gasolina que crecen cada mes, seguros, verificaciones, reparaciones, mantenimiento, estacionamiento porque cada vez cuesta más trabajo dejar el coche en las vías públicas y multas.
A esto se suman la saturación en las calles y la contaminación. Se fabrican coches eléctricos o que dependen de otras fuentes de energía. Pero en el fondo no se trata de cambiar de coche, sino de reducir su uso por medio de alternativas que se ajusten más a las necesidades, a la realidad medioambiental y de cada núcleo urbano.
Tener un coche en propiedad ha descendido en la escala de prioridades de muchas personas, que recurren al metro, a autobuses, a bicicletas o a caminar si lo permiten las distancias para ir al trabajo o a hacer la compra. Pero tal como está organizada la vida en las ciudades, muchos aún necesitan un coche en su día a día.
En algunos lugares se ha puesto de moda el car sharing, un sistema de alquiler adaptado a los barrios y a las necesidades que tiene cada persona de utilizar el auto. Hay quienes pagan por horas, para un desplazamiento puntual, por un día o por un fin de semana si hay que hacer un recorrido corto y no se tiene un coche en propiedad.
El usuario cuenta con las ventajas de tener un coche en propiedad sin necesidad de gastar en un seguro anual, en la revisión por normas medioambientales o en mantenimiento. Algunas compañías ofrecen coches cualquier los día del año, espacios para estacionar en las ciudades y distintos modelos que se pueden adaptar a las necesidades de las familias.
Además de las incomodidades que plantea desplazarse en coche propio, cada vez menos personas pueden permitirse comprarse uno ante panoramas de desempleo y de reducción de su poder adquisitivo. También ha influido cierta conciencia medioambiental. Un coche no sólo contamina por los gases que expulsa; cada uno que se fabrica consume plásticos y otras materias primas cuya extracción implica contaminación añadida e incluso conflictos armados. No se trata de culpabilizar a personas que recurren al coche como necesidad para desplazarse a su lugar de trabajo o por cualquier otro motivo, sino de asumir la posibilidad de reducir su uso y exigir medidas concretas a los gobernantes.
Los alquileres flexibles pueden ir acompañados de la construcción y la mejora de infraestructuras con dinero público y servicios de acuerdo al poder adquisitivo de los ciudadanos. Aunque los autobuses circulen durante todo al día, su utilización resulta más eficiente y menos contaminante si siempre van ocupados. Se trata entonces de estudiar las necesidades y de adaptar a ellas los medios de transporte.
Ecoportal.net
Centro de Colaboraciones Solidarias CCS
ccs@solidarios.org.es
Cada día circulan más de 1.000 millones de coches, camiones, autobuses y otros vehículos terrestres en el mundo. Algunas proyecciones sitúan en 2.200 millones el número de coches para 2050, con una población estimada en 9.000 millones de habitantes si no se toman medidas drásticas de planificación familiar en los países empobrecidos y en los emergentes. La mayor parte de los nuevos conductores se situarían en países como China, India, Brasil y México, aunque la tendencia no conoce fronteras.
Este aumento se debe a la falta de infraestructuras alternativas en el transporte de mercancías. El mercado interno de grandes países aún depende de grandes camiones. Parte de esa necesidad podría cubrirse con redes ferroviarias que ya existen o con nuevas, lo que un ahorro a largo plazo y una reducción en el impacto medioambiental.
Aumenta la producción y la compra de vehículos también por la falta de planificación en las grandes ciudades. Muchas personas se desplazan solas en su coche para ir a comprar fruta, pan o leche, cuando se podría tener las necesidades básicas a distancias que puedan recorrerse a pie. Los servicios de reparto a domicilio que han proliferado en algunas ciudades también se podrían reforzar con sistemas organizados por horas y por zonas.
En muchas carreteras se puede ver a gente que “se traga” sola los embotellamientos hacia y desde su trabajo, después de un largo día. El padre, la madre, los hijos que van y vienen para cumplir con sus obligaciones, lo que explica tantos coches en propiedad en muchas familias. Todo esto implica gastos en gasolina que crecen cada mes, seguros, verificaciones, reparaciones, mantenimiento, estacionamiento porque cada vez cuesta más trabajo dejar el coche en las vías públicas y multas.
A esto se suman la saturación en las calles y la contaminación. Se fabrican coches eléctricos o que dependen de otras fuentes de energía. Pero en el fondo no se trata de cambiar de coche, sino de reducir su uso por medio de alternativas que se ajusten más a las necesidades, a la realidad medioambiental y de cada núcleo urbano.
Tener un coche en propiedad ha descendido en la escala de prioridades de muchas personas, que recurren al metro, a autobuses, a bicicletas o a caminar si lo permiten las distancias para ir al trabajo o a hacer la compra. Pero tal como está organizada la vida en las ciudades, muchos aún necesitan un coche en su día a día.
En algunos lugares se ha puesto de moda el car sharing, un sistema de alquiler adaptado a los barrios y a las necesidades que tiene cada persona de utilizar el auto. Hay quienes pagan por horas, para un desplazamiento puntual, por un día o por un fin de semana si hay que hacer un recorrido corto y no se tiene un coche en propiedad.
El usuario cuenta con las ventajas de tener un coche en propiedad sin necesidad de gastar en un seguro anual, en la revisión por normas medioambientales o en mantenimiento. Algunas compañías ofrecen coches cualquier los día del año, espacios para estacionar en las ciudades y distintos modelos que se pueden adaptar a las necesidades de las familias.
Además de las incomodidades que plantea desplazarse en coche propio, cada vez menos personas pueden permitirse comprarse uno ante panoramas de desempleo y de reducción de su poder adquisitivo. También ha influido cierta conciencia medioambiental. Un coche no sólo contamina por los gases que expulsa; cada uno que se fabrica consume plásticos y otras materias primas cuya extracción implica contaminación añadida e incluso conflictos armados. No se trata de culpabilizar a personas que recurren al coche como necesidad para desplazarse a su lugar de trabajo o por cualquier otro motivo, sino de asumir la posibilidad de reducir su uso y exigir medidas concretas a los gobernantes.
Los alquileres flexibles pueden ir acompañados de la construcción y la mejora de infraestructuras con dinero público y servicios de acuerdo al poder adquisitivo de los ciudadanos. Aunque los autobuses circulen durante todo al día, su utilización resulta más eficiente y menos contaminante si siempre van ocupados. Se trata entonces de estudiar las necesidades y de adaptar a ellas los medios de transporte.
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