Por José Ramón Gómez Cobelo -7 marzo, 2017
La historia de la Revolución Cubana es una lección magistral de cultura y libertad para con la mujer, desde los mismos comienzos fue alistado su juicio y razonamiento.
La mujer cubana es bella. Su hermosura enaltecida por la cultura es una realidad palpable desde los cuatro puntos cardinales del planeta. Como tenemos féminas con distinguidos uniformes en muchas instituciones, a veces no se perciben bien las diferencias entre sus cuerpos, pero cada día las cubanas se acercan más al horizonte martiano de lo bello. Las miradas y apuntes del Maestro sobre la mujer de un arriero, lo muestran caballero justo y sensato. Sus consejos a María Mantilla lo delatan como profundo observador de los atributos femeninos.
Al describir la señora de un arriero en Guatemala subrayó José Martí:
“Su perfil es correcto, menuda la nariz, breve la boca, bien hecha la frente; aguda la barba; acaba la figura un tocado casi griego, puesto que con las trenzas del cabello se ciñe el casco a manera de corona; más todas estas perfecciones de la forma, abrutadas por la incultura, se convierten en fealdades numerosas por la falta de transparencia espiritual”.[1]
Cuenta el Apóstol, los detalles más significativos de la belleza física de la pueblerina guatemalteca. Es una descripción que nos hace acompañarle en esa aventura y enamorarnos a priori de la mujer del arriero. Las palabras precisas, los adjetivos necesarios y vemos con él a la preciosa dama. Sin embargo, enfatiza en la falta de transparencia espiritual, que la afea. Ella, sin dudas, reflejaba en su vestido atributos notables de la moda universal, pero en vano se vestía así, si no lograba complementarlo con su comportamiento y forma de decir.
En el habla popular, la belleza se lleva dentro,pero ¿cómo ver lo que está más allá del alcance de nuestra mirada?, ¿cómo relacionar el mundo interior con el entorno? No resulta tan sencilla la solución, lo principal es, que precisamente se entienda la dialéctica entre naturaleza, cultura, bondad y belleza. Las auténticas mujeres lo saben bien y en la Cuba del siglo XXI las encuentras por doquier. Es útil y cuerdo estimular el desarrollo de la cultura para que la contemplación viva de la belleza femenina sea totalizadora, y no menguada por mirones miopes que cada vez escasean más.
En actualidad, tiempo de marcas, que reflejan de algún modo el alcance económico o, al menos, la aspiración que se lleva dentro, no siempre coincide el valor del billete mostrado con la realidad, y mucho menos, con la grandeza del alma o transparencia espiritual. Paradójicamente, más hermosas son las mujeres mientras menos ropas llevan. En tal sentido las cubanas son beneficiadas por las bondades de nuestro clima tropical, pero lo más importante no es llevar el vestido, sino saberlo llevar.
En carta a María Mantilla, escribió Martí:
“La elegancia del vestido, la grande y verdadera está en la altivez y fortaleza del alma. Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma”.[2]
Cada día, debemos regalar a nuestras mujeres una justa mirada desde la cosmovisión martiana, de lo bello en lo femenino. Se puede regalar un lindo vestido, pero más agraciado será, si está encofrado en amor infinito. La actitud de la mujer bien amada es prudente y sensata, tapa el odio e irradia amor. Cuando hay armonía entre vestidos y sentimientos ella es verdaderamente libre. Algunas han confesado que, en ese estatus se sienten buenas y dichosas. Viene a la memoria la relación que establece el Maestro entre bondad y dicha; cultura y libertad; prosperidad y fortuna.
La historia de la Revolución Cubana es una lección magistral de cultura y libertad para con la mujer, desde los mismos comienzos fue alistado su juicio y razonamiento. Los ejemplos personales son numerosos pero es mejor que se alisten todas, en algunos de los acontecimientos que enaltecen a la cubana para siempre: La Campaña de Alfabetización. El aprendizaje en la Escuela Ana Betancourt. El magisterio, como escudo de la nación. Su acceso y permanencia en las universidades, su activa participación en los servicios y la producción. La preparación para la defensa. La unidad de la familia y la Federación de Mujeres Cubanas, que demuestra cada día que en lo femenino está la verdad y el amor infinito.
Al leer los textos martianos de sus viajes por Guatemala, descubrimos los deslumbrantes atributos de la mujer del arriero que fueron afeados por la incultura. Hoy día, nuestras féminas potencian su belleza desde la cultura cubana y la universal, son el tesoro mayor de nuestra Patria y forman parte notable dela cimiente insular de la Universidad Americana contemporánea, proféticamente soñada por José Martí. En la visión martiana de la cultura está la salvación de la belleza femenina.
Texto que aparece en la esquina superior izquierda de la foto: El “Club José Martí”, fundado en Costa Rica en 1895 por la Sra. María Cabrales, esposa que fue del General Maceo. Fotografía que se conserva en el “Museo Bacardí”, de Santiago de Cuba.
[1] José Martí OC, T 19, p—45
[2] José Martí OC, T 20, Carta a María Mantilla
Doctor y Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Cienfuegos.
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