Cuando las radios cubanas anunciaron a las seis de la mañana del 14 de octubre de 1960 que el gobierno de Fidel Castro nacionalizaría los ingenios de azúcar y las fábricas de ron, tanto Alfonso Fanjul como Daniel Bacardí, cuyas familias eran dueñas de empresas de ese sector, comprendieron que los días de esos “imperios” en la isla estaban contados. La familia Fanjul llevó sus negocios de azúcar a Estados Unidos, mientras que los Bacardí instalaron sus plantas de ron en Puerto Rico y México.
A más de medio siglo desde que Estados Unidos impusiera el embargo comercial contra Cuba, en represalia por las expropiaciones llevadas a cabo por el régimen de Castro, algunos magnates cubanos -entre ellos Bacardí y Fanjul- están considerando regresar con sus firmas a la isla.
“Si hay alguna manera de que la bandera familiar pueda volver a Cuba, estaré encantado de hacerlo”, declaró el magnate Alfonso Fanjul, causando revuelo en los círculos del exilio cubano más renuentes a levantar las sanciones contra La Habana.
Durante 150 años, la familia Fanjul cosechó en Cuba una fortuna gracias a las ganancias del azúcar. Y al exiliarse en Estados Unidos, Alfonso Fanjul no perdió el tiempo y construyó el mayor imperio azucarero del país, hizo buenas amistades en los círculos políticos estadounidenses y se convirtió en uno de los mayores detractores de Castro. Pero en abril de 2012 regresó a la isla y no pudo contener las lágrimas cuando volvió a ver las elegantes columnas, el patio interior y la grandiosidad de la mansión colonial de su familia en Cuba, que hoy es un museo. Aunque Fanjul aclaró que sus razones para ir a la isla (hizo una segunda visita en febrero de 2013) sólo tenían un motivo de reencuentro con su familia, el viaje del magnate no pasó inadvertido, ni tampoco las conversaciones que sostuvo con autoridades cubanas. “Si existe un acuerdo entre Cuba y Estados Unidos, y se puede hacer legalmente y se establece un marco apropiado, entonces estudiaremos la posibilidad” de extender sus negocios a la isla, comentó Fanjul al diario The Washington Post. Las críticas no se hicieron esperar. El congresista republicano por Florida, Mario Díaz-Balart, nacido en Cuba, calificó de “traición” el viaje de Fanjul y declaró que la mejor forma de ayudar a los cubanos era “negando fondos al régimen de todas las formas posibles”.
Pero mientras las negociaciones de Fanjul aún no se concretan, Eduardo Mestre, un hombre de negocios de Wall Street de 65 años, regresó a Cuba el año pasado, por primera vez desde 1960, para ver cómo estaba funcionando la fundación Cuba Emprende, que instaló en la isla y que proporciona entrenamiento a quienes inician sus propios negocios, gracias a las señales de apertura decretadas por el régimen.
Incluso, los herederos de la familia Bacardí han comenzado a enviar dinero a la isla, en respuesta a los desastres naturales y para financiar a artistas locales, de acuerdo con el diario The New York Times.
En todo caso, estos intentos de los empresarios cubano-norteamericanos de volver a Cuba no se darían sin el marco de negociaciones que Washington y La Habana han estado llevando a cabo en estos últimos años, entre las que se cuenta la flexibilización en Cuba de las normas para viajar al extranjero. El mismo Presidente de EE.UU., Barack Obama, dijo en noviembre que “la idea de que las políticas que pusimos en marcha en 1961 puedan seguir siendo igual de eficaces hoy, en la era de internet, de Google y de los viajes por el mundo, no tiene ningún sentido”.
A más de medio siglo desde que Estados Unidos impusiera el embargo comercial contra Cuba, en represalia por las expropiaciones llevadas a cabo por el régimen de Castro, algunos magnates cubanos -entre ellos Bacardí y Fanjul- están considerando regresar con sus firmas a la isla.
“Si hay alguna manera de que la bandera familiar pueda volver a Cuba, estaré encantado de hacerlo”, declaró el magnate Alfonso Fanjul, causando revuelo en los círculos del exilio cubano más renuentes a levantar las sanciones contra La Habana.
Durante 150 años, la familia Fanjul cosechó en Cuba una fortuna gracias a las ganancias del azúcar. Y al exiliarse en Estados Unidos, Alfonso Fanjul no perdió el tiempo y construyó el mayor imperio azucarero del país, hizo buenas amistades en los círculos políticos estadounidenses y se convirtió en uno de los mayores detractores de Castro. Pero en abril de 2012 regresó a la isla y no pudo contener las lágrimas cuando volvió a ver las elegantes columnas, el patio interior y la grandiosidad de la mansión colonial de su familia en Cuba, que hoy es un museo. Aunque Fanjul aclaró que sus razones para ir a la isla (hizo una segunda visita en febrero de 2013) sólo tenían un motivo de reencuentro con su familia, el viaje del magnate no pasó inadvertido, ni tampoco las conversaciones que sostuvo con autoridades cubanas. “Si existe un acuerdo entre Cuba y Estados Unidos, y se puede hacer legalmente y se establece un marco apropiado, entonces estudiaremos la posibilidad” de extender sus negocios a la isla, comentó Fanjul al diario The Washington Post. Las críticas no se hicieron esperar. El congresista republicano por Florida, Mario Díaz-Balart, nacido en Cuba, calificó de “traición” el viaje de Fanjul y declaró que la mejor forma de ayudar a los cubanos era “negando fondos al régimen de todas las formas posibles”.
Pero mientras las negociaciones de Fanjul aún no se concretan, Eduardo Mestre, un hombre de negocios de Wall Street de 65 años, regresó a Cuba el año pasado, por primera vez desde 1960, para ver cómo estaba funcionando la fundación Cuba Emprende, que instaló en la isla y que proporciona entrenamiento a quienes inician sus propios negocios, gracias a las señales de apertura decretadas por el régimen.
Incluso, los herederos de la familia Bacardí han comenzado a enviar dinero a la isla, en respuesta a los desastres naturales y para financiar a artistas locales, de acuerdo con el diario The New York Times.
En todo caso, estos intentos de los empresarios cubano-norteamericanos de volver a Cuba no se darían sin el marco de negociaciones que Washington y La Habana han estado llevando a cabo en estos últimos años, entre las que se cuenta la flexibilización en Cuba de las normas para viajar al extranjero. El mismo Presidente de EE.UU., Barack Obama, dijo en noviembre que “la idea de que las políticas que pusimos en marcha en 1961 puedan seguir siendo igual de eficaces hoy, en la era de internet, de Google y de los viajes por el mundo, no tiene ningún sentido”.
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