Por Mabel Machado
Es muy difícil saberlo. En el Museo remiten a los periodistas (cubanos o no) a solicitar la información sobre el caso al Centro de Prensa Internacional, una instancia que se encarga fundamentalmente de facilitar y regular la actividad de los medios extranjeros acreditados en la isla. Por otro lado, en el Registro Nacional de Bienes Culturales, institución que habilitó dos números de teléfono para avisos de la población sobre las obras perdidas, la persona que contesta las llamadas dice que la investigación está en curso y que no hay detalles relevantes que se puedan compartir. Algunos especialistas y curadores vinculados a Bellas Artes y al Consejo Nacional de Artes Plásticas, contactados en los últimos quince días, se han abstenido de responder a nuestros mensajes de correo electrónico o simplemente han alegado no estar enterados de cómo avanza el proceso.
¿Qué instituciones conducen la pesquisa sobre cerca de un centenar de piezas sustraídas del Museo en los últimos meses? ¿Cómo pueden ciudadanos comunes, poco entendidos en materia de arte, identificar las obras desaparecidas o colaborar con la indagación? ¿Qué medidas se han tomado para garantizar la seguridad de los almacenes que fueron saqueados y del resto de los edificios del Museo? ¿Qué leyes protegen el patrimonio cultural cubano del robo y la malversación?
Es conocido que el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural se encarga de determinar cuáles son los bienes arqueológicos, históricos, de la educación, el arte y la ciencia que deben ser preservados, rescatados, exhibidos y estudiados. En su artículo 8, la Ley de Protección al Patrimonio, vigente desde 1977, estipula que los valores “de especial relevancia” para la cultura solo podrán ser extraídos del territorio nacional con expresa autorización del Ministerio de Cultura y por el tiempo que este lo determine”. Más adelante, el número 12 aclara que sin el citado permiso la “extracción o intento de extracción” fuera del país se califica como “delito de contrabando” y debe ser sancionada de acuerdo con la Ley Penal.
En una acalorada conversación sobre el robo reciente en el Museo, un conocido que ha sido testigo de varios procesos de chequeo en la aduana aeroportuaria a ciudadanos que transportan obras de arte, se preguntaba desconcertado cómo ha sido posible que estas piezas hayan pasado sin levantar sospechas delante de los ojos de los oficiales que inspeccionan los escáneres y el papeleo. En la misma línea, un amigo grabador, quien hace un par de años tuvo que viajar de Cuba a Europa con un grupo de obras propias, describía como una “odisea” el proceso para poder cumplir con los “férreos” controles establecidos por la legislación local.
Los bienes patrimoniales que son trasladados de forma ilegal entre fronteras pueden ser localizados a través de la Interpol, órgano que en 2013 perseguía unos 40 mil casos según los registros.
Existen otros mecanismos, como la solicitud de ayudas a agencias que se dedican a investigar el tráfico ilícito de obras a nivel internacional. La empresa privada londinense Art Loss Register, que tiene un historial de dos décadas de colaboración con diferentes instancias policiales para la localización de piezas robadas, ofreció la semana pasada su ayuda al Museo de Bellas Artes de Cuba para contribuir a ubicar las pinturas usurpadas del edificio administrativo Antonio Rodríguez Morey.
De la respuesta a este ofrecimiento por la parte cubana no se ha divulgado nada hasta hoy, como tampoco han sido esclarecidas lo suficiente algunas de las preguntas que cualquier mortal puede hacerse al enterarse del extravío.
En las últimas dos semanas, solo una nota en el portal Cubarte, que fue reproducida luego por varios sitios digitales, ha ofrecido algunas coordenadas que permiten deducir la “postura oficial” ante el robo de las obras. Como suele ocurrir en el tratamiento de casos de corrupción que involucran a instituciones prestigiosas o de alta sensibilidad por su misión social, la compartimentación de información ha caracterizado la pesquisa, levantando suspicacias y ansiedades entre los residentes en la isla que han logrado enterarse del descalabro por alguna vía.
La noticia se generó en Miami y se conoció en Cuba a través de medios que manifiestan posturas abiertamente contrarias al sistema político sostenido en el país a cinco décadas del triunfo de la Revolución, los cuales divulgan con asiduidad informaciones que tardan mucho en aparecer en la prensa nacional. Algunas agencias extranjeras reprodujeron luego la señal de alarma, pero hasta hoy, las instituciones cubanas han evitado el uso de los medios de comunicación para manifestar su posición respecto al hecho.
Es muy difícil saberlo. En el Museo remiten a los periodistas (cubanos o no) a solicitar la información sobre el caso al Centro de Prensa Internacional, una instancia que se encarga fundamentalmente de facilitar y regular la actividad de los medios extranjeros acreditados en la isla. Por otro lado, en el Registro Nacional de Bienes Culturales, institución que habilitó dos números de teléfono para avisos de la población sobre las obras perdidas, la persona que contesta las llamadas dice que la investigación está en curso y que no hay detalles relevantes que se puedan compartir. Algunos especialistas y curadores vinculados a Bellas Artes y al Consejo Nacional de Artes Plásticas, contactados en los últimos quince días, se han abstenido de responder a nuestros mensajes de correo electrónico o simplemente han alegado no estar enterados de cómo avanza el proceso.
¿Qué instituciones conducen la pesquisa sobre cerca de un centenar de piezas sustraídas del Museo en los últimos meses? ¿Cómo pueden ciudadanos comunes, poco entendidos en materia de arte, identificar las obras desaparecidas o colaborar con la indagación? ¿Qué medidas se han tomado para garantizar la seguridad de los almacenes que fueron saqueados y del resto de los edificios del Museo? ¿Qué leyes protegen el patrimonio cultural cubano del robo y la malversación?
Es conocido que el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural se encarga de determinar cuáles son los bienes arqueológicos, históricos, de la educación, el arte y la ciencia que deben ser preservados, rescatados, exhibidos y estudiados. En su artículo 8, la Ley de Protección al Patrimonio, vigente desde 1977, estipula que los valores “de especial relevancia” para la cultura solo podrán ser extraídos del territorio nacional con expresa autorización del Ministerio de Cultura y por el tiempo que este lo determine”. Más adelante, el número 12 aclara que sin el citado permiso la “extracción o intento de extracción” fuera del país se califica como “delito de contrabando” y debe ser sancionada de acuerdo con la Ley Penal.
En una acalorada conversación sobre el robo reciente en el Museo, un conocido que ha sido testigo de varios procesos de chequeo en la aduana aeroportuaria a ciudadanos que transportan obras de arte, se preguntaba desconcertado cómo ha sido posible que estas piezas hayan pasado sin levantar sospechas delante de los ojos de los oficiales que inspeccionan los escáneres y el papeleo. En la misma línea, un amigo grabador, quien hace un par de años tuvo que viajar de Cuba a Europa con un grupo de obras propias, describía como una “odisea” el proceso para poder cumplir con los “férreos” controles establecidos por la legislación local.
Los bienes patrimoniales que son trasladados de forma ilegal entre fronteras pueden ser localizados a través de la Interpol, órgano que en 2013 perseguía unos 40 mil casos según los registros.
Existen otros mecanismos, como la solicitud de ayudas a agencias que se dedican a investigar el tráfico ilícito de obras a nivel internacional. La empresa privada londinense Art Loss Register, que tiene un historial de dos décadas de colaboración con diferentes instancias policiales para la localización de piezas robadas, ofreció la semana pasada su ayuda al Museo de Bellas Artes de Cuba para contribuir a ubicar las pinturas usurpadas del edificio administrativo Antonio Rodríguez Morey.
De la respuesta a este ofrecimiento por la parte cubana no se ha divulgado nada hasta hoy, como tampoco han sido esclarecidas lo suficiente algunas de las preguntas que cualquier mortal puede hacerse al enterarse del extravío.
En las últimas dos semanas, solo una nota en el portal Cubarte, que fue reproducida luego por varios sitios digitales, ha ofrecido algunas coordenadas que permiten deducir la “postura oficial” ante el robo de las obras. Como suele ocurrir en el tratamiento de casos de corrupción que involucran a instituciones prestigiosas o de alta sensibilidad por su misión social, la compartimentación de información ha caracterizado la pesquisa, levantando suspicacias y ansiedades entre los residentes en la isla que han logrado enterarse del descalabro por alguna vía.
La noticia se generó en Miami y se conoció en Cuba a través de medios que manifiestan posturas abiertamente contrarias al sistema político sostenido en el país a cinco décadas del triunfo de la Revolución, los cuales divulgan con asiduidad informaciones que tardan mucho en aparecer en la prensa nacional. Algunas agencias extranjeras reprodujeron luego la señal de alarma, pero hasta hoy, las instituciones cubanas han evitado el uso de los medios de comunicación para manifestar su posición respecto al hecho.
PARADERO MIAMI
Desde esa ciudad norteamericana se ha pronunciado sistemáticamente por estos días el galerista Ramón Cernuda, la primera persona que notó un tufillo extraño en torno a la circulación de materiales pertenecientes a Bellas Artes en los Estados Unidos. El rostro más visible de Cernuda Arte, una empresa familiar con 25 años de experiencia en la promoción de arte cubano, compró el Carnaval infantil de Eduardo Abela y luego, al consultar bibliografía especializada, supo que la obra se encuentra registrada entre los fondos de la institución cubana.
Hoy le debemos al experto no solo el descubrimiento del robo, sino también una buena parte de los datos que ayudan a construir la neblinosa historia del caso de Bellas Artes. Cernuda, quien salió de la isla en los años 60´ y ha acumulado hasta el momento una de las mayores pinacotecas de arte cubano del siglo XX, no solo ha ofrecido sus declaraciones al Chicago Tribune y otros medios estadounidenses, sino que, en su afán de cooperar con el esclarecimiento del hecho, también levantó el teléfono para responder algunas preguntas de Cuba Contemporánea.
El coleccionista había anunciado antes que se puso en contacto con las autoridades del Museo para alertar sobre la presencia de la pintura de Abela en Estados Unidos, y más tarde sobre la circulación de una decena de obras de Leopoldo Romañach que habían sido mutiladas en los bordes con un instrumento filoso.
En la tarde de ayer, Cernuda comentó que su cooperación con la institución cubana continúa: “He sostenido varios intercambios con las autoridades y he podido percibir un comportamiento muy profesional”. Asimismo, dijo tener conocimiento de que en la isla se ha documentado el proceso con rigor.
Hace poco más de 24 horas la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) divulgó finalmente un listado con los títulos, los nombres de los autores e imágenes de 70 obras robadas que han sido identificadas por el Museo. La Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de este organismo internacional había expresado ya su preocupación por la integridad de las piezas usurpadas en Cuba y por otro significativo robo de obras en Guatemala anunciado en febrero pasado.
Al abordar el tema de la reciente publicación de la lista de obras del patrimonio cubano en el portal de la UNESCO, Cernuda señaló que “el fenómeno del robo de obras de arte es internacional”, que se trata de “una epidemia en el mundo entero y no solo de un hecho aislado que tuvo lugar en Cuba”.
El experto considera que por esta misma razón, la divulgación del listado de obras y de otras informaciones es muy útil para que “la comunidad internacional pueda obrar en consonancia con ello”.
Cernuda, quien también dijo haber reconocido una pieza de Uver Solís en manos de las mismas personas que le vendieron el cuadro de Abela, ha actuado en correspondencia con las leyes norteamericanas, al informar al Buró Federal de Investigaciones (FBI) sobre la comercialización ilícita de estos bienes en la Florida.
“La obra que estuvo en nuestro poder pasó a manos del FBI y está prometida para que nuestra familia la entregue directamente al Museo de Bellas Artes”, explicó el galerista, quien seguidamente añadió: “Estamos abogando por ese nivel de colaboración entre autoridades para que estos crímenes no se cometan impunemente”.
Entre los cubanoamericanos radicados en la nación norteña, las opiniones sobre qué debe hacerse con las obras descubiertas se encuentran divididas. Cernuda contestó que “rara vez entre cubanos hay unanimidad de criterios”, cuando fue preguntado sobre la reacción de otros galeristas y promotores del arte de la Isla en Miami ante el robo del Museo.
“Algunos estamos de acuerdo en que debemos reunir nuestros esfuerzos para apoyar la investigación –continuó el experto–, mientras que otros tienen criterios más politizados y lamentablemente no están dispuestos a colaborar”.
La pregunta sobre las posibilidades de implementación de algún tipo de colaboración entre ambos países en este sentido está entre las más difíciles de una larga lista por despejar, si se tiene en cuenta que los altos niveles de tensión entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba se han mantenido casi invariables por más de cinco décadas.- See more at: http://www.cubacontemporanea.com/noticias/avanza-investigacion-sobre-el-robo-en-bellas-artes#sthash.Ox1kYUIE.dpuf
Desde esa ciudad norteamericana se ha pronunciado sistemáticamente por estos días el galerista Ramón Cernuda, la primera persona que notó un tufillo extraño en torno a la circulación de materiales pertenecientes a Bellas Artes en los Estados Unidos. El rostro más visible de Cernuda Arte, una empresa familiar con 25 años de experiencia en la promoción de arte cubano, compró el Carnaval infantil de Eduardo Abela y luego, al consultar bibliografía especializada, supo que la obra se encuentra registrada entre los fondos de la institución cubana.
Hoy le debemos al experto no solo el descubrimiento del robo, sino también una buena parte de los datos que ayudan a construir la neblinosa historia del caso de Bellas Artes. Cernuda, quien salió de la isla en los años 60´ y ha acumulado hasta el momento una de las mayores pinacotecas de arte cubano del siglo XX, no solo ha ofrecido sus declaraciones al Chicago Tribune y otros medios estadounidenses, sino que, en su afán de cooperar con el esclarecimiento del hecho, también levantó el teléfono para responder algunas preguntas de Cuba Contemporánea.
El coleccionista había anunciado antes que se puso en contacto con las autoridades del Museo para alertar sobre la presencia de la pintura de Abela en Estados Unidos, y más tarde sobre la circulación de una decena de obras de Leopoldo Romañach que habían sido mutiladas en los bordes con un instrumento filoso.
En la tarde de ayer, Cernuda comentó que su cooperación con la institución cubana continúa: “He sostenido varios intercambios con las autoridades y he podido percibir un comportamiento muy profesional”. Asimismo, dijo tener conocimiento de que en la isla se ha documentado el proceso con rigor.
Hace poco más de 24 horas la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) divulgó finalmente un listado con los títulos, los nombres de los autores e imágenes de 70 obras robadas que han sido identificadas por el Museo. La Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de este organismo internacional había expresado ya su preocupación por la integridad de las piezas usurpadas en Cuba y por otro significativo robo de obras en Guatemala anunciado en febrero pasado.
Al abordar el tema de la reciente publicación de la lista de obras del patrimonio cubano en el portal de la UNESCO, Cernuda señaló que “el fenómeno del robo de obras de arte es internacional”, que se trata de “una epidemia en el mundo entero y no solo de un hecho aislado que tuvo lugar en Cuba”.
El experto considera que por esta misma razón, la divulgación del listado de obras y de otras informaciones es muy útil para que “la comunidad internacional pueda obrar en consonancia con ello”.
Cernuda, quien también dijo haber reconocido una pieza de Uver Solís en manos de las mismas personas que le vendieron el cuadro de Abela, ha actuado en correspondencia con las leyes norteamericanas, al informar al Buró Federal de Investigaciones (FBI) sobre la comercialización ilícita de estos bienes en la Florida.
“La obra que estuvo en nuestro poder pasó a manos del FBI y está prometida para que nuestra familia la entregue directamente al Museo de Bellas Artes”, explicó el galerista, quien seguidamente añadió: “Estamos abogando por ese nivel de colaboración entre autoridades para que estos crímenes no se cometan impunemente”.
Entre los cubanoamericanos radicados en la nación norteña, las opiniones sobre qué debe hacerse con las obras descubiertas se encuentran divididas. Cernuda contestó que “rara vez entre cubanos hay unanimidad de criterios”, cuando fue preguntado sobre la reacción de otros galeristas y promotores del arte de la Isla en Miami ante el robo del Museo.
“Algunos estamos de acuerdo en que debemos reunir nuestros esfuerzos para apoyar la investigación –continuó el experto–, mientras que otros tienen criterios más politizados y lamentablemente no están dispuestos a colaborar”.
La pregunta sobre las posibilidades de implementación de algún tipo de colaboración entre ambos países en este sentido está entre las más difíciles de una larga lista por despejar, si se tiene en cuenta que los altos niveles de tensión entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba se han mantenido casi invariables por más de cinco décadas.- See more at: http://www.cubacontemporanea.com/noticias/avanza-investigacion-sobre-el-robo-en-bellas-artes#sthash.Ox1kYUIE.dpuf
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