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Por Pedro Martínez Pírez
MONCADA
El fallecimiento en Quito, a los 97 años de edad, de María Enriqueta Navarro, la madre de Fidel Juan Oswaldo Nieves, ha lanzado mi memoria 53 atrás, cuando el embajador cubano de entonces, doctor Mariano Rodríguez Solveira, recibió desde la Cancillería cubana la indicación de bautizar un niño ecuatoriano en representación del Comandante Fidel Castro.
Yo me desempeñaba entonces como secretario de la Embajada de Cuba en Quito, función a la que había sido propuesto precisamente por el destacado jurista Rodríguez Solveira, quien meses antes había sido en la ciudad de Santa Clara el Rector de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas y mi profesor de Derecho Civil.
Los padres del niño Fidel Juan Oswaldo Nieves le habían escrito al líder de la Revolución Cubana pidiéndole que fuera el padrino de su hijo, y la muy eficiente colaboradora de Fidel Castro, Celia Sánchez Manduley, había transmitido al canciller Raúl Roa García la aceptación del líder cubano.
Nos dimos a la tarea de localizar a los padres del niño, Virgilio Nieves, militar de baja graduación del ejército ecuatoriano, y María Enriqueta Navarro, madre de siete hijos, ama de casa y una auténtica ecuatoriana natural de Otavalo, cantón de la provincia de Imbabura.
El bautizo se efectuó en la sede de la Embajada de Cuba, situada entonces en la Avenida 6 de diciembre, en una fecha histórica para nuestro país: el 2 de septiembre de 1960, cuando en la capital cubana, en Asamblea General, un millón de personas aprobada la Primera Declaración de La Habana.
Al bautizo asistieron varios familiares del niño, algunos amigos de Cuba y dos integrantes de la delegación cubana a la toma de posesión del presidente José María Velasco Ibarra, ocurrida unos días antes. La delegación cubana estuvo presidida por el entonces ministro de economía, Regino Boti, e integrada por el alcalde de La Habana, Jose Llanusa y el Jefe de la Marina de Guerra Revolucionaria, Juan M. Castiñeiras, los tres ya fallecidos al igual que el embajador Rodríguez Solveira.
La más feliz de todas las personas en esa ceremonia era precisamente la madre de Fidelito, convertido desde entonces en ahijado del célebre comandante de la Sierra Mestra.
Pasó el tiempo. El embajador Rodríguez Solveira decidió regresar a Cuba, retornó a la docencia, pero entonces en La Habana, donde fue nombrado vicerector de la Universidad, y me ví obligado a fungir como Jefe de la Misión cubana durante varios meses.
Y quien no olvidó a su ahijado fue el Comandante Fidel Castro quien poco después del bautizo le envió al niño ecuatoriano, por conducto de Celia Sánchez y el doctor Raúl Roa, un jarrito de plata con la firma del Jefe de la Revolución Cubana, que tuve el honor de entregar en un acto público en Quito a doña María Enriqueta.
El recuerdo del padrino cubano al niño ecuatoriano fue mostrado hace algunos años en la Casa de la Cultura Ecuatoriana "Benjamín Carrión", en Quito, a los asistentes a un acto en el cual reclamamos desde la capital ecuatoriana la devolución a Cuba del niño Elián
González.
Son recuerdos que vienen a mi mente cuando recibo de Norma Nieves, hermana del ahijado ecuatoriano de Fidel, la triste noticia del fallecimiento de su madre otavaleña, doña María Enriqueta Navarro, a quien tantas veces encontré en Quito orgullosa de este entrañable nexo que ella promovió con el líder histórico de la Revolución Cubana.
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