Por Jon Hilsenrath y Mark Magnier
Los acontecimientos de la última semana pusieron de manifiesto el sorprendente giro que se ha producido en la economía mundial desde la crisis financiera de 2008.
Hace seis años, Estados Unidos estaba sumido en un pánico financiero, Europa era considerada como un testigo inocente y China era vista como un motor para reanudar el crecimiento global. Ahora, en cambio, la economía estadounidense avanza con dinamismo—produciendo empleos a su ritmo más veloz desde fines de los años 90— mientras que las autoridades chinas luchan para atenuar el impacto de una desaceleración y Europa intenta ponerse de pie.
Las diferencias en política monetaria son emblemáticas. Las sólidas cifras de empleo difundidas el viernes en EE.UU. elevan las probabilidades de que la Reserva Federal suba este año las tasas de interés de corto plazo, mientras que el Banco Popular de China va en la dirección opuesta e intensificó su campaña de recorte de tasas la semana pasada.
La disparidad en las perspectivas de crecimiento y las reacciones de las autoridades presagian réplicas en los mercados financieros, como la posibilidad de mayores avances del dólar, que se ha apreciado 11% frente a una canasta de otras divisas y 2% en relación al yuan en el último año.
Este telón de fondo plantea un gran interrogante: ¿podrá EE.UU. —que pisa terreno más firme pero sigue debilitado por la crisis— propulsar la economía global como lo hizo en otras décadas?
Puesto que China constituye una mayor porción de la economía mundial, su enfriamiento seguramente tendrá mayores repercusiones a nivel global que en el pasado. Sin embargo, la recuperación de EE.UU. y la estabilización de Europa probablemente ayudarán al resto del mundo a capear los problemas de China.
Un elemento crucial de este escenario son los cambiantes patrones de tensión financiera en el mundo.
La Fed informó el jueves que 31 bancos importantes habían superado sus “pruebas de resistencia” anuales, lo que significa que tienen capital suficiente para sortear una nueva recesión. Es la primera vez desde que el banco central inició los exámenes, durante el pánico de 2009, que todos los bancos cuentan con el capital requerido para pasar la prueba de solvencia.
El crecimiento del crédito se está acelerando en EE.UU. gracias a la mayor solidez de las instituciones financieras. A mediados de febrero, las carteras de préstamos comerciales e industriales de los bancos estadounidenses subieron 12% interanual, en tanto que sus portafolios de créditos inmobiliarios y de consumo aumentan y el crecimiento de los depósitos en efectivo se modera.
“Ha sido un camino doloroso y algo decepcionante, pero llegamos a este punto con un proceso de ajustes bastante graduales pero significativos en el sector privado (deuda), una agotadora recuperación del sector financiero y una Reserva Federal que consistentemente ha tratado de contrarrestar (lo que arrastra el crecimiento)”, señala Bruce Kasman, economista jefe de J.P. Morgan. JPM -1.79%
Un obrero arma el marco de una ventana en una casa bajo construcción en Orlando, Florida, en febrero. La economía estadounidense está produciendo empleos a su ritmo más rápido desde finales de los 1990. Associated Press
Las autoridades chinas, por su parte, redujeron su meta de crecimiento en 2015 a 7%. Se trata de un ritmo que superaría el de prácticamente todos los países, pero muestra que la segunda economía mundial claramente ha perdido bríos. La expansión el año pasado fue de 7,4%, la más lenta en casi un cuarto de siglo, y El Fondo Monetario Internacional proyecta un crecimiento de 6,8% para 2015.
Los problemas de China se ven reflejados en otras economías emergentes orientadas hacia la exportación de materias primas. Rusia y Brasil, por ejemplo, cayeron en recesión o podrían hacerlo pronto.
El gobierno chino intenta apuntalar el crecimiento en el corto plazo mientras que, al mismo tiempo, pretende reformar una economía que alcanzó altos niveles de deuda y se orientó hacia el mercado inmobiliario después de la crisis financiera de 2008.
La preferencia de las autoridades por adoptar medidas incrementales las está dejando con menos opciones atractivas, un menor crecimiento económico y presupuestos más limitados en momentos en que la población envejece con rapidez, exige más servicios sociales y ansía un mejor estilo de vida.
Mientras China aborda sus problemas, Europa muestra algunas muestras de mejoría, lo que podría ser un importante factor de reequilibrio en el panorama económico mundial.
El Banco Central Europeo elevó el jueves sus pronósticos para este año y el próximo, en una señal de confianza de que la zona euro, uno de los puntos débiles de la economía mundial durante de los últimos cinco años, está enderezando el rumbo incluso antes de que la entidad lance hoy un paquete de estímulo que supera el billón de euros.
El BCE prevé un crecimiento de más de 2% en 2017.
“Si Europa realmente lograra acercarse a un crecimiento de 2%, representaría una gran diferencia para la economía global y para China”, afirma Carsten Brzeski, economista de ING.
Después de expandirse a una tasa anual de 20% entre 2006 y 2008, las exportaciones chinas a la zona euro han caído o se han estancado en los últimos cuatro años, agrega. (En febrero las exportaciones subieron). Por su parte, Europa, y en particular Alemania, dependen de China, que fue el principal destino de las exportaciones de máquinas de herramientas alemanas el año pasado.
Alemania ha empezado a registrar un sólido repunte gracias a la devaluación del euro, que abarata sus exportaciones en los mercados globales en medio de un entorno dominado por los bajos precios del petróleo y tasas de interés casi nulas que han alimentado un auge de la construcción.
Para una economía global que, en gran medida, ha descartado una expansión de Europa en los últimos cinco años, cualquier aporte de la zona euro al crecimiento sería una buena noticia.
“Hoy en día uno agradece cualquier crecimiento que haya en la zona euro”, reconoce Howard Archer, economista de la consultora IHS Global Insight.
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