Por Jose Luis Rodriguez
El nuevo escenario surgido a partir del 17 de diciembre del 2014, que apunta hacia una gradual normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, ha generado un amplio debate en los medios acerca de las posibles condiciones en que se desarrollarán los vínculos económicos entre los dos países. En tal sentido, aún es temprano para llegar a consideraciones de mayor calado en el tema, aunque pueden anticiparse algunas que contribuyan a enmarcar mejor el análisis.
Ante todo es necesario señalar que desde el año 2001 han existido relaciones económicas entre los dos países o, más precisamente, vínculos en una sola dirección. Estos se enmarcan en la decisión de la administración del presidente William Clinton al aprobar en 2000 la Ley de Reforma a las Sanciones Comerciales y Ampliación de las Exportaciones, para permitir excepcionalmente la venta de alimentos y medicinas a Cuba. Adoptada a raíz de los daños causados en la Isla por huracanes que la azotaron, contenía una serie de importantes restricciones.
La más importante es que no modificaba otras disposiciones vigentes para implementar el bloqueo a Cuba. Así, por ejemplo, la compra de productos por parte de Cuba requería una autorización específica del Tesoro norteamericano; las operaciones tenían que pagarse por adelantado y en efectivo, pero no podían realizarse en dólares de Estados Unidos, y la transportación de los productos tenía que efectuarse en barcos contratados por los vendedores en EEUU. A esta ley se le adicionó como enmienda la prohibición expresa de viajes turísticos a Cuba, como parte de las negociaciones con los elementos más derechistas del Congreso para lograr su aprobación.
A pesar de estas dificultades, a Cuba le resultaban beneficiosas un conjunto de compras de productos como el arroz de alta calidad, pues -aun a precios similares o superiores al de otros mercados- el costo total resultaba inferior por la cercanía geográfica entre los dos países en comparación con otros mercados mucho más distantes, lo que abarataba en gran medida el pago por fletes.
Las compras cubanas a productores agropecuarios de EEUU totalizaron -según datos del Anuario Estadístico de Cuba- 5 802 millones de pesos entre los años 2002 y 2013, lo que, sin embargo, solo representó el 4,7% del total de las importaciones del país, mostrando una tendencia decreciente a partir del máximo de unos 598 millones alcanzado en 2008.
Trascender este escenario limitado de importación de alimentos requiere eliminar el bloqueo económico contra Cuba, y aunque el presidente Obama se pronunció por su desmantelamiento y conserva importantes facultades para hacerlo, la decisión de fondo se encuentra en manos del Congreso, donde domina hoy la visión conservadora -y en muchos casos anticubana- del Partido Republicano. En este nuevo escenario no se detienen los actos punitivos, ya que acaba de anunciarse una multa de 1 710 millones de dólares al banco alemán Commerzbank por efectuar operaciones asociadas a Cuba y otros países bajo sanciones de Washington.
El levantamiento del bloqueo, sin dudas, ofrece una oportunidad de negocios con la Isla que no escapa a la consideración de importantes empresas norteamericanas que ya se han pronunciado al respecto. De otra parte, para Cuba los vínculos económicos con EEUU presentan un potencial de negocios y un desafío de significativa importancia en una serie de esferas que tributan a la estrategia de desarrollo del país.
No obstante, el carácter y las condiciones en que deben desarrollarse estos vínculos requiere examinarlos a la luz de la seguridad económica del país.
En tal sentido, uno de los principios por los que se trabaja en las relaciones comerciales y financieras internacionales de cara al futuro se refiere a la diversificación de esas relaciones y a la necesidad de desconcentrar los riesgos asociados a una excesiva dependencia externa.
En síntesis, por muy ventajosas que económicamente sean estas relaciones económicas con EEUU en un futuro no lejano, no deben conducir a la reproducción de las situaciones de dependencia externa que el país ha padecido durante muchos años.
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