Por Paul Krugman
Se dice que Scott Walker, el gobernador de Wisconsin, es un nuevo aspirante a ser candidato republicano a la presidencia. Así que, el miércoles, hizo lo que todo republicano ambicioso debe hacer durante estos días, y juró lealtad a los charlatanes y los cascarrabias.
Para quienes no estén familiarizados con la frase “charlatanes y cascarrabias”, tiene que ver con Gregory Mankw, un catedrático de Harvard que ejerció durante algún tiempo de jefe de los asesores económicos de George W. Bush. En la primera edición de su muy vendido libro de texto sobre economía, Mankiw usaba esas palabras para ridiculizar a los “defensores de la economía de la oferta” que prometían que las rebajas de impuestos tendrían unos efectos tan mágicos sobre la economía que los déficits se reducirían en vez de aumentar.Pero el miércoles, Walker, en lo que claramente era un rito de iniciación a la candidatura formal, pronunció un discurso en una cena en el Club 21 de Manhattan organizada por los tres principales defensores de la economía de la oferta: Art Laffer (el de la curva); Larry Kudlow, de la CNBC; y Stephen Moore, economista jefe de la Fundación Heritage. Político ha señalado que Rick Perry, el exgobernador de Texas, asistió a un acto similar el mes pasado. Está claro que, para ser un candidato republicano, hay que ganarse al poderoso sector de los charlatanes.
Así que una doctrina que hasta los economistas republicanos consideran un sinsentido peligroso se ha convertido en dogma para el partido. Y lo que hace que este triunfo político sea especialmente llamativo es que se produce justo cuando los altos sacerdotes de la doctrina han fijado unas nuevas normas para un absoluto, colosal y predecible fracaso.
No me refiero al hecho de que los defensores de la economía de la oferta no vieran venir la crisis, aunque no lo hicieron. Moore publicó en 2004 un libro titulado Bullish on Bush en el que afirmaba que el programa de Bush estaba creando una economía permanentemente fuerte. Kudlow se burlaba de los cabezaburbuja que aseguraban que los inflados precios de la vivienda nos llevaban de cabeza a una crisis económica. Aun así, se podría argumentar que pocos economistas, de la tendencia que fuese, previeron del todo el desastre que se avecinaba.
Sin embargo, no se puede decir lo mismo de los acontecimientos posteriores a la crisis, un periodo en el que la gente a la que Walker intentaba ganarse se ha pasado años lanzando advertencias erróneas. Prepárense para la inflación y la subida de los tipos de interés, era el título de un artículo de opinión de Laffer publicado enThe Wall Street Journal en 2009; lo que vino después fue la inflación más baja que hemos tenido en generaciones y los tipos de interés más bajos de la historia. Kudlow y Moore predijeron una estanflación similar a la de la década de 1970.
Para ser justos, Kudlow y Laffer terminaron admitiendo que se habían equivocado. Sin embargo, ninguno de los dos ha dado muestras de haberse replanteado su opinión, y menos aún de haber admitido la posibilidad de que los odiadísimos keynesianos, que han acertado en la mayoría de las cosas mientras los defensores de la economía de la oferta se equivocaban en todo, podrían haber dado con algo importante. Kudlow describe el hecho de que la inflación no haya llegado a desbocarse —algo que lleva prediciendo desde 2008— como “milagroso”.
Vale la pena señalar algo más: tal como corresponde a su cargo en Heritage, a Moore le gusta publicar artículos llenos de montones de cifras. Pero una y otra vez se equivoca con sus cifras; se refieren a los años que no son, o simplemente no son lo que dicen las fuentes originales. Y de algún modo, estos errores siempre van en la dirección que él quiere.
Por tanto, ¿qué nos dice sobre el actual estado del Partido Republicano el hecho de que el debate sobre la política económica esté ahora monopolizado por gente que se ha equivocado en todo, no ha aprendido nada de la experiencia y ni siquiera es capaz de interpretar correctamente las cifras que maneja?
Yo diría que la respuesta va mucho más allá de la doctrina económica. Todo el conjunto de la derecha estadounidense actual parece haber dado de lado la idea de que existe una realidad objetiva ahí fuera, aunque no coincida con lo que, según sus prejuicios, debería estar sucediendo. ¿Qué van a creer, la doctrina de la derecha o lo que les digan sus propios ojos? Ahora mismo, la doctrina gana.
Fíjense en otro asunto, la reforma sanitaria. Antes de que la Ley de Asistencia Asequible entrara en vigor, los conservadores presagiaban un desastre: los costes sanitarios se pondrían por las nubes, el déficit se dispararía, habría más gente que se quedaría sin seguro que la que lo obtendría. Se equivocaron en todo. Pero, fieles a su retórica, hasta en los supuestos hechos (ninguno de ellos cierto) que las personas como Moore plasman en sus artículos, simplemente hacen caso omiso de la realidad. Al leer lo que escriben, uno pensaría que el atroz fracaso que erróneamente predijeron se ha producido de verdad. Y luego está la política exterior. Esta semana, Jeb Bush trataba de mostrar sus habilidades en ese campo, y daba a conocer su equipo de expertos asesores (que son, por supuesto, las mismas personas que insistieron en que los iraquíes nos darían la bienvenida como liberadores).
Y no me tiren de la lengua en lo del cambio climático.
Esta negación de la realidad va acompañada de la falta de responsabilidad personal. En todo caso, los supuestos expertos parecen ganar puntos demostrando que están dispuestos a seguir diciendo lo mismo, por muy vergonzosas que hayan sido sus equivocaciones en el pasado.
Pero volvamos a esos chiflados y cascarrabias económicos: está claro que el fracaso solo ha servido para hacerlos más fuertes, y ahora son gente de gran influencia política. Es como para asustarse, y mucho.
Paul Krugman es profesor de economia de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008.
Traducción de News Clips.
Se dice que Scott Walker, el gobernador de Wisconsin, es un nuevo aspirante a ser candidato republicano a la presidencia. Así que, el miércoles, hizo lo que todo republicano ambicioso debe hacer durante estos días, y juró lealtad a los charlatanes y los cascarrabias.
Para quienes no estén familiarizados con la frase “charlatanes y cascarrabias”, tiene que ver con Gregory Mankw, un catedrático de Harvard que ejerció durante algún tiempo de jefe de los asesores económicos de George W. Bush. En la primera edición de su muy vendido libro de texto sobre economía, Mankiw usaba esas palabras para ridiculizar a los “defensores de la economía de la oferta” que prometían que las rebajas de impuestos tendrían unos efectos tan mágicos sobre la economía que los déficits se reducirían en vez de aumentar.Pero el miércoles, Walker, en lo que claramente era un rito de iniciación a la candidatura formal, pronunció un discurso en una cena en el Club 21 de Manhattan organizada por los tres principales defensores de la economía de la oferta: Art Laffer (el de la curva); Larry Kudlow, de la CNBC; y Stephen Moore, economista jefe de la Fundación Heritage. Político ha señalado que Rick Perry, el exgobernador de Texas, asistió a un acto similar el mes pasado. Está claro que, para ser un candidato republicano, hay que ganarse al poderoso sector de los charlatanes.
Así que una doctrina que hasta los economistas republicanos consideran un sinsentido peligroso se ha convertido en dogma para el partido. Y lo que hace que este triunfo político sea especialmente llamativo es que se produce justo cuando los altos sacerdotes de la doctrina han fijado unas nuevas normas para un absoluto, colosal y predecible fracaso.
No me refiero al hecho de que los defensores de la economía de la oferta no vieran venir la crisis, aunque no lo hicieron. Moore publicó en 2004 un libro titulado Bullish on Bush en el que afirmaba que el programa de Bush estaba creando una economía permanentemente fuerte. Kudlow se burlaba de los cabezaburbuja que aseguraban que los inflados precios de la vivienda nos llevaban de cabeza a una crisis económica. Aun así, se podría argumentar que pocos economistas, de la tendencia que fuese, previeron del todo el desastre que se avecinaba.
Sin embargo, no se puede decir lo mismo de los acontecimientos posteriores a la crisis, un periodo en el que la gente a la que Walker intentaba ganarse se ha pasado años lanzando advertencias erróneas. Prepárense para la inflación y la subida de los tipos de interés, era el título de un artículo de opinión de Laffer publicado enThe Wall Street Journal en 2009; lo que vino después fue la inflación más baja que hemos tenido en generaciones y los tipos de interés más bajos de la historia. Kudlow y Moore predijeron una estanflación similar a la de la década de 1970.
Para ser justos, Kudlow y Laffer terminaron admitiendo que se habían equivocado. Sin embargo, ninguno de los dos ha dado muestras de haberse replanteado su opinión, y menos aún de haber admitido la posibilidad de que los odiadísimos keynesianos, que han acertado en la mayoría de las cosas mientras los defensores de la economía de la oferta se equivocaban en todo, podrían haber dado con algo importante. Kudlow describe el hecho de que la inflación no haya llegado a desbocarse —algo que lleva prediciendo desde 2008— como “milagroso”.
Vale la pena señalar algo más: tal como corresponde a su cargo en Heritage, a Moore le gusta publicar artículos llenos de montones de cifras. Pero una y otra vez se equivoca con sus cifras; se refieren a los años que no son, o simplemente no son lo que dicen las fuentes originales. Y de algún modo, estos errores siempre van en la dirección que él quiere.
Por tanto, ¿qué nos dice sobre el actual estado del Partido Republicano el hecho de que el debate sobre la política económica esté ahora monopolizado por gente que se ha equivocado en todo, no ha aprendido nada de la experiencia y ni siquiera es capaz de interpretar correctamente las cifras que maneja?
Yo diría que la respuesta va mucho más allá de la doctrina económica. Todo el conjunto de la derecha estadounidense actual parece haber dado de lado la idea de que existe una realidad objetiva ahí fuera, aunque no coincida con lo que, según sus prejuicios, debería estar sucediendo. ¿Qué van a creer, la doctrina de la derecha o lo que les digan sus propios ojos? Ahora mismo, la doctrina gana.
Fíjense en otro asunto, la reforma sanitaria. Antes de que la Ley de Asistencia Asequible entrara en vigor, los conservadores presagiaban un desastre: los costes sanitarios se pondrían por las nubes, el déficit se dispararía, habría más gente que se quedaría sin seguro que la que lo obtendría. Se equivocaron en todo. Pero, fieles a su retórica, hasta en los supuestos hechos (ninguno de ellos cierto) que las personas como Moore plasman en sus artículos, simplemente hacen caso omiso de la realidad. Al leer lo que escriben, uno pensaría que el atroz fracaso que erróneamente predijeron se ha producido de verdad. Y luego está la política exterior. Esta semana, Jeb Bush trataba de mostrar sus habilidades en ese campo, y daba a conocer su equipo de expertos asesores (que son, por supuesto, las mismas personas que insistieron en que los iraquíes nos darían la bienvenida como liberadores).
Y no me tiren de la lengua en lo del cambio climático.
Esta negación de la realidad va acompañada de la falta de responsabilidad personal. En todo caso, los supuestos expertos parecen ganar puntos demostrando que están dispuestos a seguir diciendo lo mismo, por muy vergonzosas que hayan sido sus equivocaciones en el pasado.
Pero volvamos a esos chiflados y cascarrabias económicos: está claro que el fracaso solo ha servido para hacerlos más fuertes, y ahora son gente de gran influencia política. Es como para asustarse, y mucho.
Paul Krugman es profesor de economia de la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008.
Traducción de News Clips.
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