Por Lucia Lopez Coll
A propósito de la accesibilidad a Internet.
Acabo de leer en la prensa que un grupo de científicos está a punto de presentar Li-Fi, una conexión inalámbrica que pasará a ser la más rápida del mundo y permitirá trasmitir datos a velocidades imposibles hasta ahora. A diferencia de la conexión Wi-Fi, que se realiza a través de ondas de radio, la conexión Li-Fi se lleva a cabo “en una conexión de luz visible ultra paralela”, que podría complementar e incluso sustituir en algunos casos el Wi-Fi. Aunque parezca ciencia ficción, los científicos aseguran que en el futuro cercano, un simple bombillo podría permitir la conexión a los teléfonos celulares.
En otro artículo, publicado por la revista Nexos, la periodista Patricia Perdomo afirma que en este año 2014, muy próximo a concluir, casi el 40 por ciento de la población mundial tiene acceso a la información a través de Internet. Y aunque el texto no entra en detalles sobre las características y composición de ese grupo, es lógico suponer que la mayoría de estas personas se identifican con un perfil de residentes en países occidentales con cierto grado de desarrollo económico y algún nivel de escolarización. El por ciento de la población con acceso a la red debe continuar creciendo, y mucho más cuando ya se empieza a considerar que la herramienta más eficaz para educar y formar talentos sería el resultado de poder combinar la capacidad tecnológica disponible para almacenar información, con la mayor velocidad posible de su difusión. Algunos especialistas se refieren incluso al advenimiento de “sociedades del conocimiento y de la información”, debido al creciente papel de los avances tecnológicos y a la extensión de las redes de comunicación e información prácticamente hacia todos los estratos y niveles de la sociedad.
No obstante, lo que más llamó mi atención en el citado artículo, “El paradigma del capital humano”, fue la referencia a la manera en que el acceso a Internet está influyendo, e incluso determinando, el crecimiento de la llamada clase media en algunos países del Sur en América Latina. Entre otros ejemplos se cita el caso de Chile, donde el Ministerio de educación administra un buscador de empleabilidad e ingresos, que enlaza información de las carreras universitarias con las empresas, y por tanto facilita el intercambio entre unos y otros. De hecho, algunos de estos países cuyos índices de crecimiento se han mantenido estables o se han disparado en los últimos años, están apostando por desarrollar su capital humano de la manera más rápida y eficaz posible, algo que hoy ya resulta muy difícil de potenciar si no se cuenta con la disponibilidad de las nuevas tecnologías y el uso de Internet, una herramienta cada vez más imprescindible para acceder a la información y al conocimiento, prácticamente sin límites de tiempo y espacio.
Y siempre que oigo o leo sobre algún tema relacionado con Internet, inevitablemente reacciono como si me hubieran pisado un callo -así diría mi abuela- y me pongo a pensar hasta qué punto el limitado acceso de nuestra sociedad a la red estará creando una brecha digital que no sólo afecta a las personas de manera individual, sino a toda la sociedad. Una brecha que se irá ensanchando con el tiempo, con el riesgo latente de que un día sea prácticamente insalvable, a pesar de que desde hace muchos años existen en el país carreras universitarias relacionadas con las ciencias informáticas y de la creación, hace unos años, de toda una Universidad de Ciencias informáticas (UCI).
La brecha digital no solo existe y se profundiza entre los países en desarrollo y los desarrollados. Incluso en países como España, donde el uso de Internet se ha extendido hasta las tareas más cotidianas, existen diferentes grados de accesibilidad a la red y se reconoce la existencia de esas brechas, aunque no siempre tienen las mismas causas ni se manifiestan de igual manera. Para continuar con el caso español, se sabe que tanto el nivel de educación como la edad se encuentran entre los factores que determinan un uso más limitado de la red, ya que son las personas mayores de 55 años, que en un gran porciento no llegó a superar los estudios primarios, los que tienen menos habilidades para utilizar esta herramienta.
En Cuba el panorama es mucho más complejo ya que en las posibilidades de acceso influyen otras muchas variables, aunque casi todas tienen como punto de partida factores más generales como la falta de infraestructura, que a su vez justifica el alto costo del servicio, y la priorización por parte del Estado del uso social de la red sobre el uso privado.
Debo decir que no conozco si existen estudios dedicados a la accesibilidad (plena y total) de cubanos y cubanas a la red a partir de otros parámetros, como son los diferentes grupos etarios, el nivel educacional o las posibilidades económicas. No obstante es muy probable que si existiera ese tipo de datos, y a partir de esa base se pudiera realizar un estudio comparativo con otros países de la región, el resultado sería negativo para nosotros, pues aún con mejores índices de escolaridad, en Cuba la posibilidad de acceso a las nuevas tecnologías, -ya sea de manera individual o social-, resulta significativamente inferior.
¿Y en qué lugar nos coloca esto? En total desventaja, diría yo. A nivel global la red ha democratizado la información y el conocimiento de una manera que jamás habrían podido imaginar los monjes medievales que reproducían los libros con la escritura manual. No por gusto Internet se ha incluido entre los diez inventos más impactantes para la Humanidad. Esto no quiere decir que la red sea sinónimo de conocimiento y cultura, porque en este caso el medio no es el mensaje. No sólo se trata del acceso a la red, sino de los usos que se hacen de ella. Un científico la utilizará en gran medida para actualizarse en su materia, mientras un escolar perezoso se limitará a copiar indiscriminadamente los tópicos de la tarea asignada por sus maestros.
Pero como quiera que necesitaba una referencia más directa sobre el uso cotidiano de Internet, le pedí a una amiga residente en España que me hablara de su experiencia personal. Lourdes, mi amiga, me respondió de manera categórica: “no se puede separar la vida de internet, los dos son uno”.
A continuación Lourdes pasó a detallar algunos de los beneficios y facilidades que le aporta esta tecnología que se ha trasladado al celular y se usa para todo y en todo momento, sobre todo en forma de aplicaciones informáticas (App), que se multiplican cada día.
“Si estoy en una parada, esperando un ómnibus –me explica Lourdes-, puedo saber cuanto tiempo tardará en llegar. Es posible ubicar una dirección a través del GPS; se pueden realizar compras y pagar facturas; operar las cuentas bancarias; obtener información al instante sobre cualquier tema y de cualquier parte del mundo; hacer reservas para cenar en un restaurante, una función de teatro o para un vuelo de avión. También se puede conocer cuáles son los últimos estrenos cinematográficos, los libros recién editados, leer sus reseñas y comprarlos en formato digital. En mi caso también utilizo mucho la red para comunicarme con amigos y familiares y podemos hablar incluso cara a cara y así la distancia es más llevadera”.
Me cuenta Lourdes que en el caso de emergencias médicas, pérdidas de personas en montañas o casos de violencia, la geolocalización ha permitido salvar vidas humanas. Ella misma tiene un amigo al que le han implantado un marcapasos que está “en comunicación con el hospital”. Si le falla el corazón, los servicios de emergencia reciben una señal y pueden acudir en su ayuda. Su propia hermana trabaja en una empresa que pertenece a una red de talleres interconectados. Allí se le instala a los coches nuevos un dispositivo que avisa, donde quiera que estén, si ha ocurrido un accidente, y de inmediato se despliega un protocolo para que una ambulancia se dirija al sitio del siniestro.
El uso de Internet está modificando incluso la enseñanza -continúa Lourdes-, porque el maestro está pasando a ser un facilitador de la información. Internet es cada vez más interactiva y participativa, y de hecho las redes sociales están influyendo cada vez más en el mundo de la política, los negocios, el conocimiento –comenta.
Creo que el testimonio de Lourdes es bastante clarificador pero no recoge, ni con mucho, todo el espectro de posibilidades que abre la red y que nosotros ignoramos. Quizá estaré repitiendo la clásica verdad de Perogrullo si digo que mientras más se retarde y dificulte el pleno acceso a ese medio, será mucho más difícil avanzar al ritmo que, nos guste o no, imponen los tiempos. Y entonces me pregunto si mientras encontramos una solución, no estaremos abocados a caer en una brecha digital insalvable (2014)
Acabo de leer en la prensa que un grupo de científicos está a punto de presentar Li-Fi, una conexión inalámbrica que pasará a ser la más rápida del mundo y permitirá trasmitir datos a velocidades imposibles hasta ahora. A diferencia de la conexión Wi-Fi, que se realiza a través de ondas de radio, la conexión Li-Fi se lleva a cabo “en una conexión de luz visible ultra paralela”, que podría complementar e incluso sustituir en algunos casos el Wi-Fi. Aunque parezca ciencia ficción, los científicos aseguran que en el futuro cercano, un simple bombillo podría permitir la conexión a los teléfonos celulares.
En otro artículo, publicado por la revista Nexos, la periodista Patricia Perdomo afirma que en este año 2014, muy próximo a concluir, casi el 40 por ciento de la población mundial tiene acceso a la información a través de Internet. Y aunque el texto no entra en detalles sobre las características y composición de ese grupo, es lógico suponer que la mayoría de estas personas se identifican con un perfil de residentes en países occidentales con cierto grado de desarrollo económico y algún nivel de escolarización. El por ciento de la población con acceso a la red debe continuar creciendo, y mucho más cuando ya se empieza a considerar que la herramienta más eficaz para educar y formar talentos sería el resultado de poder combinar la capacidad tecnológica disponible para almacenar información, con la mayor velocidad posible de su difusión. Algunos especialistas se refieren incluso al advenimiento de “sociedades del conocimiento y de la información”, debido al creciente papel de los avances tecnológicos y a la extensión de las redes de comunicación e información prácticamente hacia todos los estratos y niveles de la sociedad.
No obstante, lo que más llamó mi atención en el citado artículo, “El paradigma del capital humano”, fue la referencia a la manera en que el acceso a Internet está influyendo, e incluso determinando, el crecimiento de la llamada clase media en algunos países del Sur en América Latina. Entre otros ejemplos se cita el caso de Chile, donde el Ministerio de educación administra un buscador de empleabilidad e ingresos, que enlaza información de las carreras universitarias con las empresas, y por tanto facilita el intercambio entre unos y otros. De hecho, algunos de estos países cuyos índices de crecimiento se han mantenido estables o se han disparado en los últimos años, están apostando por desarrollar su capital humano de la manera más rápida y eficaz posible, algo que hoy ya resulta muy difícil de potenciar si no se cuenta con la disponibilidad de las nuevas tecnologías y el uso de Internet, una herramienta cada vez más imprescindible para acceder a la información y al conocimiento, prácticamente sin límites de tiempo y espacio.
Y siempre que oigo o leo sobre algún tema relacionado con Internet, inevitablemente reacciono como si me hubieran pisado un callo -así diría mi abuela- y me pongo a pensar hasta qué punto el limitado acceso de nuestra sociedad a la red estará creando una brecha digital que no sólo afecta a las personas de manera individual, sino a toda la sociedad. Una brecha que se irá ensanchando con el tiempo, con el riesgo latente de que un día sea prácticamente insalvable, a pesar de que desde hace muchos años existen en el país carreras universitarias relacionadas con las ciencias informáticas y de la creación, hace unos años, de toda una Universidad de Ciencias informáticas (UCI).
La brecha digital no solo existe y se profundiza entre los países en desarrollo y los desarrollados. Incluso en países como España, donde el uso de Internet se ha extendido hasta las tareas más cotidianas, existen diferentes grados de accesibilidad a la red y se reconoce la existencia de esas brechas, aunque no siempre tienen las mismas causas ni se manifiestan de igual manera. Para continuar con el caso español, se sabe que tanto el nivel de educación como la edad se encuentran entre los factores que determinan un uso más limitado de la red, ya que son las personas mayores de 55 años, que en un gran porciento no llegó a superar los estudios primarios, los que tienen menos habilidades para utilizar esta herramienta.
En Cuba el panorama es mucho más complejo ya que en las posibilidades de acceso influyen otras muchas variables, aunque casi todas tienen como punto de partida factores más generales como la falta de infraestructura, que a su vez justifica el alto costo del servicio, y la priorización por parte del Estado del uso social de la red sobre el uso privado.
Debo decir que no conozco si existen estudios dedicados a la accesibilidad (plena y total) de cubanos y cubanas a la red a partir de otros parámetros, como son los diferentes grupos etarios, el nivel educacional o las posibilidades económicas. No obstante es muy probable que si existiera ese tipo de datos, y a partir de esa base se pudiera realizar un estudio comparativo con otros países de la región, el resultado sería negativo para nosotros, pues aún con mejores índices de escolaridad, en Cuba la posibilidad de acceso a las nuevas tecnologías, -ya sea de manera individual o social-, resulta significativamente inferior.
¿Y en qué lugar nos coloca esto? En total desventaja, diría yo. A nivel global la red ha democratizado la información y el conocimiento de una manera que jamás habrían podido imaginar los monjes medievales que reproducían los libros con la escritura manual. No por gusto Internet se ha incluido entre los diez inventos más impactantes para la Humanidad. Esto no quiere decir que la red sea sinónimo de conocimiento y cultura, porque en este caso el medio no es el mensaje. No sólo se trata del acceso a la red, sino de los usos que se hacen de ella. Un científico la utilizará en gran medida para actualizarse en su materia, mientras un escolar perezoso se limitará a copiar indiscriminadamente los tópicos de la tarea asignada por sus maestros.
Pero como quiera que necesitaba una referencia más directa sobre el uso cotidiano de Internet, le pedí a una amiga residente en España que me hablara de su experiencia personal. Lourdes, mi amiga, me respondió de manera categórica: “no se puede separar la vida de internet, los dos son uno”.
A continuación Lourdes pasó a detallar algunos de los beneficios y facilidades que le aporta esta tecnología que se ha trasladado al celular y se usa para todo y en todo momento, sobre todo en forma de aplicaciones informáticas (App), que se multiplican cada día.
“Si estoy en una parada, esperando un ómnibus –me explica Lourdes-, puedo saber cuanto tiempo tardará en llegar. Es posible ubicar una dirección a través del GPS; se pueden realizar compras y pagar facturas; operar las cuentas bancarias; obtener información al instante sobre cualquier tema y de cualquier parte del mundo; hacer reservas para cenar en un restaurante, una función de teatro o para un vuelo de avión. También se puede conocer cuáles son los últimos estrenos cinematográficos, los libros recién editados, leer sus reseñas y comprarlos en formato digital. En mi caso también utilizo mucho la red para comunicarme con amigos y familiares y podemos hablar incluso cara a cara y así la distancia es más llevadera”.
Me cuenta Lourdes que en el caso de emergencias médicas, pérdidas de personas en montañas o casos de violencia, la geolocalización ha permitido salvar vidas humanas. Ella misma tiene un amigo al que le han implantado un marcapasos que está “en comunicación con el hospital”. Si le falla el corazón, los servicios de emergencia reciben una señal y pueden acudir en su ayuda. Su propia hermana trabaja en una empresa que pertenece a una red de talleres interconectados. Allí se le instala a los coches nuevos un dispositivo que avisa, donde quiera que estén, si ha ocurrido un accidente, y de inmediato se despliega un protocolo para que una ambulancia se dirija al sitio del siniestro.
El uso de Internet está modificando incluso la enseñanza -continúa Lourdes-, porque el maestro está pasando a ser un facilitador de la información. Internet es cada vez más interactiva y participativa, y de hecho las redes sociales están influyendo cada vez más en el mundo de la política, los negocios, el conocimiento –comenta.
Creo que el testimonio de Lourdes es bastante clarificador pero no recoge, ni con mucho, todo el espectro de posibilidades que abre la red y que nosotros ignoramos. Quizá estaré repitiendo la clásica verdad de Perogrullo si digo que mientras más se retarde y dificulte el pleno acceso a ese medio, será mucho más difícil avanzar al ritmo que, nos guste o no, imponen los tiempos. Y entonces me pregunto si mientras encontramos una solución, no estaremos abocados a caer en una brecha digital insalvable (2014)
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