Ciro Pérez Silva / LA JORNADA
Sea cual sea el resultado de la Cumbre de las Américas –que se llevará a cabo el 10 abril en Panamá– hay que esperar un campo de batalla, porque la política estadunidense no va a cambiar en su propósito de tratar de desestabilizar a los gobiernos del Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), particularmente a Venezuela; de fortalecer su dominación sobre México, Centroamérica y el Caribe; de aislar a la revolución ciudadana en Ecuador; de evitar un gobierno que dé continuidad a las políticas de los Kirchner en Argentina, o permitir que Brasil le dispute la región, advirtió Luis Suárez Salazar.
Profesor e integrante del comité académico de la maestría de relaciones internacionales en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raúl Roa García, en La Habana, Suárez Salazar expresa en entrevista con La Jornadaque uno de los obstáculos más importantes a los que se enfrentará la representación estadunidense –una vez iniciadas las negociaciones con Cuba para reanudar relaciones diplomáticas– tiene que ver con las sanciones impuestas a Venezuela.
Oportunidad de diálogo
De cara a la cumbre de Panamá, la idea de (Barack) Obama era llegar con un nuevo comienzo en las relaciones con Cuba, pero al otro día empieza las sanciones contra Venezuela. Esto plantea un escenario que abre una ventana de oportunidad para iniciar un diálogo con el gobierno de Nicolás Maduro, en la perspectiva de que la administración de Obama quiere que la cumbre no se le complique, señala.
De lo contrario, agrega, va a ser una confrontación no sólo en el ámbito intergubernamental, pues la administración de Obama pretende convertir los llamados foros de la sociedad civil en otro instrumento de su política de presión a los gobiernos. Va a ser una cumbre que definirá el ambiente de los próximos tiempos, la de una progresiva acumulación de resistencias a la política hegemónica de Estados Unidos, sostiene.
A pesar de todas las dificultades que enfrentará la política exterior de Estados Unidos en Panamá, “preservar la Cumbre de las Américas es un objetivo estratégico. Ha sido el instrumento para legitimar su política; sigue siendo un escenario para desarrollar políticas como los acuerdos militares que ha consolidado con Perú, el apoyo para los países de la Alianza del Pacífico y los acuerdos militares con Colombia, de largo plazo, pues no importa el resultado de las negociaciones de paz en Cuba –entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el gobierno de ese país–, sino el papel de Colombia en la seguridad hemisférica, como uno de sus principales aliados en el continente”.
Antes de la cumbre, recuerda, Obama tendrá una reunión con los jefes de Estado de la Comunidad del Caribe (Caricom), en Jamaica, en la que planteará una nueva iniciativa para la seguridad energética del Caribe, con el propósito de convertir a América Latina en el eje energético del mundo, pero bajo la hegemonía estadunidense.
Sin embargo, en paralelo se han venido construyendo instancias de concertación política y cooperación y hasta de integración económica alternativos, como Alba, el Mercado Común del Sur (Mercosur), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el acuerdo Petrocaribe y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Por primera vez en la historia, desde la primera independencia en el continente, se crea un organismo universal sin la presencia de Estados Unidos: es algo que lo mastica, pero no traga. Ya se ha denunciado en más de una ocasión que cada vez que se va a hacer una cumbre de alguno de estos organismos, Estados Unidos empieza a presionar para que vayan menos de jefes de Estado. Ahora en la de Costa Rica faltaron algunos. Enrique Peña Nieto no asistió, lo cual asombró a muchos, porque México estuvo en los orígenes de la Celac.
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