Max J. Castro • 29 de abril, 2015
MIAMI – Algo gracioso sucedió a aproximadamente tres docenas de republicanos de derecha liderados por Ileana Ros-Lehtinen cuando estaban en vías de aprobar una resolución para revocar la decisión de Obama de sacar a Cuba de la lista de estados patrocinadores del terrorismo. Fracasaron.
Esa es una noticia. En Progreso, Sarah Stephens, una veterana activista a favor de un cambio en la política norteamericana hacia Cuba, escribió recientemente acerca de las razones técnico-legales a las que aludió Ros-Lehtinen para tratar de explicar por qué ella decidió no seguir insistiendo en la resolución. Stephen hace un buen trabajo descubriendo las evidentes contradicciones en la versión de Ileana. En suma, la verdadera historia parece ser que ellos no consiguieron los votos necesarios e inventaron un pretexto para guardar las apariencias y evitar la vergüenza de una derrota en el pleno del Congreso.
El artículo de Stephens agrega una interesante pieza al rompecabezas que rodea la extraordinaria y súbita transformación en la política de Estados Unidos hacia Cuba. Pero hay una historia mayor que señala y simboliza el retroceso de Ros-Lehtinen: el rápido y casi total colapso del una vez invencible lobby derechista anti Castro.
Por qué y cómo se derrumbó más rápidamente que el muro de Berlín es algo que no he logrado descifrar por completo, aunque tengo algunas hipótesis que compartiré más adelante en esta columna. Aquí quiero poner el colapso del lobby y la salida de Cuba de la lista terrorista en el contexto de la política norteamericana general y de larga data hacia Cuba.
Lo más sorprendente acerca de la política norteamericana hacia Cuba es cómo se mantuvo a pesar de la pura irracionalidad de tantos de sus componentes específicos. Estados Unidos crea una emisora de televisión que transmite para Cuba (TV Martí) y resulta que el gobierno cubano puede interferir con facilidad la señal y nadie en Cuba la ve. Sin embargo, independientemente de eso, el gobierno de EE.UU. continúa entregando millones de dólares para mantenerla en el aire años tras año.
¿Dicen ustedes que es irracional? Pero cada vez que alguien en el Congreso intentó eliminarlo, el lobby anti Castro enloquecía y el lobby se salía con la suya.
La historia de Radio Martí se diferencia en los detalles, pero no en su esencia. En este caso, la señal a menudo llegaba, pero no había suficiente gente escuchándola como para justificar el enorme costo. Además, la emisora estaba lastrada por múltiples problemas, como falta de objetividad, amiguismo y luchas burocráticas internas.
La noción misma de que la némesis de Cuba en el Norte pueda financiar y dirigir un medio de comunicación caracterizado por la objetividad es absurda. Sitúen esta emisora en Miami y pongan a una mayoría de exiliados a dirigirla y desaparece la poca credibilidad que pudiera tener. Es una locura. Pero eso no impidió que el lobby de los exiliados se opusiera a cerrarla o, increíblemente, saliéndose siempre con la suya.
Salvador Dalí tituló uno de sus cuadros “La resistencia del carácter”. La historia surrealista de la política norteamericana hacia Cuba pudiera llamarse “La resistencia de la irracionalidad”. El lobby del exilio desempeñó un papel significativo en mantener viva la demencia.
Más allá de su irracionalidad, hay otro aspecto de Estados Unidos abrogándose el derecho de catalogar a Cuba como patrocinadora del terrorismo. No solo es falso, sino también indignante.
Han pasado décadas desde que Cuba apoyó la insurrección armada, fundamentalmente en Latinoamérica. Además, ellos apoyaron a movimientos guerrilleros, no a terroristas. Algunos de esos movimientos y líderes considerados terroristas encabezaron genuinos movimientos de liberación nacional y se convirtieron en iconos mundiales. Solo necesito mencionar un nombre para demostrar mi tesis: Nelson Mandela.
Estados Unidos, por el contrario, patrocinó a gobiernos y militares que asesinaron a un arzobispo, violaron y mataron a varias monjas norteamericanas, y asesinaron a un número de profesores jesuitas. Para no mencionar a los 200 000 indios masacrados por los militares guatemaltecos que contaban con el apoyo de EE.UU.
¿Estado patrocinador del terrorismo? Mírense al espejo. La caridad empieza por casa.
Terminaré con unas pocas observaciones, de ninguna manera conclusivas, acerca del colapso del lobby derechista. Durante mucho tiempo, la mayoría de los miembros de la clase política norteamericana han considerado la política hacia Cuba una locura o, como mínimo, un anacronismo. Pero para cambiarla hubiera sido necesario enredarse con el lobby de Cuba, un hatajo de matones, algunos de cuyos miembros son gente extraordinariamente malvada, como Frank Calzón y los hermanos Díaz-Balart, entre otros. Y además está la Florida y la política de las elecciones presidenciales, sumados a la alianza profana de republicanos y demócratas del estado que se unieron para servir como un grupo de arqueros para tratar de impedir que cualquier disparo contra las sanciones se convirtiera en gol.
Cuando imparto conferencias sobre el tema, califico a todo este campo de poder que mantuvo vigente el statu quo acerca de Cuba de “el Muro de Miami”. Ahora un urbanista de Miami está tratando de construir una monstruosidad de edificio de vallas que se dice que llegará al cielo. Eso puede que vuele o no, o que se construya. Pero el Muro de Miami, ese edificio, ha sido demolido.
A pesar del Muro de Miami, la oposición a una política tan irracional, ineficaz y consolidada como esta crece con el tiempo. Sin embargo, incluso a medida que se acerca a ser una masa crítica, se necesita algo más para desatar la reacción en cadena de que somos testigos ahora. Ese algo es voluntad y habilidad políticas.
Las negociaciones de Cuba en particular se realizaron con extraordinaria discreción y sabiduría, no solo por cada parte, sino también por terceros de clase mundial, fundamentalmente el papa. Que las conversaciones realizadas por los jefes de vastas burocracias –la de Cuba, Estados Unidos y el Vaticano– pudieran llevarse a cabo en secreto durante tanto tiempo es una historia sorprendente que se debe escribir.
Por último, a pesar de mis dudas anteriores, debo decir que al final Barack Obama cumplió. Ha hecho mucho de lo que prometió inicialmente. EE.UU. no solo está hablando con Cuba, sino también con Irán. Imagínense eso.
Obama, casi perdí la fe. Lo siento. Y gracias.
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