Como humanista, ¿Cuál es la esencial experiencia que conservará de los sucesos que vivió como parte de la delegación cubana participante en los foros de la VII Cumbre de las Américas? ¿Cuál es su principal insatisfacción
Ante todo, una precisión. En Panamá hubo dos Cumbres, una de los jefes de Estado o gobierno, y otra de los pueblos, sindical y de movimientos sociales. Mi primera experiencia fue participar en las dos: en cierto modo en la primera, en uno de los Foros paralelos a ella; y plenamente en la segunda. Desde hace décadas he participado en un buen número de estas últimas, reuniones populares de protesta
por el cúmulo de males que el imperialismo, el capitalismo neocolonial y el entreguismo les han acarreado a la mayoría de las personas, los países y la naturaleza en nuestro continente. Son muy hermosas, reúnen a muchos activistas sociales de movimientos populares y una multitud de hombres y mujeres que tienen conciencia del mundo en que vivimos y tratan de actuar para cambiarlo y cambiar la vida de la gente. Van más allá de la denuncia, se conocen los de diferentes pueblos, intercambian experiencias, publicaciones e ideas –¡la gente del pueblo piensa!–, apoyan causas justas y se recuentan, diría Martí, como los que van a pelear juntos. En ellas prima la solidaridad, la fraternidad y la alegría de vivir con ideales.
Me tocó exponer una conferencia inicial en esa cumbre popular, y al agradecer lo dije: las cubanas y los cubanos que estamos aquí nos sentimos felices, porque estamos en nuestra casa.
En el otro tipo de cumbre me tocó participar por primera vez en mi vida, como era de esperar. La primera Cumbre “de las Américas” fue un cónclave de lacayos convocado enMiami por Estados Unidos en 1994, cuando se sentían omnipotentes. En la jerga de entonces primaban el neoliberalismo y el Consenso de Washington. Pero mi único recuerdo de ellas es precioso: estuve en la Cumbre de los Pueblos de Mar del Plata, en aquella marcha tan caliente pese al frío y la lluvia, en el estadio no lejos de Hugo Chávez, con Olga y con Irmita. Hugo en la cumbre de los pueblos y en la otra, junto a varios presidentes dignos, el día que se acabó el ALCA. Esta, la séptima, será la otra recordable –y espero que pueda ser la última, porque ya no tienen razón de ser– porque fue la cumbre en la que estuvo Raúl. No oculto que es una buena experiencia personal haber estado en las dos.
Otra experiencia, que resultó maravillosa, fue compartir con mis hermanos cubanos en lo que la prosa llama “la delegación cubana”. En Cuba fue palpar la riqueza de actividades, cualidades, especialidades, diversidades, de una sociedad cuyo desarrollo llega a parecer monstruoso, por desmedidamente grande, cuando se olvida que es el hijo mayor de una colosal revolución. Pero todo eso con nombres y apellidos y a través de actitudes humanas, personales. Constaté otra vez que el tesoro mayor que posee Cuba es la gente que ha formado, a los que no hay que rebajar llamándoles “capital humano”, porque son el testimonio de la victoria de una pequeña isla occidental sobre las potencias del capital.
Y compartir todos unidos en Panamá, allí donde las consignas vacías son sustituidas por las vivencias que exigen y los dilemas de respuesta sencilla, que son los más importantes. Donde nadie hablaba de unidad y todos éramos uno, y cada uno estaba velando por el otro, por los demás, abolidos el egoísmo, la vanidad y el miedo. Esa es una experiencia que no debemos olvidar, y que es bueno divulgar, a la hora de resaltar lo que es realmente valioso.
En el mejor lugar, donde lo íntimo y lo cívico andan juntos, mi gusto porque participó una buena cantidad de jóvenes, mi admiración hacia las actitudes ejemplares que tuvieron frente a unas vivencias que para la mayoría eran nuevas, y mi satisfacción porque se les haya dado la oportunidad de ser protagonistas. Ellos forman parte de una fuerza en formación, que se volverá capaz de enfrentar los formidables desafíos y peligros que están ya ante nosotros, y creará soluciones para que Cuba soberana sea una sociedad cada vez más justa, solidaria y fuerte.
Insatisfacción personal, ninguna. Pero, ahora que todo terminó, quiero dar una opinión. A diferencia de Salud, Educación, Jóvenes, Rectores, Empresarios y otros foros, los llamados Foros Sociales de Gobernabilidad y Participación Ciudadana eran expresión de una rigurosa posición ideológica capitalista, que en las condiciones latinoamericanas lleva añadida siempre la condición de neocolonizada. Se rigieron expresamente por la Carta Democrática Interamericana, aprobada por la Organización de Estados Americanos en 2001, a partir de la Cumbre celebrada ese año en Quebec. Su objetivo, declara, es “promover, preservar y fortalecer la democracia representativa, considerada indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región”. Es obvio que ese principio es inaceptable para Cuba.
A mi juicio, la OEA pretendió en la práctica erigirse en “mediadora” que facilitaría un primer “diálogo entre gobierno y oposición” cubanos a través de la “sociedad civil”, en realidad como parte, o adorno, de las negociaciones entre Cuba y Estados Unidos. Absurda pretensión solo imaginable por quienes acostumbran obedecer, que Cuba “se portara bien” según los deseos del gobierno norteamericano. Lo cierto es que lo que le dio importancia a esta cumbre y generó un enorme interés hacia ella era el encuentro previsto entre los presidentes de Cuba y Estados Unidos, el cual sucedió, como pasa en este tipo de encuentros, donde lo esencial se ha convenido previamente al evento. Dependía del interés de los dos Estados que ambos presidentes representaron allí, no de lo que hiciera ninguna instancia internacional.
Además, la OEA es muy rechazada y despreciada, por sus 67 años al servicio de los Estados Unidos, carece de legitimidad y de decoro para convocar a cubanos y no tiene ninguna razón de existir en la nueva situación creada en la etapa reciente de América Latina y el Caribe. Ella fue un fiel instrumento del panamericanismo imperialista que José Martí denunció hace 125 años. Sería lo más juicioso por parte de su amo procurar que la OEA fuera reduciendo su ámbito hacia el olvido, en vez de encomendarle que le organice reuniones continentales de Estados, como en épocas pasadas. Pero peor aún fue orientarle desempeñar en 2015 ese papel ridículo de “mediadora entre los cubanos” para que iniciaran “un diálogo civilizado” Curiosas salidas de niño malicioso que confía engañar a su rival en un juego las que muestra de cuando en cuando Estados Unidos, una ocurrencia que haría sonreír si no se tratara del mismo imperialismo explotador y criminal a escala planetaria, o del eterno enemigo de la existencia soberana de Cuba, que está seguro, en su soberbia insondable y su entraña desdeñosa del pequeño adversario, de que terminará triunfando en la nueva estrategia que ensaya para vencernos y dominarnos.
De “la otra parte” no hay mucho que agregar. Sucio oficio es ponerse al servicio del enemigo de la patria por dinero, conducta que además de deshonrar al que lo hace deja inerme a todo el que desee oponerse al régimen social y político de su país sin compartir tan indigna condición, porque las coyunturas cruciales no dejan espacio para términos medios y matices. Si acaso añadir que frente a la unidad de los cubanos revolucionarios pude apreciar más bien división entre los seguidores leales de la actual estrategia de Estados Unidos, aspirantes “a dialogar”, y los que sienten en peligro su función y su mesada, desconfiados y díscolos ante la actual estrategia norteamericana.
2- Si hubiera preparado la conferencia que ofreció en el contexto de la Cumbre, después de estos sucesos ¿hubiera agregado alguna reflexión al respecto? ¿cuál?
No. Los organizadores de la Cumbre de los Pueblos me pidieron el tema que da título a la conferencia, y a él me atuve. Y a mi juicio no sucedió nada en esos días de Panamá que me induzca a agregar algo que afecte a lo que dije. En la cumbre de los Estados los presidentes expresaron las posiciones y los criterios de sus países, sin cambios de fondo dignos de anotar. El paso que implicaba la cumbre en el necesariamente lento proceso de negociaciones entre Cuba y Estados Unidos, que de ningún modo iba a ser decisivo, sucedió como se esperaba. (Tomado de Cubarte)
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