A medida que van pasando los años voy viendo un constante cambio en las elecciones de la comida, en mi entorno. Vamos teniendo cada día más información y por lo tanto tenemos más herramientas para decidir. Al mismo tiempo, vamos conociendo nuevos productos, como por ejemplo la espirulina, que hace una década muy pocos conocían y hoy está muy difundida. A pesar de ser descendiente directa de la primera forma de vida en el planeta, es recién hoy, sin embargo, que parece estar de moda.
¿Y con los niños? ¿Estamos bien informados como para tomar decisiones más conscientes en lo que respecta a su alimentación? En principio, parece que a todos ellos les gustan las mismas cosas. Hay una característica en sus comidas y bebidas favoritas: el sabor dulce y el sabor salado. Entonces si nos detenemos a pensar en lo que ellos querrían comer, y prestamos atención a cuáles son los productos que ofrece la industria alimenticia, inmediatamente aparece la “comida chatarra”. Algunas veces escuché decir que la comida chatarra no es tan mala, ya que si observamos a niños y adolescentes, notás que están llenos de energía. Claramente, ellos están llenos de energía por el hecho ser niños y adolescentes, y no por comer comida chatarra.
Los que tenemos hijos conocemos el estado de excitación en el que quedan los chicos luego de ir a un típico cumpleaños con ese tipo de comida. Todos lo sabemos: la cantidad de azúcar (de la peor calidad) que ingieren asusta. Un vaso de cualquier gaseosa contiene el equivalente a 6 sobres de azúcar blanco. ¡Un solo vaso! Imaginemos la diferencia que podrían percibir nuestros niños si siguieran una dieta saludable. Eso está en nuestras manos, es nuestra responsabilidad, nuestra elección. Claro, es mucho menos cómodo y demanda un esfuerzo mayor. Hay que poner nuestra atención, tiempo y voluntad en ese tema. Es mucho más fácil ir al supermercado y comprar todo tipo de comida y bebida chatarra un rato antes de que comience el cumpleaños de nuestros hijos. Recuerdo que cuando era niño todo era muy distinto. A pesar de que la comida de los cumpleaños, algunas décadas atrás, tampoco era tan saludable, había al menos una atención, una dedicación, un momento de intención brindada para ese día tan especial.
Tuve la experiencia de festejar el cumpleaños de mi hijo, sin comida chatarra ni gaseosas. Alimentación viva para niños y grandes. Recuerdo que cuando comuniqué ésta idea a algunos amigos, los comentarios eran: “pobrecitos”, “¿por qué ese castigo?”, “que tortura” y otros por el estilo. Era muy gracioso: a priori, eran los adultos quienes ya estaban desencantados. Ahí está la clave. Los niños piden esa comida chatarra, porque los adultos la proponen. Me decían “no los reprimas”, y yo, en tono de broma, respondía: “¿y si me piden cerveza, los reprimo?” Claro, eso sí, porque hace mal.
El cumpleaños de mi hijo se celebró, los niños jugaron felices durante horas; la comida y la bebida, claro, estaban en segundo plano. Como debe ser. Los niños quieren jugar. ¿El menú? Bebidas: jugos exprimidos de naranjas, licuados de banana y leche de almendras, chocolatada de leche de almendras. Recuerdo que yo estuve casi todo el tiempo en el “Bar”, los niños venían y el diálogo era éste:
• ¿Me das una gaseosa?
• No hay gaseosa.
• ¿Y qué hay?
• Hay chocolatada, jugo o licuado de banana.
Entonces elegían alguna de las opciones y seguían con su momento de diversión, felices. Los chicos piden gaseosas, ¡porque es lo que nosotros proponemos! Claro, hubo también comidas saladas: sandwichitos, arbolitos de brócolis, croquetas de almendras y semillas (raw), semillas de girasol tostadas, tiritas de apio, tiritas de pepino con sal y limón, croquetas de quinoa y mijo, tartas de vegetales. Y dulces: tortas de chocolate, tortas de manzana, frutillas, bananas, manzanas, helado de banana casero y muchas cosas más. También hubo algunas caras largas… de adultos, que se privaron de comer panchos y papas fritas. Los niños, jugando, felices, como niños, sin importarle tanto el menú. Seguramente esa noche durmieron profundamente. Lo que quieren los niños es jugar.
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