"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 30 de noviembre de 2013

Escocia independiente: ¿más cerca del modelo nórdico que de Londres?

A un año de que decidan su independencia del Reino Unido, ¿qué pueden imitar los escoces  del éxito de sus vecinos Suecia, Noruega y Finlandia?

ALLAN LITTLE
BBC Mundo

Si uno se para en el muelle en Aberdeen, geográficamente se está más cerca de Stavanger, en Noruega, que de Londres.

En los siglos en que era más fácil viajar por mar que por tierra, los vikingos llegaron al sur para saquear, conquistar y colonizar.

Muchos de los topónimos de Escocia son el legado de una época en la que la Europa nórdica delineó las zonas que bordean al Mar del Norte y las unió en una comunidad volcada al océano.

¿Sobrevive algo de esa época lejana?

A menos de un año de que Escocia decida en un referendo su independencia de Reino Unido, y en la semana en que la campaña por el Sí presentó el llamado Libro Blanco con el plan para un país independiente, esas preguntas cobran validez.

LA ENVIDIA DE EUROPA
Una de las atracciones turísticas más populares de Suecia es el buque de guerra Vasa, del siglo XVII. Su casco es de 70 metros de largo y decorado con tallas de roble de sirenas, hombres salvajes y monstruos marinos, diseñados para celebrar el poder de la Suecia imperial y para intimidar a sus enemigos.

Es un recordatorio visual impresionante de que Suecia dominó una vez la parte norte de Europa. Tanto Noruega como Finlandia, en diferentes períodos de su historia, participaron de una unión con Suecia. Los tres países son, en términos generales, comparables a Escocia.

A primera vista todos estos países tienen:

- Pequeñas poblaciones repartidas en grandes territorios. – Largas costas (la palabra noruega “fiordo” se deriva, con certeza, de la misma raíz que la palabra escocesa “firth” -ría-). – Una tradicional dependencia de las actividades marítimas, incluidas la pesca y la construcción de buques. – Y Noruega tiene una industria petrolera que le ha ayudado a pasar de ser uno de los países más pobres de Europa a uno de los más ricos del mundo.

También han desarrollado una forma de vivir y de gobernar que es la envidia de gran parte de Europa.

A menudo aparecen como ejemplo de lo que Escocia podría aspirar a convertirse: socialdemocracias benignas, no beligerantes, armoniosas socialmente y prósperas. Esta lectura le atrae en particular a la izquierda independista en Escocia.

El modelo nórdico es “una economía de salarios altos, basado en empresas altamente productivas”, dice Robin MacAlpine, de la Fundación Jimmy Reid.

“Se utiliza el dinero que se genera a través de impuestos para crear servicios públicos muy fuertes. Tienes esta cadena: buena economía, buenos trabajos, buenos salarios, buenos impuestos, buenos servicios públicos, y una alta cohesión social”.

Finlandia ilustra bien las fortalezas y debilidades de las pequeñas naciones independientes de la periferia de Europa. Durante décadas después de la Segunda Guerra Mundial era casi totalmente dependiente del comercio con la Unión Soviética. Y prosperó.

De hecho, se sobrepasó. A finales de los ochenta liberalizó su sector bancario y entró en un período que llegó a ser conocido como el “los años del casino”.

Luego llegó la caída. Y proporcionó una lección sobre la debilidad fundamental de muchos pueblos pequeños: que sus economías son a menudo peligrosamente dependientes de un número relativamente pequeño de sectores volátiles.

En el caso de Finlandia, su dependencia de la Unión Soviética significó que en 1991 su principal mercado de exportación desapareció. La economía se contrajo un 10% de la noche a la mañana.

El gobierno se vio obligado a hacer recortes drásticos en el gasto público en lo que ya era un país de altos impuestos.

Los finlandeses no se amotinaron, no hubo huelgas, no insistieron en gastar dinero que no tenían. El desempleo se disparó.

EL CASO NOKIA

Tomó muchos años, pero Finlandia se recuperó. Este año fue clasificado en el primer lugar en Europa en un reciente índice de dinamismo global. Suecia y Noruega ocuparon el segundo y el tercer puesto. Los únicos tres países europeos en los diez primeros lugares.

El secreto de la recuperación finlandesa fue su divisa independiente markka, el marco finlandés.

“Intentamos mantenerla a una tasa fija frente a otras monedas. Pero tuvimos que renunciar a ella y dejar que flote. Se devaluó considerablemente y esto ayudó a las exportaciones. Dejamos quebrar un par de grandes bancos y fusionamos los que habían quedado. El sector bancario se renovó por completo”, explica Martti Sanna, asesor económico del gobierno finlandés.

Una Escocia independiente, en una crisis similar en el futuro, no tendría esta opción, ya que bajo los actuales planes no tendría una moneda independiente.

Suecia, Noruega y Dinamarca han mantenido sus propias monedas. Entre los países nórdicos, sólo los finlandeses, irónicamente, se unieron al euro.

Pero no fue sólo la independencia monetaria que sacó a Finlandia del borde del abismo y la convirtió en una de las sociedades más exitosas del continente. Fueron una serie de factores que ilustran la flexibilidad de los pequeños estados independientes. Las únicas áreas del gasto público que el gobierno no recortó fueron la investigación y el desarrollo. Es más, la incrementaron un 25%.

Al mismo tiempo, una vieja empresa finlandesa decidió hacer una apuesta importante. Nokia había comenzado la vida en el siglo XIX en el negocio de la pulpa de madera. A finales del siglo XX también se dedicaba al cableado eléctrico y las botas de goma.

Decidieron vender todo y concentrarse en la telefonía móvil.

Durante 20 años, la pequeña Finlandia dominó el mercado mundial de teléfonos celulares, del cual llegó a tener el 40%. Su venta este año a Microsoft marcó el fin de una era. Despidió a 10.000 empleados en el mundo. El desempleo en Finlandia es 8%, más alto que el de Escocia.

Pero capeó el temporal porque durante los años de ascenso de Nokia, la inversión finlandesa creó muchas empresas pequeñas y de alta tecnología que le vendían servicios a la telefónica.

El creador de juegos Rovio es una de ellas. Su videojuego Angry Birds ha vendido 1.700 millones de descargas en todo el mundo.

¿Hay una lección aquí para Escocia? Hace una década le pregunté al director general de una pequeña pero muy exitosa compañía de seguridad en internet algo simple: ¿si Finlandia todavía estuviera en una unión con Suecia, y su régimen fiscal se decidiera en Estocolmo en lugar de Helsinki, cómo se vería la economía finlandesa ahora?

“Nokia todavía estaría haciendo botas de goma”, dijo. La autonomía fiscal es vital para el éxito del modelo nórdico. No es sólo la izquierda en Escocia la que aplaude el modelo nórdico. Finlandia, Suecia y Noruega tienen gobiernos de centroderecha.

El escocés Fraser Nelson, editor del conservador semanario londinense The Spectator, ve a Suecia como inspiración y desea que el primer ministro británico, David Cameron, tuviera las agallas de ser tan de derecha en algunos de sus pensamientos como son los suecos.

Suecia, dice, es “uno de los pocos países del mundo que está recortando impuestos y obteniendo un crecimiento como resultado. En todo, desde las políticas de pensiones a la forma de ejecutar los servicios públicos, los suecos están a la vanguardia de la liberalización. Muestran que no tiene por qué haber una tensión entre las ideas de libre mercado y los fines progresistas”.

El 10% de los servicios de salud pública en Suecia se subcontrata a empresas privadas. Los suecos también pagan una tarifa para visitar al médico.

Britta Walgreen es la directora ejecutiva del hospital de St Goran, en las afueras de Estocolmo.

“Tenemos un contrato con la autoridad local para proporcionar atención médica como parte del servicio de salud pública. Nos pagan por cada paciente que tratamos. Pero si mejoramos el servicio, y estamos en condiciones de dar el alta a un paciente dos días antes, nos pagan lo mismo, pero nuestro costo se reduce”.

No deja de ser controvertido incluso en Suecia, porque un poco de dinero público termina generando beneficios privados. “Creo -agrega- que el debate importante no es si el proveedor de servicios es de carácter público o privado, pero lo que puede ofrecer. Sólo por ser público no es garantía de que la calidad sea alta”.

Esta flexibilidad también es clave para el éxito del modelo nórdico. ¿Sería aplicable en Escocia? ¿Se atrevería un gobierno a proponer reformas que, en nuestra cultura política ideológicamente binaria, se parecerían a la privatización de la salud?

El modelo de bienestar de Suecia también es poco conocido aquí. No es generoso con los desempleados. Está diseñado para mantener a la gente en el trabajo, y recompensar a quienes están sin trabajo.

Si alguien está desempleado desde hace más de 12 meses, los pagos caen drásticamente y está obligado a asistir a seminarios y talleres de capacitación.

Muchos toman trabajos no remunerados para ganar experiencia laboral. Los desempleados son estigmatizados en Suecia.

El historiador Lars Tragardh me dijo: “Suecia es en muchos sentidos una sociedad dura. No hay mucha compasión por los vagos, para las personas que no trabajan. Esto no es un Estado de bienestar generoso. No tenemos una gran cantidad de reinas de la asistencia social”.

Pero Suecia gasta más en servicios de guardería para padres que trabajan que en sus Fuerzas Armadas.

Anna Nyborg es madre de dos niños y es una alta ejecutiva de Ericsson en Estocolmo.

Desde los 12 meses, cada condado está obligado por ley a proporcionar a los niños una guardería. Por dos niños en edad preescolar, paga unos US$320 al mes. “Y esto incluye la comida y pañales y todo”, aseguró Nyborg.

Como resultado, los países nórdicos tienen más mujeres en el trabajo que en cualquier otro lugar de Europa. El gasto social está destinado a sostener y apoyar la creación de riqueza, en lugar de escurrirse de ella.

Pero sigue siendo costoso. Tragardh me llevó a la azotea de su edificio de su universidad: “Uno tiene una visión de 360 grados. Ahí está el palacio real. Ahí está el parque de atracciones, pero ¿cuál el edificio más alto de Estocolmo? Ahí está, y simboliza el romance de Suecia con el Estado. Es la sede de la autoridad tributaria nacional”.

Los escandinavos pagan los impuestos más altos del mundo. En Suecia, alguien que está razonablemente bien desde el punto de vista económico deja dos tercios de sus ingresos al fisco.

PROPIEDAD DE LA TIERRA
Es el igualitarismo de la sociedad nórdica lo que atrae a muchos en Escocia. ¿De dónde viene? ¿Se puede tomar la situación social de los países escandinavos y adaptarla a una sociedad no nórdica? El mundo nórdico ha sido, históricamente, mucho más sin clases que Reino Unido.

Tiene una tradición de propiedad de la tierra que es radicalmente diferente a cualquier cosa que Escocia ha experimentado. En el siglo XVIII los campesinos suecos poseían la tierra que trabajaban. Tenían títulos de propiedad.

Eso los puso en una relación diferente con el poder de la corona que sus pares en Escocia, donde, según el periodista Lesley Riddoch, un millar de personas tiene la propiedad del 60% de la tierra privada y donde sólo en los últimos años alcanzó al 50% el porcentaje de personas que poseen sus propias casas.

Pero el país nórdico posiblemente más parecido a Escocia es Noruega. Si uno llegaba a Oslo en barco hace 30 años, pasaba por astilleros y talleres. En ese entonces ya estaban en fase terminal. Hubo mucha presión pública sobre el gobierno para utilizar la nueva riqueza petrolera del país para rescatar a la industria y salvar puestos de trabajo.

No sucedió.

Noruega, sin piedad, dejó que sus viejas industrias en declive murieran. Pero comprendió muy pronto que la riqueza petrolera, si era mal administrada, sería una maldición más que una bendición.

Los recursos excepcionales pueden inflar la moneda y convertir a los demás sectores de la economía en poco competitivos y derrumbarse.

Los partidos políticos celebraron un pacto de abnegación. Estuvieron de acuerdo en no gastar ni un centavo de los ingresos del petróleo en el propio país. Así que ahorran y lo invierten en empresas en el extranjero.

Su fondo petrolero tiene un valor de US$650.000 millones. El 96% de los intereses de ese fondo se reinvierten en el propio fondo. Los noruegos se permiten gastar sólo el 4% de los intereses de cada año y nada del capital. Eso es suficiente para pagar el 10% del presupuesto público anual.

El gobierno escocés considera que podría, con el tiempo, crear un fondo petrolero. Pero los noruegos llevan 40 años de ventaja y quizá la mayor parte de la riqueza que estaba allí se ha ido.

Noruega declaró su independencia de Suecia en 1905. Había tensión entre las dos naciones e incluso amenazas de guerra. Los ecos se mantienen.

La periodista noruega Marie Simenson trabajó durante un tiempo como corresponsal un periódico en Londres y reportó desde Escocia durante la campaña del referendo de 1997.

“Los noruegos -me dijo- solían tener un complejo de inferioridad por los suecos. Los suecos eran el hermano mayor de los países nórdicos. Gobernaron Noruega hasta 1905. Todavía está ahí, especialmente entre las personas mayores. Los suecos parecen más elegantes, más sofisticados, y nosotros todavía somos como agricultores y pescadores”.

“Vi estos mismos rasgos en la visión escocesa de Inglaterra, los escoceses son como los noruegos… Son extrovertidos y así sucesivamente, pero si tocas el punto débil, son un poco delicados. Es lo mismo con los suecos. En el deporte, lo más importante es derrotar a los suecos”.

El buque de guerra Vasa se hundió, a sólo 120 metros de la orilla, en su viaje inaugural en 1638. Se desplomó bajo el peso de su propia grandiosidad, de la ambición insostenible.

Hace 20 años, en Europa se decía que había pasado el momento del modelo económico nórdico: el sector público era demasiado grande, el Estado, al igual que el Vasa, demasiado pesado.

El exministro de Relaciones Exteriores de Noruega, Jonas Store, me dijo: “Nos dijeron que estábamos condenados en la nueva economía global. Pero hemos visto en estos últimos años que los países nórdicos están a la cabeza en lo que respecta a la innovación, en la creación de nuevas empresas y en la flexibilidad”.

“Tenemos más empleo, las finanzas públicas más sanas, y un Estado de bienestar seguro y sólido porque tenemos sindicatos que tienen responsabilidad colectiva y llegan a acuerdos responsables. Tenemos un alto nivel de capital social, así como capital financiero”.

¿Podría una Escocia independiente emular el modelo? Y si pudiera, ¿por qué no podría una Escocia con mayor autonomía de Reino Unido hacer lo mismo? ¿Qué quiere decir, en el contexto nórdico, “soberanía”? Y, dado el extraordinario grado de interdependencia y cooperación que existe entre ellos y el resto de Europa, ¿en qué sentido cualquiera de estos países (en la jerga del debate constitucional escocés) “va por su cuenta”?

No soy yo quien debe responder las preguntas.

Pero como un viejo corresponsal extranjero que regresa a su país en un momento de decisiones históricas, me pregunto: ¿no deberíamos por lo menos tratar de ver la elección que enfrentamos el año que viene en su contexto europeo más amplio?

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