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Por más trabas que encuentren a su paso, 15 amigos se niegan a ser cuentapropistas y proponen una cooperativa cultural, en el marco de la aprobación de este tipo de gestión y propiedad más allá del sector agropecuario.
Psicólogos, licenciados en Comunicación Social, Derecho, una relacionista pública y profesores universitarios como Hiram Hernández Castro, y el trovador Inti Santana, matizan este grupo que busca, además de la rentabilidad económica de un nuevo negocio, ofrecer un espacio cultural de nuevo tipo en varios sentidos: su administración –cooperativista– y los servicios que prestarían.
La idea es un café-concert, donde tendríamos una programación en vivo de trova, música alternativa…; ofreceríamos un servicio gastronómico diverso –que garantizaríamos nosotros mismos–; además de ofrecer talleres, conferencias, así como espacio para exposiciones, eventos, etc., comenta Inti Santana.
El profesor de Filosofía la Universidad de La Habana Hiram Hernández Castro, aclara que lo que queremos con la cooperativa no es solo vivir de lo que sabemos hacer, sino vivir como pensamos.
Desde el primero de julio de este año, comenzaron a funcionar en el país las primeras 124 cooperativas no agropecuarias en sectores productivos y de servicios, más específicamente en mercados agropecuarios, transportación, recuperación de desechos, construcción y servicios al transporte. Hasta el momento, la política de selección o creación ha sido la rentabilidad económica de estas nuevas experiencias y como resultado de declarada valoración “caso a caso”.
Ante la imposibilidad constitucional de crear cooperativas no agropecuarias, pues la carta magna cubana solo reconoce las de tipo agropecuario –artículos 19 y 20–, una particularidad legal de esta forma de propiedad es su carácter “experimental”, signado en el artículo 1 del Decreto-Ley 305 del 15 de noviembre de 2012, que les da constitución. De ahí que el “experimento” responda a políticas focalizadas y no masivas.
Desde el año 2010 comenzamos a darle forma al proyecto. Nos dimos cuenta entonces, cuando aún no se hablaba de cooperativas de nuevo tipo, que un espacio como este era pertinente, comenta Inti.
Y continúa: Más allá de las coyunturas actuales, pensamos que la cooperativa es en sí una manera digna y linda de organizarse, donde cada uno tiene poder de decisión, y a eso le damos tremenda importancia.
Asimismo, Hiram Hernández Castro dice: Cuando pensamos en una cooperativa cultural, la pensamos en un sentido amplio, no solo artístico. También nos incluye a nosotros, los que nos relacionamos de alguna forma con las ciencias sociales.
Apoyados en un primer momento por la especialista en cooperativas Camila Piñeiro, este grupo de amigos ha hecho las gestiones necesarias para que su idea “camine”. En 2012 fueron convocados a buscar un local tentativo, y ya presentaron el proyecto a las instituciones competentes; sin embargo, sus esfuerzos no han dado resultados.
En cuanto al capital inicial –un punto importante para la factibilidad del proyecto– Hiram explica: Pensábamos contar con apoyo. Porque la mayoría de nosotros somos trabajadores asalariados del Estado. ¿Y qué capital puede tener un profesor de la Universidad de La Habana? Aunque progresivamente nuestro trabajo luego iba a proveer lo necesario para cumplir con las obligaciones impositivas reglamentadas.
Si bien el aporte dinerario que podrían hacer los futuros socios de esta cooperativa no es tan limitado, han buscado la cooperación de sectores artísticos y la han logrado, según explican.
Igualmente, buena parte de las cooperativas no agropecuarias aprobadas hasta ahora cuentan con los medios de producción que antes administraba el Estado y que hoy poseen en arrendamiento. Además, el propio Decreto-Ley 306 en la tercera de sus disposiciones finales faculta al Ministerio de Finanzas y Precios para crear el Fondo en Fideicomiso Público, administrado por los bancos, con el objetivo de financiar el capital de trabajo inicial y otros bienes que se determine vender a las cooperativas no agropecuarias, en los casos que no resulten sujetos de créditos bancarios.
Hasta ahora, del primer grupo de cooperativas seleccionadas, el 70% tuvo necesidad de este tipo de financiamiento, según información brindada por miembros de la Comisión de Implementación de los Lineamientos en el programa televisivo Mesa Redonda.
Inti Santa considera que el mayor obstáculo ha sido la carencia de un espacio, y que mientras no se encuentre un lugar, no podrán hacer nada. A ello, Marihue Fong acota: Además, para el proyecto tenemos que estar respaldados por una institución, aun cuando tuviéramos el local.
Para esto, la cooperativa en formación, según el artículo 11 del Decreto-Ley, debe presentar su solicitud a los respectivos órganos locales del Poder Popular, organismos o entidades nacionales que rigen las actividades en que se prevén enmarcar, además de solicitar el inmueble a los órganos locales, organismos o entidades nacionales cuyas empresas o unidades presupuestadas lo administran.
Pero si en algún momento recibieron “señales positivas” del Ministerio de Cultura –la institución que los debe amparar–, comenta Hiram que comenzaron a recibir señales negativas, y el grupo ha respondido a eso con la desarticulación y búsquedas individuales, que es realmente lo que se está promoviendo.
Y no se equivocan respecto a las “señales”, pues en recientes declaraciones a OnCuba, el viceministro de Cultura Fernando Rojas señalaba sobre la posibilidad de cooperativas no agropecuarias en el sector cultural:
Se trata de un asunto todavía en una fase muy primaria de su discusión. El sector de la cultura cuenta con un modelo empresarial que ha demostrado ser exitoso, al contribuir de forma creciente a que nuestros gastos en divisa se financien con la gestión del propio sistema.
Yo me inclino por que la gestión empresarial se haga más eficiente y flexible en su relación con el artista. Sería algo así como aplicarle la lógica de la cooperativa al desarrollo de la empresa, complementarla, no crearle una competencia innecesaria a algo que ha funcionado bien.
En todo caso, podría razonarse si a escala de las localidades apartadas de los centros urbanos, tendría lógica emprender experimentos cooperativos entre los vecinos, que faciliten la promoción de los bienes y servicios culturales originados en esos lugares.
Ante esta valoración “competitiva” de las posibles cooperativas, Hiram Hernández Castro opina que las instituciones culturales cubanas han hecho lo que ninguna otra en el mundo para socializar la cultura. Pero nosotros no seríamos competencia, sino una alternativa que llenaría un espacio vacío en nuestra sociedad.
Inti, Hiram y Marihue aducen que existen locales por cuenta propia que brindan música en vivo, ofertas gastronómicas, y que no están mal, pero son exclusivos y excluyentes, sobre todo por sus precios. Por eso, lo que el grupo pretende es unir la necesaria creación de valores culturales a un concepto básico de las cooperativas, que es el de la socialización de la propiedad y el poder.
Una cooperativa, según la especialista Camila Piñeiro, “es una asociación de personas y una empresa a la vez. Pero es una empresa donde lo asociativo, lo social, es lo que guía el funcionamiento de lo empresarial”.
Mientras se procede con los experimentos cooperativistas en Cuba, a veces con demasiadas ansias de funcionalidad económica, Hiram Hernández Castro sabe que al socialismo no se llega exclusivamente por la eficiencia económicamente pensada, porque ese es el pensamiento capitalista de la sociedad de mercado; el socialismo es, sobre todo, un proyecto cultural.
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