Por Harold Iglesias
El cubano se las ha ingeniado con su chispa para generar comentarios en las más disímiles latitudes. Lo cierto es que adherido a nuestro genoma va una capacidad constante para desafiar, innovar, sacar a relucir el ingenio y -como carrete de hilo loma abajo- contar historias.
Así me vino a la mente, pese a solo tenerlo como referente de oídas pues no contaba un año de edad en enero de 1982, el caso de Ubre Blanca y sus prodigiosos 109,5 litros de leche en un día. ¡Qué portento de animal! ¡Cuánta nostalgia! Los padres diciéndoles a sus hijos que la leche que rehusaban tomarse provenía de Ubre Blanca, que era entre pastos algo así como Stevenson entre las cuatro cuerdas.
Claro que ese cruzamiento de Holstein con Cebú no ha sido la única bendición de mamá Natura para inscribirnos en el libro de los Récords Guinness: contamos con el anfibio más pequeño del mundo, la ranita del Monte Iberia (eleutherodactylus iberia), que mide entre 9 y 10,5 milímetros y vive en la Reserva de la Biosfera Cuchillas del Toa, entre las provincias orientales de Guantánamo y Holguín.
Y el supersónico y vistoso colibrí zunzuncito (mellisuga helenae), el animal con plumas más diminuto del planeta. Apenas pesa dos gramos y no alcanza los seis centímetros de longitud. Muchos lo conocen como pájaro mosca, tiene una frecuencia de aleteo de 80 veces por segundo y puede encontrarse en cualquier bosque cubano, aunque está muy presente en el territorio de la Isla de la Juventud, al sur de la isla grande de Cuba.
A LO CUBANO, BOTELLA DE RON, TABACO HABANO
Al pan, pan y al vino, vino. El tabaco, el ron e incluso el dominó, como partes ineludibles de nuestra idiosincrasia, han sido más que trillados. Pero cuando de Guinness se trata, la harina es de otro costal.
No importa si en la Loma del Chivo, en la Esquina de Tejas, o en el Valle de Viñales, el dominó late por Cuba y dónde si no aquí habría de desarrollarse la partida más larga del mundo: cinco días en los que se totalizaron 105 294 tantos y participaron 630 jugadores. Por pura “casualidad” se escenificó en el barrio indómito de Las Flores.
Jugar dominó sin que algún contendiente eche humo es casi imposible, y si se trata de un puro torcido a mano, alabado sea el señor, y hasta los orishas. Entra en rol protagónico José Cautelar, más conocido por Cueto, capaz de manufacturar un puro de 81,80 metros, hazaña materializada tras ocho días de Feria Internacional de Turismo Cuba 2011.
Hemingway, puros, mirada incrustada en el horizonte, El viejo y el mar… daiquirí. Año 2012, aniversario 195 de El Floridita. ¿Inadvertida la fecha? De eso nada, 55 bármanes y otros empleados de esa institución gastronómica se ajustaron las cocteleras y prepararon el daiquirí más grande jamás degustado.
Su elaboración requirió 88 botellas de ron Havana Club, 30 kilogramos de azúcar, 30 litros de zumo de limón, 10 litros de marrasquino y 20 kilogramos de hielo, entre otros elementos. Una vez terminados los 275 litros del renombrado trago, los organizadores repartieron entre los asistentes un total de 1 466 copas.
ENTRE BALONES, ZEUS Y POSEIDÓN
Dos hombres diáfanos, capaces de regirse por el postulado de Arquímedes, solo que ellos, en lugar de una palanca, necesitan apenas un balón para mover el mundo, pues entre cielo, mar y tierra carecen de imposibles. Se trata de Erick Hernández (48 años) y Johen Lefont (26).
Los caminos de ambos, marcados por el deporte: Erick creció entre gambetas en el municipio del Cerro, Lefont fue miembro del equipo nacional de polo acuático. El primero posee más de 40 plusmarcas de dominio del balón -homologadas por el libro Guinness la de más toques con la cabeza en 30 segundos (187) y un minuto (350), y en proceso de homologación la de 12:07: 05 horas golpeando la esférica únicamente con los pies-, siguiendo los pasos de su hermano y precursor de la modalidad, Douglas Hernández.
Lefont, en su afán de desarrollar la habilidad de controlar la esférica con su testa en el agua, es dueño de tres primacías (1 503 toques, 200 metros en un canal de la Marina Hemingway) ejerciendo su control absoluto de la redonda, y 99 golpeos con un cinturón de 15 kilogramos asido a su cintura.
“Respeto más las modalidades de corto aliento, en ellas el factor psicológico es crucial, todo tiene que conjugarse de manera perfecta. Demandan muchísimas repeticiones. En cambio, las de mayor duración exigen más del componente físico, kilómetros, volumen, mayores cargas y peso. Eso sí, soy muy serio con mi trabajo, le dedico meses a cada nuevo registro”, dice Erick a Cuba Contemporánea.
“Comenzó siendo un hobby extra y paralelo a mis sesiones de entrenamiento de polo acuático, ahora es mi motivo de vida. Tres meses o más de intenso trabajo para cada nueva marca, casi cuatro horas diarias en la pileta de la Ciudad Deportiva, con una alta dosis de hincapié en la técnica de control del balón, tanto en el agua combinado con la natación en las mañanas, y carrera, gimnasio y dominio terrestre en las tardes. Eso sin renunciar nunca al fortalecimiento de la mente”, relata Lefont.
“Mi vida gira alrededor de los récords, suelo despertarme temprano, desayuno entre 7:00 y 7:30, me agradan las frutas y jugos, para llegar al gimnasio reposado. Es vital la correlación trabajo-descanso, pues a medida que pasan los años el cuerpo acusa desgaste. A eso súmale entre dos y tres dobles sesiones en la semana, en dependencia de la exigencia. Todos los récords no son Guinness. El proceso de homologación lo realizo a través de Adidas. Se conforma un expediente con fotos, vídeo (si es una prueba corta), recortes de prensa, currículo de los jueces (al menos uno debe ser FIFA), aval de personalidades vinculadas al deporte y una declaración jurada con mi firma”, explica Erick.
Principio y fin, mejor no, escala en esta espiral de ingenio. Los cubanos preservarán ese gen de desafío e inventiva constante, esa capacidad de lucha para burlar imposibles, esa magia para tatuar primacías en los Guinness.
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