Para la provocadora Tania Bruguera y el resto de los involucrados en crear un circo mediático en la Plaza de la Revolución, el pasado día 30 de diciembre, el tiro les salió por la culata. Aunque la contrarrevolucionaria Yoani Sánchez le vendiera los posibles escenarios que tendría su “aventura”, lo cierto es que todos aquellos involucrados en la provocación tuvieron serios errores de cálculo.
Todos ellos cometieron errores garrafales al no medir las consecuencias de sus actos, particularmente Tania. Estos errores fueron:
● La decisión de evitar el performance provocativo por parte de nuestras autoridades nunca fue un episodio de intolerancia, ni un acto de represión, sino muestra del legítimo derecho de impedir un show mediático en nuestra emblemática Plaza de la Revolución, precisamente donde se velaron los restos de las víctimas del criminal atentado contra el avión de Barbados, y en donde nuestro pueblo tantas veces manifestó su apoyo a la Revolución y a su proyecto socialista. A sabiendas, trataron de mantener su malsana intención, luego de ser advertidos con anterioridad.
● Nuestras acciones para enfrentar el pretendido acto provocativo nunca fueron una reacción hipócrita. Cuba siempre puso a su contraparte norteamericana que la base de cualquier acercamiento sería el respeto a la soberanía. Es por ello que el intento de “calibrar la postura de las autoridades cubanas y de sus colegas del mundo artístico” ante este hecho, demuestra en sí mismo su fin provocador.
● Las posteriores declaraciones de Bruguera al periodista Adriel Reyes, de Radio Martí, al decir: “Esto sirvió para quitarle la máscara a todo el mundo”, demuestran su equivocación. Ella sabía que nunca permitiríamos tal acción y se equivocó, en su tonta intención de crear un conflicto así como en su obstinada actitud. Nunca usamos una máscara para ocultarnos. Siempre fuimos transparentes con ella y sus socios provocadores que, como Yoani y otros mercenarios, la instaron a continuar con su condenable experimento.
● Creer que nuestras autoridades actuarían con insensatez fue otro de los errores de Bruguera. Bien nuestras autoridades y nuestro pueblo hubieran respondido de manera diferente a la provocación, ante esta acción encaminada a provocar sentimientos y convicciones de la mayoría de los cubanos. Sin embargo, nuestro pueblo ignoró este circo y no se movilizó en contra quienes buscaban “victimarse” ante la opinión pública. Se salvó ciertamente Tania y su comparsa de la presencia de nuestro pueblo en la Plaza, cuyas voces y razones le aplastarían por su fuerza y convicción.
● El último de sus errores de cálculo fue el creerse impune. Hoy “agotada sicológicamente” –argumento tan poco válido para esconder su frustración-, le ha deparado el ser retenida dentro del marco legal cubano para responder ante la justicia por sus actos.
Su controvertida carrera en el arte “político”, así como la solidaridad dudosa de algunos escasos “artistas” fuera de Cuba, ha tenido una respuesta justa, independiente y razonable por parte de Cuba, sus intelectuales y artistas, quienes siempre tuvieron claro su cuestionable propósito.
Nadie ha sido engañado y manipulado por Cuba. Nuestra respuesta era conocida y radicaba en nuestro legítimo y soberano derecho de defender nuestra constitucionalidad.
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Todos ellos cometieron errores garrafales al no medir las consecuencias de sus actos, particularmente Tania. Estos errores fueron:
● La decisión de evitar el performance provocativo por parte de nuestras autoridades nunca fue un episodio de intolerancia, ni un acto de represión, sino muestra del legítimo derecho de impedir un show mediático en nuestra emblemática Plaza de la Revolución, precisamente donde se velaron los restos de las víctimas del criminal atentado contra el avión de Barbados, y en donde nuestro pueblo tantas veces manifestó su apoyo a la Revolución y a su proyecto socialista. A sabiendas, trataron de mantener su malsana intención, luego de ser advertidos con anterioridad.
● Nuestras acciones para enfrentar el pretendido acto provocativo nunca fueron una reacción hipócrita. Cuba siempre puso a su contraparte norteamericana que la base de cualquier acercamiento sería el respeto a la soberanía. Es por ello que el intento de “calibrar la postura de las autoridades cubanas y de sus colegas del mundo artístico” ante este hecho, demuestra en sí mismo su fin provocador.
● Las posteriores declaraciones de Bruguera al periodista Adriel Reyes, de Radio Martí, al decir: “Esto sirvió para quitarle la máscara a todo el mundo”, demuestran su equivocación. Ella sabía que nunca permitiríamos tal acción y se equivocó, en su tonta intención de crear un conflicto así como en su obstinada actitud. Nunca usamos una máscara para ocultarnos. Siempre fuimos transparentes con ella y sus socios provocadores que, como Yoani y otros mercenarios, la instaron a continuar con su condenable experimento.
● Creer que nuestras autoridades actuarían con insensatez fue otro de los errores de Bruguera. Bien nuestras autoridades y nuestro pueblo hubieran respondido de manera diferente a la provocación, ante esta acción encaminada a provocar sentimientos y convicciones de la mayoría de los cubanos. Sin embargo, nuestro pueblo ignoró este circo y no se movilizó en contra quienes buscaban “victimarse” ante la opinión pública. Se salvó ciertamente Tania y su comparsa de la presencia de nuestro pueblo en la Plaza, cuyas voces y razones le aplastarían por su fuerza y convicción.
● El último de sus errores de cálculo fue el creerse impune. Hoy “agotada sicológicamente” –argumento tan poco válido para esconder su frustración-, le ha deparado el ser retenida dentro del marco legal cubano para responder ante la justicia por sus actos.
Su controvertida carrera en el arte “político”, así como la solidaridad dudosa de algunos escasos “artistas” fuera de Cuba, ha tenido una respuesta justa, independiente y razonable por parte de Cuba, sus intelectuales y artistas, quienes siempre tuvieron claro su cuestionable propósito.
Nadie ha sido engañado y manipulado por Cuba. Nuestra respuesta era conocida y radicaba en nuestro legítimo y soberano derecho de defender nuestra constitucionalidad.
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