Escrito por Vladia Rubio
No siento ninguna vergüenza por confesar que soy una habitual consumidora del “paquete” –felizmente, un vecino dadivoso me lo permite copiar sin costo alguno-.
Imagine a un vegetariano enfrentado a una bien servida mesa buffet. Qué opinión se haría de esa persona si, acostumbrada como está a encontrar deliciosos solo los manjares “verdes”, exclama con desdén “!ufff, qué asco!”.
Y su expresión de desagrado y repugnancia la habría dejado oír justo frente a una bandeja donde una jugosa carne dejaba escapar sus aromas.
Usted, que “no le descarga mucho a las hierbitas”, tendría entonces también el derecho de detenerse ante las frescas ensaladas elegidas por el vegetariano y hacerle saber – en muestra de franca mala educación, por cierto- su desagrado.
Obviamente, no es este un comentario sobre nutrición; pero si comencé así es porque no encuentro un símil mejor para aludir al últimamente tan llevado y traído “paquete semanal”.
Lo primero, primerito, que debiera hacer cualquier comensal antes de opinar sobre la mesa, es recorrerla completa, y luego de degustar aquí y allá, sin prejuicios gustativos, entonces elegir, y finalmente opinar.
No siento ninguna vergüenza por confesar que soy una habitual consumidora del “paquete” –felizmente, un vecino dadivoso me lo permite copiar sin costo alguno-. Por tanto, me considero con elementos para opinar a propósito. El mío, no es como otros casos, según he comprobado, que se adhieren a determinada opinión, multiplicándola como propia, y luego, cuando, “a lo cortico”, te pones a preguntarles si vieron esto o aquello de la última, de la antepenúltima entrega, responden que les falta el tiempo para esas banalidades. No, así no se vale.
Algunas voces conocidas han insistido en que la función de este producto comunicativo es la de entretener. Se quedan cortos. Un apasionado de la economía política pudiera entretenerse releyendo pasajes de El Capital, de Marx, pero ello no significaría que dicho texto sea esencialmente de entretenimiento. Como tampoco es exclusivamente de entretenimiento el programa de Pánfilo, ¿quién lo duda?
Igual ocurre con el paquete. Es verdad que contiene materiales esencialmente para el entretenimiento, pero también muchos otros cuya finalidad esencial es instruir, informar, actualizar… a la par de ser entretenidos –por bien facturados-. La segunda temporada de la conocida serie Cosmos, por ejemplo, tuve oportunidad de disfrutarla íntegra y casi en paralelo con su salida al aire, gracias a estas entregas, y no creo que alguien se arriesgue a sostener que ese es un material de entretenimiento –aunque también lo logre-.
Se me traban los dedos en el teclado si, antes de polemizar con algunos comentaristas y directivos que han hecho públicas sus consideraciones, no hago esta importante salvedad: OJO, ¿de dónde han sacado que el paquete semanal (PQ) es únicamente una suma de series, telenovelas, documentales, películas, animados -Mangas en particular-, TV shows, programas deportivos y otros también televisivos, esencialmente de participación?
¡El PQ es mucho más!: Contiene música y también valiosísimas actualización de Antivirus, sobre todo para Kaspersky, NOD32, Avast y Norton, así como juegos y aplicaciones para PC, tablets y móviles. Además, y entre otros productos, contiene tutoriales, webs como Cubadebate y Cubahora, los anuncios de Revolico, Porlalivre, una versión de Wikipedia, y también revistas de muy variados temas, libros y audiolibros.
Vale precisar que la enumeración anterior no es igual para todos los paquetes, porque hay varios; en verdad tantos como las personas que los preparan. Pero, en general, todos tienes bastante en común.
En algunos de los últimos llegados a mis manos encontré entre los audiolibros (libros leídos) obras de Hermann Hesse, George Orwell y Víctor Hugo.
Me detengo en esta última cuestión porque ya huele a comida descompuesta el sonsonete de que el paquete incita a la banalidad, alimenta la ramplonería y el mal gusto. ¡Qué banalidades las de “El lobo estepario” y “Crimen y Castigo”, eh!
Es verdad, que como en una variada mesa bufet también el susodicho incluye horóscopos, Nuestra Belleza Latina y otros materiales de igual corte, contando culebrones bien lacrimosos. Pero, no hace mucho escuché al fallecido Julio Cortázar confesar sin sonrojo y casi orgulloso –en una película documental de Tristan Bauer contenida en el PQ- que él también se declaraba un sensiblero, amante de lo cursi, y que era de los que salían llorando del cine.
Entonces, ¿por qué declararle la guerra a muerte a tales entregas? Y lo que más fastidia es que algunos de quienes se autoerigen en integrantes de ese ejército aséptico, son los mismos que, calladitos y cuando nadie los ve, se secan su lagrimita al terminar el capítulo de cierto novelón foráneo muy de moda.
Entre las bondades del PQ se apunta también que pueda ser visto usando muy diversas tecnologías y horarios. Hay quienes afirman que las cajitas receptoras digitales se han perdido de las tiendas porque, entre otras razones, dotan a los Pandas de un puerto USB mediante el cual, con una flash u otro dispositivo, se pueden ver los paquetes semanales.
El respetado comentarista de cine Rolando Pérez Betancourt, asegura este viernes en su texto “Del paquete y otras visitaciones”, que el “abanico de posibilidades que ofre¬ce (el PQ), se prestan, en alguna forma, para ha¬blar de la necesidad que tiene la humanidad de armarse de discernimientos y miradas críticas ante un mundo-vidriera que, desde la mundialización de una llamada industria cultural, convierte la política y la ideología (muchas veces amasadas con la bobada embelesadora) en sostén de sus conveniencias mercantiles”.
Precisamente, las variadísimas formas que tienen los cubanos de consumir ese producto hablan de nuestras facultades de discernimiento y mirada crítica. No puede ser de balde que la mayor partida del presupuesto nacional se haya dedicado durante décadas a educarnos. Creo que hace esa afirmación suponiendo que consumir el PQ es tragárselo todito, entero y sin masticar. Para nada, Rolando; no nos subestimes a todos.
Opino que endilgarle de manera indiscriminada al conjunto de esas entregas semanales el cartelito de desviaciones ideológicas, mercantilistas, o consumistas, por solo mencionar algunas de las malas hierbas, entraña en sí una desviación de la verdad. Porque es cierto que cualquier mensaje en general lleva implícita una ideología, y algunos, también propósitos de mercado –abundantes en las sociedades que en él se sustentan-, pero ni siquiera en la mayoría de lo contenido en el PQ priman esas intenciones. Sin embargo, aunque un par de golondrinas no hacen verano, sería ingenuo suscribir que la totalidad de esos materiales solo incluyen mensajes inocentemente recreativos o instructivos.
Más sabe el diablo por…
Porque más sabe el diablo por diablo que por viejo –trastocando el refrán- también soy consciente de que el PQ podría prestarse para muuuchas cosas. De hecho, y así lo reconoció El Nuevo Herald, un grupo de informáticos trabaja afanosamente en Miami desde hace mucho para hacer posible la entrada a la Isla de información contrarrevolucionaria a través de USB, discos compactos y tarjetas de memorias SIM para teléfonos celulares.
Se trata, según el despacho de ese periódico miamense, de que cada pequeña unidad contenga un meticuloso y amplio “paquete” de más de una veintena de sitios electrónicos, blogs y portales que buscan alentar a la subversión interna en Cuba y suelen servir como eco a las campañas de prensa difamatorias.
Carlos García Pérez, director de la Oficina de Emisiones a Cuba (OCB) del gobierno estadounidense para transmitir las señales de Radio y TV Martí, refirió a Efe en junio último que la OCB ha encontrado métodos más eficaces para enviar información elaborada por EE.UU. a los cubanos. Entre esos nuevos medios menciona la difusión de programas en DVD, la distribución de memorias USB de papel y la creación de un boletín de correo electrónico. El precedente fue ZunZuneo, una red social móvil secreta desarrollada por la Agencia de Cooperación Internacional Estadounidense (USAID), que fue suspendida al exceder las competencias de ese departamento. Como sucedáneo, la OCB coordina un programa llamado Piramideo, que también a través de mensajes SMS a móviles pretende abonar a la creación de una suerte de redes sociales entre cubanos, encaminadas a la subversión.
Para intentos como esos también estamos entrenados. Sin ingenuidades ni miopías. Estamos haciéndole frente a manipulaciones mediáticas, desde cuando decían que íbamos a mandar a los niños a Rusia, donde harían con ellos carne prensada. Aun antes de aquella remota fecha andamos ejercitándonos frente a tales artimañas, que se han ido haciendo menos burdas con el paso del tiempo y de la ciberguerra.
Inteligencias, no lanzas
Coincido con la Directora de Comunicación de la Televisión Cubana, Cary Rojas, la cual, en entrevista para este portal Cubasí, asegura que “la competencia no es, ni nunca será contra el “paquete”, ni con ningún otro medio, sea o no independiente, sino con la calidad a la que aspiramos”. Sería absurdo involucrarse en semejante lid. Se trata de soportes distintos, de flujos productivos, finalidades también diferentes.
Pero, aunque la directiva sostiene tal posición, al mismo tiempo cae en la trampa de hacer comparaciones. Y si bien es cierto que algunos materiales del PQ “promueven la violencia, la desigualdad, la pornografía, el consumismo, los ‘bienes’ de una sociedad, que todo el mundo sabe lo que cuesta en dinero y en el sistema de valores que propugna…”, habría que sentarse a desmontar, por ejemplo, películas y novelas foráneas que transmite nuestra TV en horarios de gran audiencia, para constatar que, salvo la pornografía –que por cierto, nunca he encontrado en los PQs llegados a mis manos-, lo demás también está presente. Eso, por no hablar ya de video clips y otros audiovisuales.
En fin, que me opongo a levantar lanzas contra el paquete semanal, a meterlo, valga la redundancia, en un solo paquete partiendo de esa extendida tendencia a generalizar, a pintar de blanco o de negro y colgar etiquetas. Deberíamos contentarnos de que exista esa alternativa otra, de que tengamos más opciones para elegir –claro, siempre constreñidos dentro de los criterios de selección de aquellos que lo conformaron - , y sentir mayor pudor por nuestros vacíos. Deberíamos confiar un poco más en la gente y sus capacidades, en tantos hijos de vecino que, sin ingenuidades, entrenados como receptores críticos, disfrutan y se enriquecen con el paquete a la vez que siguen trabajando, aportando a esta nación. (V.R)
Imagine a un vegetariano enfrentado a una bien servida mesa buffet. Qué opinión se haría de esa persona si, acostumbrada como está a encontrar deliciosos solo los manjares “verdes”, exclama con desdén “!ufff, qué asco!”.
Y su expresión de desagrado y repugnancia la habría dejado oír justo frente a una bandeja donde una jugosa carne dejaba escapar sus aromas.
Usted, que “no le descarga mucho a las hierbitas”, tendría entonces también el derecho de detenerse ante las frescas ensaladas elegidas por el vegetariano y hacerle saber – en muestra de franca mala educación, por cierto- su desagrado.
Obviamente, no es este un comentario sobre nutrición; pero si comencé así es porque no encuentro un símil mejor para aludir al últimamente tan llevado y traído “paquete semanal”.
Lo primero, primerito, que debiera hacer cualquier comensal antes de opinar sobre la mesa, es recorrerla completa, y luego de degustar aquí y allá, sin prejuicios gustativos, entonces elegir, y finalmente opinar.
No siento ninguna vergüenza por confesar que soy una habitual consumidora del “paquete” –felizmente, un vecino dadivoso me lo permite copiar sin costo alguno-. Por tanto, me considero con elementos para opinar a propósito. El mío, no es como otros casos, según he comprobado, que se adhieren a determinada opinión, multiplicándola como propia, y luego, cuando, “a lo cortico”, te pones a preguntarles si vieron esto o aquello de la última, de la antepenúltima entrega, responden que les falta el tiempo para esas banalidades. No, así no se vale.
Algunas voces conocidas han insistido en que la función de este producto comunicativo es la de entretener. Se quedan cortos. Un apasionado de la economía política pudiera entretenerse releyendo pasajes de El Capital, de Marx, pero ello no significaría que dicho texto sea esencialmente de entretenimiento. Como tampoco es exclusivamente de entretenimiento el programa de Pánfilo, ¿quién lo duda?
Igual ocurre con el paquete. Es verdad que contiene materiales esencialmente para el entretenimiento, pero también muchos otros cuya finalidad esencial es instruir, informar, actualizar… a la par de ser entretenidos –por bien facturados-. La segunda temporada de la conocida serie Cosmos, por ejemplo, tuve oportunidad de disfrutarla íntegra y casi en paralelo con su salida al aire, gracias a estas entregas, y no creo que alguien se arriesgue a sostener que ese es un material de entretenimiento –aunque también lo logre-.
Se me traban los dedos en el teclado si, antes de polemizar con algunos comentaristas y directivos que han hecho públicas sus consideraciones, no hago esta importante salvedad: OJO, ¿de dónde han sacado que el paquete semanal (PQ) es únicamente una suma de series, telenovelas, documentales, películas, animados -Mangas en particular-, TV shows, programas deportivos y otros también televisivos, esencialmente de participación?
¡El PQ es mucho más!: Contiene música y también valiosísimas actualización de Antivirus, sobre todo para Kaspersky, NOD32, Avast y Norton, así como juegos y aplicaciones para PC, tablets y móviles. Además, y entre otros productos, contiene tutoriales, webs como Cubadebate y Cubahora, los anuncios de Revolico, Porlalivre, una versión de Wikipedia, y también revistas de muy variados temas, libros y audiolibros.
Vale precisar que la enumeración anterior no es igual para todos los paquetes, porque hay varios; en verdad tantos como las personas que los preparan. Pero, en general, todos tienes bastante en común.
En algunos de los últimos llegados a mis manos encontré entre los audiolibros (libros leídos) obras de Hermann Hesse, George Orwell y Víctor Hugo.
Me detengo en esta última cuestión porque ya huele a comida descompuesta el sonsonete de que el paquete incita a la banalidad, alimenta la ramplonería y el mal gusto. ¡Qué banalidades las de “El lobo estepario” y “Crimen y Castigo”, eh!
Es verdad, que como en una variada mesa bufet también el susodicho incluye horóscopos, Nuestra Belleza Latina y otros materiales de igual corte, contando culebrones bien lacrimosos. Pero, no hace mucho escuché al fallecido Julio Cortázar confesar sin sonrojo y casi orgulloso –en una película documental de Tristan Bauer contenida en el PQ- que él también se declaraba un sensiblero, amante de lo cursi, y que era de los que salían llorando del cine.
Entonces, ¿por qué declararle la guerra a muerte a tales entregas? Y lo que más fastidia es que algunos de quienes se autoerigen en integrantes de ese ejército aséptico, son los mismos que, calladitos y cuando nadie los ve, se secan su lagrimita al terminar el capítulo de cierto novelón foráneo muy de moda.
Entre las bondades del PQ se apunta también que pueda ser visto usando muy diversas tecnologías y horarios. Hay quienes afirman que las cajitas receptoras digitales se han perdido de las tiendas porque, entre otras razones, dotan a los Pandas de un puerto USB mediante el cual, con una flash u otro dispositivo, se pueden ver los paquetes semanales.
El respetado comentarista de cine Rolando Pérez Betancourt, asegura este viernes en su texto “Del paquete y otras visitaciones”, que el “abanico de posibilidades que ofre¬ce (el PQ), se prestan, en alguna forma, para ha¬blar de la necesidad que tiene la humanidad de armarse de discernimientos y miradas críticas ante un mundo-vidriera que, desde la mundialización de una llamada industria cultural, convierte la política y la ideología (muchas veces amasadas con la bobada embelesadora) en sostén de sus conveniencias mercantiles”.
Precisamente, las variadísimas formas que tienen los cubanos de consumir ese producto hablan de nuestras facultades de discernimiento y mirada crítica. No puede ser de balde que la mayor partida del presupuesto nacional se haya dedicado durante décadas a educarnos. Creo que hace esa afirmación suponiendo que consumir el PQ es tragárselo todito, entero y sin masticar. Para nada, Rolando; no nos subestimes a todos.
Opino que endilgarle de manera indiscriminada al conjunto de esas entregas semanales el cartelito de desviaciones ideológicas, mercantilistas, o consumistas, por solo mencionar algunas de las malas hierbas, entraña en sí una desviación de la verdad. Porque es cierto que cualquier mensaje en general lleva implícita una ideología, y algunos, también propósitos de mercado –abundantes en las sociedades que en él se sustentan-, pero ni siquiera en la mayoría de lo contenido en el PQ priman esas intenciones. Sin embargo, aunque un par de golondrinas no hacen verano, sería ingenuo suscribir que la totalidad de esos materiales solo incluyen mensajes inocentemente recreativos o instructivos.
Más sabe el diablo por…
Porque más sabe el diablo por diablo que por viejo –trastocando el refrán- también soy consciente de que el PQ podría prestarse para muuuchas cosas. De hecho, y así lo reconoció El Nuevo Herald, un grupo de informáticos trabaja afanosamente en Miami desde hace mucho para hacer posible la entrada a la Isla de información contrarrevolucionaria a través de USB, discos compactos y tarjetas de memorias SIM para teléfonos celulares.
Se trata, según el despacho de ese periódico miamense, de que cada pequeña unidad contenga un meticuloso y amplio “paquete” de más de una veintena de sitios electrónicos, blogs y portales que buscan alentar a la subversión interna en Cuba y suelen servir como eco a las campañas de prensa difamatorias.
Carlos García Pérez, director de la Oficina de Emisiones a Cuba (OCB) del gobierno estadounidense para transmitir las señales de Radio y TV Martí, refirió a Efe en junio último que la OCB ha encontrado métodos más eficaces para enviar información elaborada por EE.UU. a los cubanos. Entre esos nuevos medios menciona la difusión de programas en DVD, la distribución de memorias USB de papel y la creación de un boletín de correo electrónico. El precedente fue ZunZuneo, una red social móvil secreta desarrollada por la Agencia de Cooperación Internacional Estadounidense (USAID), que fue suspendida al exceder las competencias de ese departamento. Como sucedáneo, la OCB coordina un programa llamado Piramideo, que también a través de mensajes SMS a móviles pretende abonar a la creación de una suerte de redes sociales entre cubanos, encaminadas a la subversión.
Para intentos como esos también estamos entrenados. Sin ingenuidades ni miopías. Estamos haciéndole frente a manipulaciones mediáticas, desde cuando decían que íbamos a mandar a los niños a Rusia, donde harían con ellos carne prensada. Aun antes de aquella remota fecha andamos ejercitándonos frente a tales artimañas, que se han ido haciendo menos burdas con el paso del tiempo y de la ciberguerra.
Inteligencias, no lanzas
Coincido con la Directora de Comunicación de la Televisión Cubana, Cary Rojas, la cual, en entrevista para este portal Cubasí, asegura que “la competencia no es, ni nunca será contra el “paquete”, ni con ningún otro medio, sea o no independiente, sino con la calidad a la que aspiramos”. Sería absurdo involucrarse en semejante lid. Se trata de soportes distintos, de flujos productivos, finalidades también diferentes.
Pero, aunque la directiva sostiene tal posición, al mismo tiempo cae en la trampa de hacer comparaciones. Y si bien es cierto que algunos materiales del PQ “promueven la violencia, la desigualdad, la pornografía, el consumismo, los ‘bienes’ de una sociedad, que todo el mundo sabe lo que cuesta en dinero y en el sistema de valores que propugna…”, habría que sentarse a desmontar, por ejemplo, películas y novelas foráneas que transmite nuestra TV en horarios de gran audiencia, para constatar que, salvo la pornografía –que por cierto, nunca he encontrado en los PQs llegados a mis manos-, lo demás también está presente. Eso, por no hablar ya de video clips y otros audiovisuales.
En fin, que me opongo a levantar lanzas contra el paquete semanal, a meterlo, valga la redundancia, en un solo paquete partiendo de esa extendida tendencia a generalizar, a pintar de blanco o de negro y colgar etiquetas. Deberíamos contentarnos de que exista esa alternativa otra, de que tengamos más opciones para elegir –claro, siempre constreñidos dentro de los criterios de selección de aquellos que lo conformaron - , y sentir mayor pudor por nuestros vacíos. Deberíamos confiar un poco más en la gente y sus capacidades, en tantos hijos de vecino que, sin ingenuidades, entrenados como receptores críticos, disfrutan y se enriquecen con el paquete a la vez que siguen trabajando, aportando a esta nación. (V.R)
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