Críticos y realizadores cuestionan al estatal Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos.
CULTURA Redacción IPS Cuba 29 septiembre, 2015
El séptimo arte nacional está aquejado por la falta de financiamiento, trabas burocráticas y ausente marco legal, entre otros problemas.
La Habana, 29 sep.- La creciente producción cinematográfica independiente, que sigue sin tener un estatuto legal en Cuba, y la decisión de dejar desierta la nominación para los estadounidenses premios Oscar 2016, reavivan los debates en Internet sobre la institución rectora del cine cubano.
A juicio de críticos y realizadores, ya no funciona el modelo soportado en el estatal Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic).
“El audiovisual cubano más vivo no puede estar. Las que han envejecido y están en fase terminal son las estrategias institucionales que legitiman lo que es cine cubano o no, de acuerdo a las reglas establecidas en el siglo XX”, valoró en su bitácora el crítico de arte Juan Antonio García Borrero.
Mientras su colega Gustavo Arcos afirmó que el Icaic “ha sido desmantelado, aunque su acta de defunción no está firmada”, en su artículo “El cine cubano y su carpe diem”.
Recordó la larga lista de producciones del último año gracias al respaldo y financiamiento en otros países. Incluso realizadores cubanos que filmaron fuera han sido nominados a los Óscar 2016, mientras las instituciones oficiales siguen sin reconocerlos, lamentó.
En intercambio de ideas a propósito del texto de Arcos, el editor de cine Manuel Iglesias difirió en su blog El cine es cortar que “este organismo cultural no sobrevive aun solamente gracias a su capital simbólico”.
A su juicio, “mucha de la obra fílmica que se está generando adolece de contundencia artística, excepto contadísimas excepciones. Quien no quiera ver, que no vea: la calidad del cine cubano –el del Icaic y el no Icaic– ha bajado en este siglo en picada”.
La decisión de dejar desierta la nominación cubana al mejor filme de habla no inglesa para los premios Óscar 2016 correspondió a una comisión de selección, integrada por el realizador Jorge Luis Sánchez, la actriz Eslinda Núñez, la vicepresidenta de Relaciones Internacionales, Susana Molina, el productor Frank Cabrera y la directora Patricia Ramos, informó una nota en el portal del Icaic el 11 de septiembre.
Dicho grupo seleccionó los largometrajes Meñique, de Ernesto Padrón, y Vestido de novia, de Marilyn Solaya, como representantes a los premios Ariel (México) y Goya (España) respectivamente.
Meñique es el primer filme animado en Cuba producido enteramente en tres dimensiones (3D), mientras que la obra de Solaya resulta su ópera prima y se sumerge en el tema de la transexualidad y la violencia de género desde una perspectiva feminista.
Artículos y comentarios en blogs y redes sociales consideraron el hecho como síntoma de la crisis del séptimo arte nacional, aquejado por falta de financiamiento, trabas burocráticas, el no reconocimiento de las producciones independientes y la ausencia de una Ley de Cine, entre otros aspectos.
La directora Marina Ochoa propuso que en lo adelante “las nominaciones se hagan de una forma democrática”, donde participen los creadores de las especialidades que integran la sección de cine de la no gubernamental Unión de Escritores y Artistas de Cuba en todo el país, al igual que jóvenes realizadores y la crítica especializada.
Por su parte el director Enrique Álvarez criticó la falta de reconocimiento de producciones facturadas al margen de las instituciones, como La obra del siglo, de Carlos Quintela, a su juicio “una muy digna candidata”, o La pared de las palabras, de Fernando Pérez.
Consideró que la no participación de “las producciones independientes más notables del año” resulta “una muestra elocuente de la crisis y el conformismo institucional que persiste en el cine cubano”.
Álvarez agregó que “nuestras instituciones no nos responden ni nos representan porque hace rato perdieron su razón de ser y su confianza en nosotros”. (2015)
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